Crisis y recursos estratégicos
Taiwán es el principal reservorio de los semiconductores que se usan en el mundo.
El sonido y la furia de una guerra nuclear inundaron esta semana al mundo y permitieron atisbar nuevamente la precariedad de la vida en el planeta. El eventual teatro de combate entre Estados Unidos y China por el control de Taiwán se suma ahora a la guerra en Ucrania y contribuye a definir una crisis del orden global que tiene características inéditas.
La paridad de las fuerzas que se desafían, la magnitud de la devastación posible y una dinámica de conflictos que desborda al teatro militar e impregna a la economía y a las finanzas globales, saca a la intemperie los terremotos que sacuden las entrañas de la actual estructura de poder global. Su fragor revela la centralidad de la lucha por el control de recursos estratégicos e impacta directamente en la vida cotidiana de una población esparcida en un mundo ancho, y aparentemente ajeno a los riesgos que corre.
Así, poco a poco, la guerra y la recesión económica global dominan al escenario internacional y el rumor de un combate primordial por el dominio de la vida y de los bienes de los otros pasa al primer plano del escenario y muestra que en los tiempos que corren nadie puede permanecer ajeno al huracán que se avecina.
Este vértigo penetra nuestro presente y nos muestra que más allá de las diferencias que nos separan, en esencia nuestros problemas son los mismos. Así las ráfagas del vendaval de la desgracia voltean los muros que nos fragmentan en mil pedazos y, por primera vez en mucho tiempo, abren la posibilidad de un cambio radical: una gesta colectiva que, con reflexión y creatividad, nos permita superar las causas más profundas de nuestros problemas desarrollando nuevas instituciones y formas de organización social que permitan construir el Bien Común, poniendo fin a las exclusiones.
La importancia geopolítica de Taiwán y Ucrania
En 1979 el gobierno norteamericano estableció relaciones oficiales con la República Popular de China y puso fin al reconocimiento oficial del gobierno de Taiwán. De ahí en más su relación con China fue definida como de “ambigüedad estratégica”, por la cual reconocía oficialmente al gobierno de la República Popular de China como el único gobierno legal de toda China y mantenía relaciones no oficiales y de distinta índole con Taiwán.
El gobierno de Trump redefiniría en la práctica los acuerdo existentes hasta la fecha, escalando el conflicto con una guerra comercial y una retórica política desafiante ante la supuesta amenaza de una inminente invasión de China a la isla.
El Presidente Biden modificaría la interpretación de los Acuerdos existente y señalaría en tres oportunidades el derecho de Estados Unidos de defender militarmente a Taiwán si esta fuese invadida por el gobierno de China.
El gobierno de China ha denunciado enérgicamente “la manipulación tramposa de la información que emite el Departamento de Estado persiguiendo el objetivo de vaciar el contenido del principio de una sola China”, acordado desde tiempo atrás. Tanto el Presidente Xi como altos funcionarios de su gobierno han dejado en claro que la independencia de Taiwán atenta contra la soberanía china, que será defendida por China a cualquier costo, incluso el militar.
En este contexto, la visita esta semana de Nancy Pelosi a Taiwán —tercera en la línea de sucesión presidencial—, acompañada por un portaaviones y fuerzas militares, ha sido considerada por el gobierno de China como “una provocación inaceptable por la cual los Estados Unidos pagará un alto precio”.
En lo inmediato, este precio se traduce en el inicio de ejercicios militares masivos en torno a la isla que se “convertirán en rutina” e implican ”un bloqueo marítimo y espacial”; el cese definitivo de la línea divisoria del espacio aéreo entre China y Taiwán ; y restricciones al comercio entre la isla y el continente, entre ellos la exportación de arena, utilizada en Taiwán para la producción de semiconductores. Estas medidas apuntan a concretar la reunificación con Taiwán, algo “inevitable,” y de “importancia existencial”
En estas turbulencias emerge la importancia geopolítica de Taiwán. Esta es esencial al control de las vías marítimas de la región indo-pacífica, al eventual bloqueo marítimo de China y a la paralización de su economía. A esto se agrega otro factor no menos importante: Taiwán se ha convertido en el principal reservorio de los semiconductores que se usan en el mundo. Estos son piezas de importancia crítica para miles de productos electrónicos, desde computadoras, celulares y autos hasta armamento de guerra altamente sofisticado y se aplican en la producción y el consumo de otros bienes masivos y en distintos campos de actividad.
Una sola empresa, TSM, produce en Taiwán más del 60 por ciento de los semiconductores que se consumen en el mundo y una proporción aun mayor de los chips más avanzados tecnológicamente y utilizados por los grandes monopolios tecnológicos.
