El Mundial de fútbol de 2026 irá a... ¿Norteamérica?
Aunque los principales focos están dirigidos hacia la Copa Mundial de Rusia-2018, en la jornada de hoy muchos fieles del fútbol estarán atentos estrictamente a la elección de la sede de 2026.

A la votación se presentan dos candidaturas: Marruecos y la conjunta entre Estados Unidos, Canadá y México, esta última -de acuerdo con los especialistas- la gran favorita para ganar la disputa en el 68 Congreso de la Federación Internacional de balompié (FIFA), en esta capital.
Norteamérica especula con números desorbitantes, confort, hotelería de lujo y mucho futurismo. En realidad, el grupo mexicano-canadiense-estadounidense repite cada segundo que un torneo en esa región generará 14 mil millones de dólares en ingresos, mientras FIFA se embolsaría otros 11 mil millones en sus arcas.
Contra esas cifras estratosféricas, dicen los expertos, poco se puede hacer, la competencia roza lo desleal, incluso cuando jamás en la historia tres países lograron unirse para organizar un Mundial.
Según el plan, Estados Unidos acogería el grueso de los partidos, 60 en total, mientras Canadá y México se repartirían los otros 20 a partes iguales.
Vale recordar que los estadounidenses acogieron la justa de 1994 y México las ediciones de 1970 y 1986, mientras Canadá nunca tuvo el honor de servir de asiento a estos certámenes del orbe.
En condiciones normales se pudiera decir mucho de Marruecos, pero la candidatura del país norafricano se tambalea ante la de sus poderosos rivales, mucho más si tenemos en cuenta que la justa de 2026 será la primera con 48 equipos.
Los marroquíes lograron el apoyo de varias federaciones europeas en las últimas semanas, principalmente la de Francia, sin embargo, sus posibilidades parecen, según especialistas, bastante discretas.
Hasta la votación definitiva, prevista para este miércoles en el Congreso de la FIFA, nada podrá darse por sentado, mucho más luego de los nombramientos de Rusia y Qatar para 2018 y 2022, cuando ninguna de esas dos candidaturas parecían destinadas a la victoria.
La única gran diferencia de aquella ocasión y la actual, es que después de la concesión de esas dos sedes estalló el mayor escándalo de corrupción en la historia de la FIFA, que devino en la ruidosa renuncia del entonces presidente, el suizo Joseph Blatter, y de muchos otros altos dirigentes de la entidad.