Relatos de un Tulipán: Tres historias entre Estambul y Teherán
Arribo a Teherán a las 5.30 de la mañana después de un viaje en el tiempo acompañado de tres historias que expusieron el pasado, el presente inmediato y el futuro potencial.
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Relatos de un Tulipán: Tres historias entre Estambul y Teherán
Dos días han quedado fijados en el itinerario como el plazo de tiempo-espacio que me separan de Teherán. He recorrido ya las primeras once horas de tramo y hago vida en el aeropuerto de Estambul, Turquía mientras espero el inicio de un tour que ofrece la aerolínea por la ciudad a aproximadamente 50 almas que coinciden agotadas y trasnochadas por una escala forzada de más de seis horas en la mitad del mundo.
Dos chicos muy sonrientes se paran a mi lado. Mi inseguro inglés se fusiona con mi seguridad latina y busco conversación:
- ¿Where are you from? ¿When is your next flight?
Son pakistaníes y retornan a Pakistán, su vuelo sale a las 8:00 pm. Son musulmanes.
- ¿Suníes o chíes?, pregunto.
Me sonríen y responden terminando la frase del otro como esas personas que llevan mucho tiempo conviviendo juntas y operan de forma simbiótica:
"Él es Suni, yo soy chií” – “Él es chií y yo suní”, dicen.
"¿Really?", les repregunto extrañada. Según la información que traigo de casa, hoy están más distantes que nunca estas ramas del Islam. Los separó quién fue para cada sector el correcto sucesor del Profeta, y hoy en día, los separa, principalmente, la hipocresía ante la causa palestina.
“Sí. Desde hace más de quince años somos amigos. Sabemos que existe diferencia, pero para nosotros, eso no es importante", me contestan.
Primer sorbo de perspectiva sobre los fractales que contiene esa realidad
Subimos y bajamos del autobús para almorzar en un restaurante en el centro de la ciudad y un alemán que lleva cinco años viviendo en Shanghái, me pregunta extrañado por qué voy a Irán, luego, por qué estudiar ese idioma, luego, que por qué no otro idioma “más comercial”, y viendo que se trata de un hombre de negocios le respondo con la razón más obvia, lo que quien sabe, sabe; el lugar común, para que pierda el interés en mí: voy porque es un país muy rico en lo cultural.
Me suelta como anzuelo a la lengua que tenga presente que son represivos y que es muy antigua (de anticuada) la cultura. Le digo que tal vez lo segundo es lo que me atrae y que quizás lo primero sea un mito que quiero corroborar. Se ríe con la sonrisa de quien sabe quedarse en su lugar.
Comemos juntos y le pregunto si le gusta vivir en Shanghái. Me dice que sí. Que todo lo malo que se dice de China es un mito. Y lo ha podido corroborar.
Guiño. Nos reímos.
Comemos y siento que me sigue mirando, extrañado, como si algo no le encajara entre mi apariencia o mi edad o mi género, o todo eso, y mi plan.
Le ahorro camino: “I’ts simple. I’m a BRICS girl”.
El hombre parece saber de economía o de negocios visionarios por sólidos a largo plazo. Su media sonrisa me lo certifica y luego de asentir lentamente me comparte un breve análisis desde sus intereses y el prisma con el que ve la vida.
- Entonces, es por eso que quieres estudiar farsi. Irán es ahora un BRICS. Los BRICS, con su diversidad de monedas son el presente y el futuro.
Asiento para simplificar el debate mientras le doy un sorbo a mi primer té turco y muerdo un baklava. Él se termina de comer el suyo, reflexiona mientras mastica y traga y remata:
- Europa ya pronto será solo un destino de vacaciones y es culpa de los burócratas europeos, pero pocos quieren reconocerlo. La política occidental se dirige sobre simplezas, evitando la sustancia por cualquier medio
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Relatos de un Tulipán: Tres historias entre Estambul y Teherán
Segundo sorbo de perspectiva y realidad, y apenas es la hora del almuerzo
Comienza a llover y a nevar. La ciudad no se quiere dejar mirar. Volvemos al aeropuerto, olvido la maleta de mano en el autobús y en medio de mi apresurada búsqueda, vuelvo a encontrarme al alemán quien me dice que aún falta tiempo para nuestros vuelos y si lo deseo, puedo acompañarlo junto a los demás al lounge a esperar, así podemos seguir conversando sobre los Brics, sobre China, sobre Irán y también sobre una que otra farsa mundial contra estos lugares cuyas bondades la propaganda occidental se empeña en ocultar.
Miramos las pantallas para verificar nuestros vuelos y me congelo cuando leo: Tehran-Cancelled. El alemán me acompaña a verificar el nuevo horario de mi vuelo y en efecto, ya no sale a las seis de la tarde. Fue postergado por mal clima hasta las tres de la mañana.
Suspiro agotada. Ya volé doce horas, paseé cinco y me esperan ocho horas más en el “mejor aeropuerto del mundo” que es realmente un gran centro comercial. Algo que no me interesa mucho.
Miro a mi lado y en medio de mi consternación me sorprende la cara de alegría del alemán, me confiesa su alegría en un inglés demasiado acelerado y al ver que no le comprendo del todo repite todo en el micrófono de su teléfono, me lo pasa y leo la traducción: “Genial. Podemos conversar más. Además, mi vuelo sale en una hora y si lo deseas te puedes quedar en el área donde estaré como mi invitada. Estarás a salvo y cómoda. No tendrás que pasar la noche en el suelo. No te hará falta nada. No te preocupes. Eso sí, quiero saber sobre tu experiencia en Irán”.
- Excuse me, ¿can we seat here?
