Imperativo sionista: Matar, matar y matar "animales" humanos
Este imperativo de matar, matar y matar "animales" humanos explica la violencia que tiene lugar a las puertas de Gaza durante las últimas semanas.
Dos espectáculos se desarrollaron en Palestina el lunes. En Gaza, francotiradores del ejército israelí dispararon y mataron a 58 palestinos, incluidos seis niños, e hirieron a casi otros tres mil en medio de escenas de humo, fuego, gases lacrimógenos, polvo, agonía y sangre. Todo ello sucedía mientras que a penas 50 millas de distancia en Jerusalén se aperturaba nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén.
Según un artículo difundido en Counterpunch.org, de la autoría de Saree Makdisi, la yuxtaposición de estas dos escenas contemporáneas resume a simple vista la totalidad del conflicto asesino del sionismo con el pueblo palestino.
Los palestinos atacados y ejecutados uno por uno por francotiradores israelíes se habían reunido para exigir su derecho a regresar a sus tierras y hogares dentro del resto de Palestina. Ellos fueron expulsados de sus hogares durante la limpieza étnica sionista de Palestina en 1948 por la sencilla razón de que no son judíos.
El historiador israelí, Benny Morris, en una entrevista con Haaretz en 2004 justificaba la limpieza étnica. "Un estado judío no habría nacido sin el desarraigo de 700 mil palestinos", dijo entonces.
El demógrafo Arnon Sofer de la Universidad de Haifa es el arquitecto del aislamiento actual de Gaza. En 2004, aconsejó al gobierno de Ariel Sharon que retire las fuerzas israelíes de dentro de Gaza, selle el territorio del mundo exterior y simplemente dispare a cualquiera que intente escapar.
"Cuando 2.5 millones de personas vivan en una Gaza cerrada, va a ser una catástrofe humana", dijo Sofer a un entrevistador en el Jerusalem Post (11 de noviembre de 2004). "Esas personas se convertirán en animales aún más grandes de lo que son hoy, con la ayuda de un insano Islam fundamentalista. La presión en la frontera será horrible. Va a ser una guerra terrible. Entonces, si queremos seguir con vida, tendremos que matar, matar y matar. Todo el día, todos los días". Agregó que lo único que le preocupa es cómo garantizar que los niños y los hombres que van a tener que hacer la matanza puedan regresar a casa con sus familias y ser seres humanos normales.
Este imperativo de matar, matar y matar "animales" humanos explica la violencia que tiene lugar a las puertas de Gaza durante las últimas semanas.
En respuesta a los asesinatos y disparos actuales, un alto miembro del parlamento israelí, Avi Dichter, aseguró a su audiencia en la televisión en vivo el lunes que no deben preocuparse demasiado. Su ejército, les dijo, "tiene suficientes balas para todos". Si cada hombre, mujer y niño en Gaza se reúne en la puerta, en otras palabras, hay una bala para cada uno de ellos. Todos pueden ser asesinados, no hay problema".
según Makdisi, la intención genocida expresada por gente como Sofer y Dichter -la corriente principal y las figuras más importantes de la política israelí- es tan obvia que hace que la interpretación asidua de sus palabras sea innecesaria. La población de Gaza es exterminable porque no es judía: así es la situación, no según los críticos del asedio de Gaza, sino según sus arquitectos, planificadores, facilitadores y partidarios.
Por esa exterminabilidad, y la habilidad de realizarla de forma calmada y metódica ("matar y matar y matar") garantiza una cosa, según Sofer (en esa misma entrevista): "garantiza un estado judío sionista con una abrumadora mayoría de judíos". Para ser claros, entonces: de acuerdo con sus propios planificadores y arquitectos, estas son sus palabras, no las mías, "el mantenimiento de un estado" judío sionista "requiere fundamentalmente que el ejército israelí se prepare con una bala para cada hombre, mujer y niño en Gaza, y dispararles uno por uno si se acercan a las puertas encerrándolos. Y si no queda ninguno después que el humo se aclare, bueno, tanto mejor. "Los niños y hombres" israelíes regresarán con sus familias y dormirán mejor por la noche por no tener que matarlos más", dijo.