Así, TSM y por ende Taiwán constituyen el punto crítico de las cadenas de valor global: una interrupción en la producción de estos chips no solo perjudicaría a los monopolios tecnológicos sino que derivaría en un desbarajuste en el suministro mundial de todo tipo de bienes que incorporan chips. Una posible invasión de China a Taiwán convertiría a TSM en un “daño colateral”, destrozando cadenas de valor global y asestando un golpe brutal a la economía global y a los monopolios tecnológicos.
Así, la visita de Nancy Pelosi a Taiwán ha desatado una escalada del conflicto con China hacia una confrontación directa entre potencias nucleares. Mientras tanto, la crisis en Ucrania desaparece de las noticias, algo muy conveniente en vísperas de una debacle.
Las tropas rusas siguen acumulando territorio al sur y el este del país, la zona más industrializada que, junto con la plataforma submarina en el Mar Negro, concentra vastos recursos naturales no explotados, entre ellos la segunda reserva de gas natural no convencional de Europa y vastos yacimientos de carbón, de minerales y en particular de “tierras raras” esenciales a los productos de alta tecnología.
Según algunos altos jefes retirados de las fuerzas armadas norteamericanas, hacia fines de agosto el ejército de Ucrania habrá colapsado. Mientras tanto, las contradicciones y conflictos parecen impregnar al gobierno de Ucrania.
El Presidente Zelenski reiteró que “estratégicamente Rusia no tiene chances de ganar la guerra” y agradeció al gobierno estadounidense el envío de otros 500 millones de dólares en concepto de municiones para los misiles de larga distancia (himras) que “acercan a Ucrania a la victoria”. Al día siguiente advirtió que la situación en el Donbas “es endemoniada” y convocó a la población civil a abandonar inmediatamente toda la región.
En paralelo, cunden las dudas en Estados Unidos sobre el destino final de la ayuda norteamericana a Ucrania, que para algunos se pierde en el “circulo vicioso” del Pentágono, las corporaciones de armamentos y las campañas electorales.
Sanciones a Rusia y objetivos de política exterior
A pocos meses de iniciada la guerra en Ucrania las sanciones contra Rusia han profundizado el aumento de los precios del gas y del petróleo. Asimismo han precipitado a Europa, y en particular a Alemania, hacia la recesión y la desindustrialización mientras la economía norteamericana registra dos meses de caídas consecutivas del PBI conjuntamente con una inflación que alcanza niveles de hace 40 años, y aumentos de las tasas de interés que no logran contener la inflación y arriesgan implosionar el enorme endeudamiento privado.
Ante esta situación, las más autoridades norteamericanas y europeas intentan subrepticiamente suavizar las sanciones contra Rusia. Esto ha dado lugar al levantamiento de las restricciones a la exportación rusa de alimentos y fertilizantes y al estudio de nuevas medidas destinadas a controlar el precio internacional del petróleo ruso.
En efecto, dentro de pocos meses empezará a regir la prohibición de la Comunidad Europea de proveer seguros al transporte internacional de petróleo ruso, independientemente de cuál sea su destino. Esto implica que los tanques transportadores de petróleo que no estén asegurados, no podrán entrar en ningún puerto.
Si esto se concreta –algo muy difícil de imaginar—, producirá una brutal faltante de petróleo y otra estampida de sus precios sin límites en el horizonte, debido a la reconocida incapacidad de los principales países productores de petróleo de aumentar su capacidad instalada. Esto último depende de la falta de inversiones realizadas con este fin en los últimos años y de un fenómeno más profundo: el agotamiento de la capacidad productiva de los pozos petroleros tradicionales.
Esto se suma a la drástica disminución del stock de reservas petroleras tanto en Europa como en Estados Unidos; a la rápida pérdida de productividad de los pozos de petróleo y gas no convencional y a la falta de inversiones en este sector. Estos fenómenos han llevado a Janet Yellen, jefa del Tesoro norteamericano, a delinear un plan que en esencia implica la eliminación de la prohibición del seguro y otros servicios relacionados con el transporte de petróleo ruso y su sustitución por un tope impuesto al precio del petróleo ruso que debería ser aceptado por los principales importadores de este producto.
Según Yellen: “Queremos que (el petróleo ruso) se siga vendiendo… para contener los precios del petróleo… pero queremos asegurarnos de que Rusia no realizará ganancias indebidas con esas ventas (…) y la fijación de un precio tope es lo que permitirá lograr ambos objetivos” .
