En Cuba, los educadores luchan contra los impactos del actual bloqueo estadounidense
El autor narra las vivencias de la visita de un grupo de profesores y estudiantes de dos universidades estadounidenses a la provincia cubana de Camagüey, en donde constataron los estragos del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por EE. UU. a la isla caribeña por más de 60 años.
Viajé a Camagüey, Cuba, en marzo con 21 profesores y estudiantes de posgrado de la Universidad de Maryland y la Universidad George Washington para la 30ª edición de un intercambio de educadores Cuba-Estados Unidos. Participamos en discusiones en grupos pequeños y grandes con colegas cubanos y visitamos una variedad de instituciones educativas en esa provincia.
A veces planteé la pregunta sobre el impacto del bloqueo de más de 60 años (algunos lo llaman embargo) y la colocación de Cuba por parte de los presidentes de EE. UU. Donald Trump y Joe Biden en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo del Departamento de Estado. En otras ocasiones, los educadores y estudiantes cubanos plantearon las cuestiones por su cuenta.
Lo que me enojó fueron los impactos devastadores de estas medidas coercitivas unilaterales de “mi” gobierno, pero me sorprendió la resiliencia de quienes residen en este país ubicado a sólo 90 millas de la costa de Florida.
Los educadores y estudiantes que conocimos mencionaron que algunos de los desafíos que enfrentaron eran un residuo de los impactos de la pandemia de la covid-19 (que no solo obligó al cierre de las escuelas durante unos meses, sino que también limitó severamente los ingresos del gobierno, el sector privado y las familias). pero enfatizaron que estos impactos fueron exacerbados por el embargo estadounidense y la colocación de Cuba en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo.
Varios cubanos hablaron de las dificultades y desafíos que ellos y sus familias enfrentaron. Entre ellos figuraban la disponibilidad limitada y los altos precios de los alimentos, como la harina, el azúcar, la leche en polvo y el aceite de cocina. También observamos cómo el excelente sistema de salud de Cuba estaba sufriendo debido a las dificultades para importar medicamentos y suministros quirúrgicos. En un centro de investigación biotecnológica adquirimos conocimientos sobre las dificultades para obtener los ingredientes y equipos necesarios para producir medicamentos, incluidas las cinco vacunas covid que desarrolló la industria biofarmacéutica cubana.
Cuando visitamos diferentes instituciones educativas, conocimos los desafíos que enfrentaban los educadores y estudiantes. Ante la escasez de combustible para los generadores, se reducen los horarios con electricidad. Fuimos testigos de tiempos en los que no había electricidad para hacer presentaciones en powerpoint y entramos en aulas y cafeterías que podrían haberse beneficiado de una iluminación artificial.
En todas las escuelas y universidades que visitamos, los representantes nos hablaron de la escasez de materiales básicos de enseñanza y aprendizaje, como papel, bolígrafos y lápices. Nuestra delegación hizo un pequeño mella en este problema al traer tales cosas como parte de las donaciones que hicimos en cada institución para agradecerles por su hospitalidad. Nuestras donaciones, sin embargo, no abordaron los suministros limitados de productos químicos y suministros que se necesitaban en los laboratorios científicos de las escuelas y universidades. Nuestras donaciones en este viaje tampoco cubrieron otras necesidades, como leotardos y zapatillas de ballet que escaseaban y estaban en mal estado en la Escuela de Arte Vicentina de la Torres.
Profesores de la Universidad de Camagüey y de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J. Findlay nos informaron sobre sus desafíos para obtener visas para viajar a Estados Unidos a asistir a conferencias y cómo las restricciones financieras del bloqueo y la lista SSOT obstaculizaron sus esfuerzos para realizar investigaciones y otras actividades colaborativas. proyectos con colegas de instituciones de otros países de África, Asia, Europa y América Latina.
Cabe señalar que muchos de los profesores de la universidad de medicina habían pasado tiempo en países en desarrollo tratando a pacientes como parte de brigadas médicas o impartiendo cursos en las instituciones de formación médica de esos países.
Si bien los desafíos que enfrentaron nuestros colegas cubanos fueron mencionados a menudo y muy visibles para nosotros, la creatividad y la resiliencia de nuestros anfitriones también fueron notables. En este sentido, se destacan dos instituciones de la comunidad rural de Sierra de Cubitas: el Círculo Infantil [preescolar] “Sonrisa para el Futuro” y la escuela primaria que lleva el nombre de Mariana Grajales Cuello, hija de padres dominicanos de raza mulata que fue una heroína en las guerras de Cuba por la independencia de España.
Granjales dirigió hospitales y campos de aprovisionamiento en campos base y con frecuencia entraba al campo de batalla para ayudar a los soldados heridos, tanto españoles como cubanos. En estas instituciones, los maestros y los padres dedicaron tiempo y recursos materiales para crear materiales educativos que las escuelas no podían permitirse comprar.
Mis colegas de la UMD y del GWU y yo salimos de estos y otros encuentros con un profundo sentimiento de asombro por nuestros amigos cubanos, quienes frente al bloqueo y la inclusión de Cuba en la lista SSOT encontraron maneras de enfrentar los desafíos de su vida diaria, así como hacer que las experiencias educativas de niños y jóvenes sean valiosas y productivas.