¿Por qué El Líbano centra buena parte de la atención en la 28 Cumbre de la Liga Árabe?
El Líbano acapara buena parte de la atención de la 28 cumbre árabe, en la que los principales actores regionales buscan que Beirut se avenga a un consenso que presupone tomar distancia de Irán.
A juicio de Ulises Canales, corresponsal de PL en El Líbano, la cita de la Liga Árabe (LA), que este 29 de marzo sesiona nivel de jefes de Estado en el balneario jordano del mar Muerto, tiene desafíos que rebasan con creces a una nación irrelevante en cuanto a tamaño geográfico y densidad poblacional, pero clave en lo geoestratégico.
Expertos y cancilleres tienen ante sí la responsabilidad de hallar posibles soluciones a profundas divisiones en el mundo árabe, retomar la aparentemente olvidada causa palestina y coordinar la lucha contra el terrorismo, en particular contra Daesh.
A los jefes de Estado árabes también les preocupan los conflictos en Siria, Yemen y Libia, el protagonismo regional de Rusia, y la percepción de una ascendente interferencia de Turquía e Irán, por no hablar de las políticas impredecibles de la nueva administración de Donald Trump.
Y son esos últimos puntos los que hacen volcar todas las miradas hacia la delegación que encabezará el presidente libanés, Michel Aoun, a quien Arabia Saudita y sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) reprochan una supuesta postura pro-iraní.
En la actual cumbre será insoslayable recordar que en una reunión de emergencia efectuada a inicios de 2016, el ministro de Relaciones Exteriores libanés, Gebran Bassil, rehusó condenar los ataques a las sedes diplomáticas sauditas en Irán en protesta por la ejecución de un clérigo chiita.
La actitud de Beirut desató una crisis diplomática con Riad, que se encargó de incorporar a sus vecinos del golfo Pérsico como Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, estados que también retiraron sus embajadores y alertas a sus ciudadanos para que se abstuvieran de viajar a El Líbano.
El reino wahabita respondió, además, con el cese de un plan de ayuda al Ejército y las Fuerzas de Seguridad libanesas por valor de tres mil millones de dólares, y la prohibición a sus ciudadanos de viajar a El Líbano, lo que aún hoy se resiente en la contraída industria turística local.
Aoun, quien llegó a la jefatura del Estado en octubre pasado tras un vacío presidencial de 29 meses atribuido en parte a las rivalidades entre Riad y Teherán, escogió Riad para su primer viaje oficial con la esperanza de limar asperezas con un tradicional aliado libanés.
Expertos y cancilleres tienen ante sí la responsabilidad de hallar posibles soluciones a profundas divisiones en el mundo árabe, retomar la aparentemente olvidada causa palestina y coordinar la lucha contra el terrorismo, en particular contra Daesh.
A los jefes de Estado árabes también les preocupan los conflictos en Siria, Yemen y Libia, el protagonismo regional de Rusia, y la percepción de una ascendente interferencia de Turquía e Irán, por no hablar de las políticas impredecibles de la nueva administración de Donald Trump.
Y son esos últimos puntos los que hacen volcar todas las miradas hacia la delegación que encabezará el presidente libanés, Michel Aoun, a quien Arabia Saudita y sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) reprochan una supuesta postura pro-iraní.
En la actual cumbre será insoslayable recordar que en una reunión de emergencia efectuada a inicios de 2016, el ministro de Relaciones Exteriores libanés, Gebran Bassil, rehusó condenar los ataques a las sedes diplomáticas sauditas en Irán en protesta por la ejecución de un clérigo chiita.
La actitud de Beirut desató una crisis diplomática con Riad, que se encargó de incorporar a sus vecinos del golfo Pérsico como Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, estados que también retiraron sus embajadores y alertas a sus ciudadanos para que se abstuvieran de viajar a El Líbano.
El reino wahabita respondió, además, con el cese de un plan de ayuda al Ejército y las Fuerzas de Seguridad libanesas por valor de tres mil millones de dólares, y la prohibición a sus ciudadanos de viajar a El Líbano, lo que aún hoy se resiente en la contraída industria turística local.
Aoun, quien llegó a la jefatura del Estado en octubre pasado tras un vacío presidencial de 29 meses atribuido en parte a las rivalidades entre Riad y Teherán, escogió Riad para su primer viaje oficial con la esperanza de limar asperezas con un tradicional aliado libanés.
Sus declaraciones posteriores a un canal egipcio elogiando la Resistencia de Hizbulah (Partido de Dios) y apoyando su derecho a portar armas junto con el Ejército nacional, irritaron a la familia Al-Saud que canceló un viaje oficial del rey Salman Bin Abdulaziz a Beirut.
La semana pasada, el primer ministro libanés y estrecho aliado de Riad, Saad Hariri, ratificó en El Cairo al presidente Abdel Fattah Al-Sisi el apego al "consenso árabe" y la identidad con Egipto, la más populosa potencia “sunnita” del mundo árabe, aunque no la más influyente.
