Plaza Murillo: histórica, convulsa y sosegada
Uno de los espacios públicos más importantes de Bolivia es sin duda la plaza Murillo, situada en el centro de la ciudad de La Paz, a más de tres mil 600 metros sobre el nivel del mar.

Un lugar lleno de historia, por años testigo de hechos convulsos y sangrientos, que a diario acoge a turistas interesados en capturar imágenes de recuerdo, niños jugando y ofreciendo golosinas a las numerosas palomas que revolotean, ancianos sentados en los bancos conversando mientras toman el sol, vendedores, limpiabotas, transeúntes.
Es constante el ir y venir por esta área urbana que asemeja un pintoresco cuadro, alegre y vivaz, lleno de esculturas y sitios que cuentan, cada uno, un fragmento de la vida de esta nación sudamericana.
En tiempos coloniales el sitio fue llamado plaza Mayor; luego, de Armas; establecida la República fue nombrada 16 de Julio y finalmente plaza Murillo mediante Ordenanza Municipal del 3 de febrero de 1902, en honor de Pedro Domingo Murillo (1759-1810), quien participó en el levantamiento del 16 de julio de 1809 y fue ejecutado en estos predios.

En su entorno alberga edificios emblemáticos, como la Catedral Metropolitana Nuestra Señora de La Paz, el Palacio Legislativo y el Palacio Quemado, sede de gobierno por más de 150 años hasta el pasado 9 de agosto, cuando el presidente Evo Morales inauguró la Casa Grande del Pueblo, moderna edificación ubicada a unos 100 metros de allí.
En el centro de la plaza se alza el monumento a Murillo, un conjunto escultórico de bulto redondo de cinco piezas, cuatro clasificadas como estatuarias y una ornamental.
La principal, de tres metros de alto, confeccionada en bronce y estilo neoclásico por el escultor italiano Ferruccio Cantella e inaugurada el 22 de agosto de 1909, corresponde al patriota independentista, quien aparece arropado con traje de la época, sosteniendo en uno de sus brazos una capa y en el otro la proclama de la Junta Tuitiva.
En el pedestal del monumento está la imagen escultórica de una mujer que representa a la Madre Patria; a su lado un soldado libertador y a la derecha un león de bronce que simboliza el arrojo y la victoria.
Con el tiempo se ubicaron en el área bellas figuras femeninas construidas con mármol de Carrara que representan las cuatro estaciones del año: verano, invierno, otoño y primavera, y a las cuatro musas de las artes: la Pintura, la Arquitectura, la Música y la Escultura.
Más reciente, en el año 1997, con motivo de celebrarse el LXII aniversario y el día del excombatiente, la Federación Nacional de Mutilados e Inválidos Heridos Beneméritos de la Patria de la Guerra del Chaco, hizo erigir un patíbulo simbólico frente al Palacio Quemado, el cual rinde homenaje al mártir Murillo y a los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.
El frontis que da al antiguo Palacio de Gobierno presenta una antorcha, objeto que recuerda una frase pronunciada por Murillo el día de su ejecución: "La tea que dejo encendida, nadie podrá apagar".

Con motivo de las celebraciones del Bicentenario, el Gobierno Municipal instaló en su espacio central las imágenes de los protomártires de la revolución julia, según el orden en que éstos fueron ejecutados.
En tanto, en el lado sur de la plaza, existe una placa de bronce que marca el Kilómetro Cero, el cual determina con exactitud un punto de partida para todos los caminos del Estado boliviano, de acuerdo al Decreto Supremo número 06283 del 23 de noviembre de 1962.
Tradicionalmente la plaza Murillo acoge las ceremonias oficiales, abanderamientos, salvas de artillería y retretas de las bandas militares que se realizan en conmemoración del 6 de agosto de 1825, fecha en que Bolivia declaró su independencia y nació a la vida republicana.
Realmente un espacio muy querido por los bolivianos y admirado por los foráneos. Un lugar que atrapa por su valor histórico y pasado convulso, por sus bellezas escultóricas y por su ambiente acogedor, capaz de dar sosiego al visitante.