Exactamente como francotiradores israelíes estaban siguiendo sus órdenes de "matar, matar y matar", Jared Kushner estaba marcando la ocasión de la apertura de la embajada con un discurso tonto exaltando las virtudes de su bombardero suegro. Kushner estaba facultado para presentar este discurso no por sus cualidades (no tiene ninguna), no por sus logros (no tiene ninguno), no por sus ideas (no tiene ninguna), no por su carisma o fuerza de carácter ( él no tiene ninguno), no por sus habilidades de oratoria (no tiene ninguno), y ciertamente no por las cualidades entusiastas del discurso en sí (no tenía ninguno). Él fue facultado para hacerlo simplemente porque él es judío; ese es el único atributo que lo trae a la mesa: un acto de nacimiento.
Pero los actos de nacimiento se distribuyen al azar por la mano del destino. Y el destino le jugó una mano a Jared Kushner y una mano diferente a Ezzedine al-Samaak (14 años), Ahmad al-Shair (16 años), Said al-Khair (16 años), Ibrahim al-Zarqa (18 años) e Iman al-Sheikh (19 años). Todos ellos nacieron en Gaza, refugiados e hijos de refugiados conducidos por tropas de choque sionistas desde sus hogares en el suroeste de Palestina en 1948. A diferencia de Jared Kushner, que estaba en Jerusalén porque es judío, ellos no pueden ir a Jerusalén porque no son judíos. A diferencia de Jared Kushner, que puede ir a Jerusalén siempre que quiera en el futuro porque es judío, ellos nunca irán a Jerusalén porque el lunes francotiradores del ejército israelí les disparadoron en la cabeza y ahora están todos muertos. Habiéndoles robado su pasado y su presente, el estado de Israel les robó también su futuro. Y lo hizo, podría hacerlo, simplemente porque no son judíos.
Netanyahu dijo en la ceremonia: "Estamos aquí en Jerusalén, protegidos por los valientes soldados del ejército de Israel, nuestros valientes soldados están protegiendo las fronteras de Israel mientras hablamos hoy". "Valientes soldados", por supuesto, se refería a cobardes francotiradores que se escondían en posiciones reforzadas y disparaban a civiles desarmados a una distancia de mil metros; y al "proteger" se refería a matar, matar y matar, exactamente de acuerdo con la prescripción del Dr. Sofer.
Hay dos grupos raciales muy cercanos en Palestina. Los miembros de un grupo racial -al que pertenecen Netanyahu y Kushner- son libres de ir y venir cuando quieran, de vivir, viajar, estudiar, trabajar o criar niños. A los miembros del otro grupo racial se les niegan esos derechos en mayor o menor grado, aunque en ninguna parte más cruda y abyectamente que en Gaza, donde más de dos millones de personas simplemente han sido capturadas y almacenadas sin perspectivas o esperanzas, mucho menos derechos, simplemente porque su propia la existencia se considera una amenaza mortal a la identidad racial exclusiva de un estado que se estableció violentamente en su tierra y a su costa. Para mantener la identidad exclusiva de ese estado, estas personas deben aceptar su destino como carga esencialmente humana en almacenamiento permanente -una población superflua- o tomar las balas que el ejército israelí ha preparado para cada uno de ellos.
La yuxtaposición entre los racialmente privilegiados y los racialmente deshumanizados y exterminables ha sido tan clara como el cristal. Los sionistas liberales como Peter Beinart o Roger Cohen pueden retorcerse las manos y lamentarse por la cruda y explícita perversidad de Netanyahu y su círculo, o por la espantosa escena que se desarrolla en las puertas cerradas de Gaza. Se remontan a los días dorados de las décadas de 1950 y 1960, cuando los palestinos parecieron (para la fiebre de la imaginación sionista) desaparecer silenciosamente, como por arte de magia. Pero lo que está sucediendo hoy no es una aberración. Esto es lo que siempre ha significado el sionismo y lo que siempre implicará.
"El colonialismo no es una máquina de pensar, ni un cuerpo dotado de facultades de razonamiento", señaló una vez Frantz Fanon. "Es violencia en su estado natural". No es posible que un régimen colonizador-colonialista permita a un pueblo racialmente a expensas de otro sin el uso de la violencia. Como el propio Arnon Sofer admite, el mantenimiento de un "estado judío sionista con una abrumadora mayoría de judíos" requiere violencia institucionalizada permanente. Eso ya era cierto en 1948 y sigue siendo cierto hoy y seguirá siendo cierto hasta que este proyecto de exclusivismo racial y privilegio sea abandonado de una vez por todas por el espantoso anacronismo que es.