Esta propuesta, respaldada por el G7, ignora que tendría que contar con la aceptación de China y de la India, países que tienen una relación privilegiada con Rusia. Más aun, esta propuesta ignora que Rusia ha advertido que no venderá petróleo por debajo de su costo, y que jamás aceptará vender su petróleo a los países que impongan un tope a su precio. Por lo demás, y partir de los últimos acontecimientos ocurridos en Taiwán, pretender que China aceptara colaborar con esta medida es más que utópico.
Pareciera pues que al adoptar las sanciones contra Rusia no se tuvo en cuenta información básica referente a la participación de los productos rusos en el mercado mundial y al poder que Rusia tiene para neutralizar el impacto de estas sanciones sobre su economía y reorientar sus exportaciones hacia Asia, y especialmente hacia China.
Hoy Rusia controla las principales cartas de este juego endemoniado, y al poder aumentar/ disminuir los volúmenes de exportación de petróleo y gas hacia Occidente, no solo impacta sobre los precios internacionales sino también sobre la economía y la política exterior norteamericana.
Argentina y los espejismos
Esta semana el nuevo Ministro de Economía dio a conocer los “lineamientos” de su plan económico y los funcionarios que lo concretarán. Los “mercados” nacionales e internacionales han hecho saber que esperan medidas más contundentes, que provoquen una devaluación inmediata.
Todos, el Ministro incluido, consideran que la urgencia del momento radica en bajar abruptamente el déficit fiscal, pues esto permitirá aumentar la confianza en el país y así reducir la inflación y frenar la corrida cambiaria. El nuevo vicejefe de Economía tiene la receta para el déficit fiscal: “Ahora le saco a todo el mundo por el impuesto inflacionario… queremos reemplazar eso por otra cosa.
Eso tiene nombre y apellido: sacarle el plan a este, bajar la jubilación al otro, bajarle la obra pública a tal tipo o bajarle a las provincias”. De ahí que, entre las medidas anunciadas, ninguna remite a paliar las necesidades de los sectores excluidos a los que sin embargo se singulariza para investigar hasta qué punto se aprovechan de los famosos planes sociales. En cambio las veleidades de los grandes grupos económicos —actores de la corrida cambiaria e inflacionaria que ha colocado al Ministro a tiro del sillón de Rivadavia si triunfa con su cometido— continúan desvelando al gobierno.
“Fabricar dólares” rápidamente es pues otra prioridad del nuevo gobierno. Para ello se promete un dólar que ira a mejorar los términos del que ya fuera concedido sin éxito alguno al campo, y se busca interesar a grandes exportadores de la minería y otros sectores productivos. Sin embargo, por el momento el BCRA no para de vender dólares y terminó la última semana con un saldo negativo de 800 millones.
El Ministro tiene en su agenda otra sorpresa: un crédito repo de tres bancos internacionales y un fondo de Quatar que sería destinado a restaurar las reservas. Trascendidos sugieren que el gobierno podría “ofrecer las acciones en poder del FGS o de alguna empresa como YPF o Aerolíneas” como garantía del crédito. Si esto es así, es posible que muy pronto los vastos recursos de Vaca Muerta aparezcan levitando en el horizonte. La mirada penetrante de Carlos Melconián atisba turbulencias acechando tras los espejismos: “El gobierno avanzará hacia un ajuste clásico… Su único objetivo… es evitar el desborde social”.
Melconián reconoce que el mercado ya ha hecho el ajuste, “hay 8 millones de trabajadores informales, 40 por ciento de pobreza, 80 por ciento de inflación. ¿De qué ajuste por venir estamos hablando? ¿Más ajuste que eso?” Por eso, “lo que está por venir es cómo se vuelve al camino de deterioro continuo sin explosión”, pues “en el país que va a venir, más vale que todos estemos con todos” .
En este oscuro contexto, algunos sectores del FdT consideran “que no es momento de una gran distribución, es momento de calmar a los mercados” Paradójicamente, el país tiene una oportunidad única para redefinir las reglas del juego que lo condenan a ser víctima del endeudamiento ilimitado, de las corridas cambiarias y de la inflación desmadrada: posee abundancia de recursos naturales de importancia estratégica en la actual coyuntura internacional que podrían ser el ancla de un peso/patria, punta de lanza de la desdolarización de su economía.
También podría utilizar a los BRICS para salir de la esfera del dólar y realizar sus transacciones financieras y comerciales en base a una canasta de monedas locales que contenga al peso/patria. Sin embargo, para ello se requiere reflexión, creatividad y movilización popular, algo que no abunda en los tiempos que vivimos.