A principios de octubre, el israelí-ucraniano Boris Wolfman fue arrestado en Rusia. Se le acusa de ser el cerebro de una red criminal de tráfico de órganos. Su captura, completamente ignorada por los medios occidentales, abre la posibilidad de que, por fin, se haga justicia en varios escándalos importantes de tráfico de órganos que se remontan a muchos años atrás.

La detención de Wolfman también pone de relieve el papel, poco estudiado, de "Tel Aviv" como centro mundial de la extracción y el tráfico ilegal de órganos. Lamentablemente, el genocidio de Gaza podría haber facilitado enormemente este perverso comercio.

Desde el 7 de octubre de 2023, circulan ampliamente denuncias creíbles de que las Fuerzas de Ocupación Sionistas extraen ilegalmente los órganos de palestinos asesinados. En noviembre de ese mismo año, Euro-Med Monitor publicó un informe que documentaba cómo soldados israelíes confiscaron decenas de cadáveres de importantes hospitales en Gaza, y llegaron incluso a exhumar y saquear fosas comunes construidas en sus terrenos para dar cabida al flujo constante de civiles asesinados. Si bien algunos cuerpos fueron entregados posteriormente a la Cruz Roja, muchos otros fueron y siguen retenidos.

Euro-Med Monitor documenta la cantidad de cadáveres que presentaban claros indicios de extracción de órganos, como la ausencia de cócleas y córneas, así como de corazones, riñones e hígados. Desde entonces, la entidad sionista ha entregado un número simbólico de cadáveres de palestinos asesinados a sus familiares supervivientes de forma intermitente.

Con frecuencia, los cuerpos están tan descompuestos que resultan irreconocibles, lo que dificulta, cuando no imposibilita, la realización de autopsias profesionales y la identificación de posibles robos de órganos. En ocasiones, los cadáveres están completamente congelados, lo que complica aún más los exámenes médicos y puede ocultar el robo de órganos.

 

 

 

 

 

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El cuarto Convenio de Ginebra de 1949, exige el respeto a la dignidad de los civiles fallecidos y prohíbe explícitamente el saqueo o la mutilación de sus cuerpos en tiempos de guerra. Sin embargo, la entidad sionista no solo no ha ratificado el tratado, sino que rechaza expresamente su aplicabilidad a Gaza y a la Cisjordania ocupada ilegalmente. Además, leyes locales repugnantes y precedentes legales propios de "Tel Aviv" otorgan a las autoridades el poder de negarse a entregar los cuerpos de palestinos fallecidos a sus familias.

Sus cuerpos pueden ser utilizados como macabras monedas de cambio, o sus órganos saqueados con impunidad. Durante décadas, la entidad sionista ha sido el núcleo internacional del tráfico ilícito de órganos. Si bien los palestinos llevan mucho tiempo denunciando el robo de órganos de sus camaradas caídos, no fue hasta principios de la década del 2000 que esta práctica se admitió oficialmente.

Yehuda Hiss, director del Instituto Abu Kabir de "Israel", se jactó abiertamente de extraer piel, huesos y otros materiales humanos durante las autopsias. Nunca fue castigado, lo que sugiere que sus macabras actividades contaban con la aprobación del Estado.

Esta interpretación se ve ampliamente reforzada por la obra de Meira Weiss, exempleada del Instituto, publicada en 2014 bajo el título «Sobre sus cadáveres». En ella, revela cómo, durante la Primera Intifada (1987-1993), funcionarios del ZOF ordenaron al centro «extraer órganos de palestinos amparándose en una normativa militar que exigía la realización de una autopsia a cada palestino fallecido». Esto les otorgó carta blanca para apropiarse de lo que quisieran de los cuerpos bajo su custodia. Los miembros del aparato del Instituto recordaban con nostalgia aquellos años como «los buenos tiempos», ya que podían sustraer órganos «de forma sistemática y sin restricciones».

Resulta inquietante que el catastrófico saldo de muertes del genocidio en Gaza pueda representar el comienzo de una nueva era de prosperidad para el tráfico de órganos israelí. Es improbable que la detención de Wolfman y el derrumbe de las conspiraciones que dirigía afecten a las operaciones de "Tel Aviv" en este ámbito. Él era solo una pieza más en una extensa red mundial de traficantes israelíes. Como la hidra, la eliminación de Wolfman simplemente dará lugar a que otros ocupen su puesto. Al fin y al cabo, las ganancias son altas y los riesgos, misteriosamente, bajos.

En julio de 2015, el Parlamento Europeo publicó un informe histórico sobre el tráfico de órganos. En su introducción se señala que, «antes del año 2000, el problema del tráfico de órganos humanos… se limitaba principalmente al subcontinente indio y al sudeste asiático». Sin embargo, el informe indica que, tras el cambio de milenio, «el tráfico de órganos parece haber comenzado a extenderse a nivel mundial, impulsado en gran medida por médicos israelíes». El documento detalla además varios casos de tráfico de órganos de gran repercusión.

En todos los casos, salvo uno, las pruebas apuntaban directamente a la entidad sionista. Un mapa adjunto de las rutas internacionales del tráfico de órganos sitúa a "Tel Aviv" en el centro, con sus ciudadanos como principales clientes y al frente de las bandas que suministran órganos a compradores extranjeros. Un caso citado fue el de un importante hospital sudafricano que, en 2003, realizó más de 100 trasplantes ilegales a pacientes extranjeros, la mayoría procedentes de "Israel".