Hariri anunció también días atrás que acompañará a Aoun a la cumbre de Jordania en una acción sin precedentes, aunque con una inequívoca intención de "amortiguar" cualquier posible desliz del primer mandatario, cuyo partido la Corriente Patriótica Libre es el principal aliado cristiano de Hizbulah.
A de nadie escapa -sostiene Canales- el hecho de que Hariri, líder de la Corriente predominantemente Mustaqbal y rival de Hizbulah, intenta cortar lo que en el CCG se describe como "creciente tendencia de influencia iraní en la región y particularmente en El Líbano".
Pese a reiterados llamados para que se desarme, la Resistencia se escuda en que es garante de la integridad del país frente al expansionismo de Israel, y además apoya con sus milicias al gobierno del presidente sirio, Bashar Al-Assad, en la lucha contra grupos armados y terroristas.
Valga acotar que tanto Hizbulah como Teherán son, junto a Moscú, sostenes militares de Damasco, y que los dos primeros también lideran las voces regionales más críticas con la guerra que desde hace dos años encabeza Arabia Saudita contra los rebeldes hutìes en Yemen. Pero dado que la división interna es una constante de la LA, todavía más desde los derroteros contrapuestos emprendidos por algunos Estados tras la llamada Primavera Árabe, la enemistad con Irán no es monolítica ni homogénea.
En el seno del propio CCG, baste como ejemplo Omán, y a nivel de la Liga Árabe no sólo El Líbano se sale del redil, pues Irak es el único país con población mayoritariamente chiita y estrechos nexos con la nación persa que, según todo indica, no tiene intenciones de sacrificar.
Pero si bien Irak rechazó la participación de ejércitos árabes en la lucha contra el Daesh, ahora apela a la contribución de esas naciones para reconstruir ciudades destruidas por los terroristas, teniendo en cuenta su severa situación económica agravada por la caída de los precios del petróleo.
Bagdad, no obstante, asiste a la 28 cumbre con un ambiente triunfalista en su ofensiva contra Daesh en Mosul y con un alto espíritu como resultado de ir venciendo a un enemigo común para los países árabes, además de constatar a comienzos de marzo progresos en su relación con Arabia Saudita.
De acurdo con apreciaciones de PL, quizás por todo ello, más que El Líbano en sí mismo, lo que generará expectativa en la cita del mar Muerto es que no se pueda definir una estrategia para sortear las fisuras en la comunidad de 22 naciones y estructurar una postura compacta frente a la hipotética amenaza persa.
La semana pasada, el primer ministro libanés y estrecho aliado de Riad, Saad Hariri, ratificó en El Cairo al presidente Abdel Fattah Al-Sisi el apego al "consenso árabe" y la identidad con Egipto, la más populosa potencia “sunnita” del mundo árabe, aunque no la más influyente.
Hariri anunció también días atrás que acompañará a Aoun a la cumbre de Jordania en una acción sin precedentes, aunque con una inequívoca intención de "amortiguar" cualquier posible desliz del primer mandatario, cuyo partido la Corriente Patriótica Libre es el principal aliado cristiano de Hizbulah.
A de nadie escapa -sostiene Canales- el hecho de que Hariri, líder de la Corriente predominantemente Mustaqbal y rival de Hizbulah, intenta cortar lo que en el CCG se describe como "creciente tendencia de influencia iraní en la región y particularmente en El Líbano".
Pese a reiterados llamados para que se desarme, la Resistencia se escuda en que es garante de la integridad del país frente al expansionismo de Israel, y además apoya con sus milicias al gobierno del presidente sirio, Bashar Al-Assad, en la lucha contra grupos armados y terroristas.
Valga acotar que tanto Hizbulah como Teherán son, junto a Moscú, sostenes militares de Damasco, y que los dos primeros también lideran las voces regionales más críticas con la guerra que desde hace dos años encabeza Arabia Saudita contra los rebeldes hutìes en Yemen. Pero dado que la división interna es una constante de la LA, todavía más desde los derroteros contrapuestos emprendidos por algunos Estados tras la llamada Primavera Árabe, la enemistad con Irán no es monolítica ni homogénea.
En el seno del propio CCG, baste como ejemplo Omán, y a nivel de la Liga Árabe no sólo El Líbano se sale del redil, pues Irak es el único país con población mayoritariamente chiita y estrechos nexos con la nación persa que, según todo indica, no tiene intenciones de sacrificar.
Pero si bien Irak rechazó la participación de ejércitos árabes en la lucha contra el Daesh, ahora apela a la contribución de esas naciones para reconstruir ciudades destruidas por los terroristas, teniendo en cuenta su severa situación económica agravada por la caída de los precios del petróleo.
Bagdad, no obstante, asiste a la 28 cumbre con un ambiente triunfalista en su ofensiva contra Daesh en Mosul y con un alto espíritu como resultado de ir venciendo a un enemigo común para los países árabes, además de constatar a comienzos de marzo progresos en su relación con Arabia Saudita.
De acurdo con apreciaciones de PL, quizás por todo ello, más que El Líbano en sí mismo, lo que generará expectativa en la cita del mar Muerto es que no se pueda definir una estrategia para sortear las fisuras en la comunidad de 22 naciones y estructurar una postura compacta frente a la hipotética amenaza persa.