Despierto de golpe, sujeto mi maleta de mano con la mano izquierda y con la derecha me limpio la cara. Agachado ante mí veo a un señor de aproximadamente sesenta años. Me sonríe y señala las sillas vacías que están a mi lado en el espacio del lounge donde quedé esperando la llegada de mi vuelo luego de conversar un par de horas con el alemán.
- ¡Of course, please!, respondo al mirar que le acompaña su esposa.
Se sientan uno a cada lado de mi butaca. El bufé sigue abierto y aprovecho para comer algo antes de abordar. Compartimos la comida y un breve dossier de nuestras vidas. Yo, una venezolana rumbo a Irán; ellos, un matrimonio egipcio que retornan de vacaciones a El Cairo. Tras unos minutos de silencio en el que podía sentir el barullo de sus pensamientos, la egipcia rompe el dique de su boca y me pregunta si no me da miedo ir. Sin darme tiempo a responder remata haciéndome una especie de oferta turística un poco tétrica: me asegura que su país, Egipto, es más seguro y una mejor opción para mí.
Su argumento fue demoledor:
- Es más seguro mi país ¿sabes por qué? porque hacemos pactos con el vecino y él no se mete con nosotros. Mientras el vecino (Israel) esté contento no hay problema, porque entre ellos y nosotros, está Palestina, y son ellos (los palestinos) quienes se llevan todos los golpes”.
Su mediana sonrisa y seguridad me espanta. Lanza una mirada a su marido buscando apoyo y complicidad, pero él no parece muy convencido.
En su exposición me sorprende la forma, el desparpajo, pero no el argumento o contenido, pues recuerdo haber visitado cuatro ciudades egipcias en 2024 y sólo encontré una pintada a favor de Palestina en el poblado nubio en Asuán. Un poblado al que los turistas pueden visitar, sólo si pagan un poco más si desean tener una experiencia “lejos de los templos faraónicos y más cercana a la vida cotidiana en el Egipto de la actualidad”.
Fuera del poblado nubio, Egipto parece ocultar toda referencia a lo que vive Gaza desde el 13 de octubre de 2023 para no ahuyentar al turismo que llega de EE.UU. o Europa, principalmente España. Y esto devela en gran parte que, de cara a la realidad, antes que Gaza, los intereses comerciales de Egipto siempre irán en primer lugar.
La egipcia me saca de la abstracción de pensamientos y vuelve a hablarme enfatizando el contraste entre Irán y Egipto. Suma sobre Teherán “they are very restrictive”. Asegura que en Egipto las cosas son diferentes. Sostiene una copa de champagne mientras me dice que habla con propiedad, porque ella es musulmana y toma alcohol porque no hacerlo es de “radicales”.
Prefiero no hablar. Hasta yo sé que el asunto alcohol no va de “ser radical”. Lo he leído en la sura 5 del Corán. Es Haram. Es parte esencial de practicar el islam. Y en Irán es parte de la ley también por asuntos de salud mental ante la enajenación que produce consumir narcóticos (no hay manera de controlar que un hombre atribulado por problemas laborales o emocionales consuma alcohol y no se vuelva contra sus familiares. Y preservar a la familia es prioridad en Irán, y una de los principales factores de choque con las intromisiones del mundo occidental).
La egipcia decide que ha dicho todo lo que le interesa decir, da un sorbo a su copa. Yo vuelvo a mi comida y tomando un poco de jugo de naranja paso ese tercer shot (trago), bien amargo, acerca de lo que está por delante en cuanto a las complejas divisiones en el mundo musulmán.
Diez horas después de haber aterrizado en Estambul, me dirijo a la puerta de embarque, hago una videollamada a mi doliente principal antes de perder conexión a internet, me despido y cuelgo para pedirle a Laya que se corra y me permita llegar a mi asiento. Me tocó ventana.
Laya, es una de las tres mujeres que ingresa al avión rumbo a Teherán vistiendo un velo negro que le cubre el cuerpo entero y le toca a mi lado.
- ¿Are you Persian?, me pregunta.
- No, I’m from Venezuela, le contesto.
- Oh, ¿do you want to have my number? ¡I’m here for you. For everything you need! My flight was cancelled and maybe God puts me here, for you.
Me conmuevo ante el primer encuentro con la tan mencionada hospitalidad iraní. Nos damos la mano y sonreímos. Intercambiamos número. Me dice algo sobre el significado de mi nombre que al parecer es más que un nombre compuesto, y en árabe tiene un significado diferente, pero cuando intenta explicarme, nos interrumpen con la solicitud de colocar los cinturones de seguridad en turco, en farsi y en inglés. Laya y yo nos desconectamos. Ella saca su rosario verde y yo me quedo dormida escuchando sus súplicas.
Hora y media más tarde, nos despierta el llamado a oración en la aplicación que descargué meses atrás para familiarizarme con los cinco llamados a oración propios de los países islámicos. Laya se sorprende. No comprende. Me pregunta si soy musulmana y si esa es la hora verdadera.
- No. Sí.
Sin reparos se dispone a sacar de nuevo su rosario y una piedra de oración que coloca sobre una tela cuadrada. A continuación, se postra varias veces sobre la tabla para comer de su asiento, y llora. Su vehemencia genera tensión. Solo ella lo está haciendo, entre todos los pasajeros del avión.
Respeto su privacidad y veo por la ventana cómo se rompe la oscuridad con los primeros rayos de sol. Arribo a Teherán a las 5.30 de la mañana después de un viaje en el tiempo acompañado de tres historias que expusieron el pasado, el presente inmediato y el futuro potencial. Es 20 de febrero de 2025 y el día 2 del mes de Esfand, el último del año 1403 en el calendario persa, el que rige a Irán.