Las autoridades locales descubrieron cómo una organización criminal liderada por el influyente israelí Ilan Perry reclutaba a personas pobres y desesperadas de Brasil, Rumania y otros países, dispuestas a vender sus órganos por una suma simbólica, para luego transportarlas a Sudáfrica. Los compradores pagaban grandes sumas por los trasplantes; Perry, el "traficante de órganos", y sus socios se quedaban con la mayor parte, y el resto se destinaba a los "donantes" y al personal hospitalario para realizar los procedimientos ilegales, guardando silencio sobre la connivencia.

Otro caso citado es el escándalo de la Clínica Medicus en Pristina, Kosovo. Estalló en octubre de 2008 , cuando un joven turco se desplomó en el aeropuerto de la ciudad. Tras descubrirse una cicatriz quirúrgica reciente en su abdomen, explicó que le habían extirpado un riñón en la clínica, lo que desencadenó una redada policial. La Clínica Medicus ya estaba bajo la lupa de las autoridades locales debido a la gran cantidad de extranjeros que llegaban a Pristina con cartas de invitación para recibir tratamiento cardíaco en la clínica, servicio que esa entidad no ofrecía. 

Investigaciones posteriores revelaron que el israelí Moshe Harel y el médico turco Yusuf Sonmez —conocido como «el traficante de órganos más famoso del mundo»— eran los responsables de captar clientes, quienes pagaban más de 100 cien dólares por los trasplantes. Las cirugías eran realizadas principalmente por profesionales médicos locales de Kosovo y Albania. Los pacientes pasaban un breve período de recuperación antes de ser dados de alta, y se les proporcionaba «información sobre su tratamiento para que la presentaran a sus médicos en sus países de origen». Los donantes no recibían tal trato.

Como señala el informe de la UE, los proveedores se vieron obligados a firmar documentos que certificaban que donaban sus órganos «voluntariamente a un familiar o altruistamente a un desconocido». Estos documentos estaban redactados en albanés y no se tradujeron. Si bien, en algunos casos se les prometieron pagos de hasta 30 mil dólares, «varios solo recibieron una parte del dinero y otros nada en absoluto». A quienes recibieron una parte se les dijo que recibirían el resto «con la condición de que ellos mismos reclutaran a otros “donantes”».

'Precio notable'

Boris Wolfman también estuvo directamente implicado en el caso Medicus. Si bien era buscado en múltiples jurisdicciones y tenía una orden roja de Interpol, permaneció prófugo en Turquía durante años hasta su reciente deportación a Rusia. Increíblemente, mientras tanto puso en marcha otra red de tráfico de órganos, explotando a kenianos vulnerables por pequeñas sumas de dinero, vendiendo sus riñones y otros órganos a compradores adinerados de Alemania e "Israel" por hasta 200.000 dólares. Al igual que en Kosovo, los donantes no recibieron el dinero prometido ni la atención médica adecuada después de la operación.

Queda por ver si su procesamiento arrojará alguna luz sobre la extensa red criminal en la que operaba, o si la entidad sionista podría estar directamente implicada en la empresa de Wolfman. Aun así, que se enfrente a un juicio es casi un milagro. Sus cómplices en la trama de terror de Medicus han demostrado una sospechosa impunidad ante las consecuencias legales de sus monstruosas actividades. Sonmez, asimismo, vivió libremente en Turquía durante algunos años tras el desmoronamiento de la conspiración, a pesar de enfrentar cargos penales en varios países.

Los fiscales turcos pretendían condenarlo a 171 años de prisión, pero Sonmez nunca pisó la cárcel y parece haber desaparecido sin dejar rastro. Mientras tanto, Harel fue arrestado por la policía israelí en 2012, pero posteriormente fue liberado. Seis años después, fue detenido de nuevo en Chipre con una orden de Interpol, pero las solicitudes de extradición presentadas por las autoridades de Kosovo, inexplicablemente, no han tenido respuesta. Si la continua libertad de ambos es indicativa de protección estatal es una pregunta abierta y evidente.

El Holocausto perpetrado por la entidad sionista en Gaza durante el siglo XXI, junto con sus desastrosas guerras contra Hizbullah e Irán, han tenido un impacto considerable en sus finanzas, según Focus Economics. Por ejemplo, el turismo, que alguna vez fue un pilar fundamental de los ingresos de "Israel", se redujo drásticamente, pasando de millones de visitantes anuales a prácticamente cero. «Una recuperación total podría tardar varios años y probablemente dependa del cese definitivo de las hostilidades con Hamas, Hizbullah e Irán», pronostica la publicación, lo cual resulta sorprendente dado que la Resistencia no puede coexistir pacíficamente con "Tel Aviv".

Mientras tanto,

• la entidad sionista sigue sufriendo una fuga masiva de cerebros,
• la huida de los inversores extranjeros,
• el aislamiento diplomático
• y una enorme pérdida de confianza entre sus principales socios comerciales en el extranjero.

De forma grotesca, el tráfico de órganos podría representar una de las pocas fuentes de ingresos fiables en esta etapa. Con miles de palestinos, vivos y muertos, bajo su custodia, "Israel" sin duda cuenta con recursos suficientes para alimentar este comercio. El silencio mediático sobre la detención, largamente esperada, de Wolfman podría indicar que los titiriteros en el extranjero de la entidad están tranquilos ante esta posibilidad.