En la bajaíta
El andamiaje de mentiras que armaron para desde EE.UU. y Europa para atacar a Venezuela, se derrumba sobre las cabezas de los mentirosos.
"¡Pgrésident Madugro!", casi gritaba Macron, apretando el paso para alcanzar a Nicolás Maduro antes de que el invierno lo alcance a él y a sus colegas negacionistas que hasta finales de verano insistían en su plan de desconocer al presidente de Venezuela a favor de un mamarracho granuloso, porque así se lo ordenaron desde la Casa Blanca. Oui, monsieur! O sea, yes, sir!
Macron encogido, no solo de estatura, sino de postura y dignidad, ahí, dándole la mano a Nicolás, que le extendía la suya con una sonrisa tranquila, y con su cara de "sí, cómo no, te estaba esperando, Emmanuel, aquí en la bajaíta".
Allá en la bajaíta se encontraron. Allá donde la verdad cae siempre por su propio peso y la verdad es que el andamiaje de mentiras que armaron para atacar a Venezuela, se derrumba sobre las cabezas de los mentirosos, porque tanta arrogancia y tanta torpeza juntas no pueden construir nada sólido, estable, perdurable…
"El que se mete con Venezuela se seca", repetía Nicolás allá en la bajaíta, mientras eso llamado "La Comunidad Internacional", con sus ínfulas de supremacistas, celebraba la inteligencia, la honestidad, y el cutis aporcelanado de su nuevo experimento belicista: un títere imbécil autoproclamado Presidente porque sí, que debía abrir las puertas a una invasión extrajera al país que –por desgracia– lo vio nacer. O en su defecto, como defectuosamente resultó ser, un monigote que sirviera como firmante del saqueo de los recursos venezolanos en el exterior.
Borrachos de miserias celebraron cada dolorosa herida que nos infligieron, a la vez que inventaban nuevas formas de sufrimiento para “torcernos el brazo”, como decía Obama, todo fashion, todo muerto de la risa. Este brazo terco nuestro que aquí, en la bajaíta, esperándolos con Maduro, no se dejó torcer.
"¡Presidenchí Maduro!": ahora es el primer ministro de Portugal quien busca acercarse al gobierno venezolano, al de verdad, verdad, claro. Ahora todo risas, todo amabilidad, le pregunta a Nicolás cómo nos va. "¡Muy bien!", contesta, de una y sin dudas. Y ahí, en la bajaíta le pregunta de rebote al portugués cómo está su país. Un soplo anticipado de invierno hizo temblar al Primer Ministro, y el tono festivo de la conversación se hizo lastimero… "Va bien… pero no es fácil, con el costo del petróleo y del gas es un problema…". A lo que el presidente Maduro contesta: "Cuando quiera nos visita, tenemos muchos portugueses en Venezuela".
Muchos portugueses tenemos aquí en la bajaíta, y mucho petróleo también.
Mientras tanto, el imbécil cara de cárcel que llamaron "Interino", ese que ahora nadie ni llama, ni nombra; desde su cuenta Twitter que es su despacho presidencial (E), pelea con el aire viciado que lo envuelve y le exige respeto, exige la revisión de los organismos multilaterales, exige una cura para el acné… en fin, exige reconocimiento, porque el muy tarado fue el único que se creyó la mentira que construyeron alrededor de él. ¡Hasta Fabi Fabulosa sabía que todo era un lucrativo show!
Y aquí estamos, remontando la montaña de dificultades que nos impusieron las sanciones, las mentiras, la soberbia errática de un sistema putrefacto, los subgobiernos sicarios de la Casa Blanca cuyos líderes hoy, fingiendo amnesia, buscan la mano tendida de nuestro Presidente Nicolás. Y él, como siempre, todo cabeza fría, todo nervios de acero, todo paciencia estratégica, con su sonrisa de Súper Bigote, saluda con amabilidad a quienes huyendo del invierno de sus propias mentiras, terminan hoy estrellándose con la inevitable verdad, aquí en la bajaíta.