El crimen contra el pueblo yemenita continúa impune
Este 25 de marzo se cumplen dos años del inicio de la invasión de la coalición saudita contra Yemen, una guerra que ha dejado miles de muertos y heridos, además de millones de desplazados y otros millones que tienen los días contados debido a la hambruna.

Hace dos años, Arabia Saudita lanzó la invasión contra la nación más pobre del mundo árabe, junto al reino participaron también naciones vecinas como Emiratos Árabes Unidos Qatar, Kuwait, Bahrein, Jordania, Sudán y Marruecos.
Gobiernos como Turquía, Estados Unidos y el régimen israelí calificaron de legítima y apoyaron a la administración de Abed Rabbu Mansour Hadi, todos plantearon la necesidad de combatir al movimiento popular yemenita Ansar Allah.
El principal objetivo de la invasión fue, es y será restablecer en el poder al expresidente Mansour Hadi, y para ello es importante la derrota de la resistencia de Ansar Allah.
Para algunos analistas, ese es el objetivo aparente. Lo cierto es que por medio de esa agresión se trató de desviar la atención de opinión pública saudita sobre los problemas internos de ese país, impedir el fortalecimiento de la resistencia chiita en Yemen y cortar así el eje de la resistencia.
No obstante, aprecian expertos que los resultados no han sido los esperados, pues la crisis económica de Riad se agrava y su influencia en el Medio Oriente se resquebraja con el fracaso que han tenido los grupos terroristas que financian y protegen en la región.
Por tanto, los efectos de su operación han sido negativos.
Sin embargo, los sistemáticos ataques contra el pueblo yemenita han dejado muerte y desolación, la devastación de toda una pobre infraestructura e instalaciones vitales y el empobrecimiento de su población, que padece severos niveles de hambruna.
Según datos de entidades internacionales, se estima que el daño ocasionado en Yemen es de unos 50 mil millones de dólares; sólo en infraestructura alcanza unos 7 mil millones de dólares y más de 7 mil millones más en los sectores de la economía y la producción.
Los últimos informes tributados por la ONU, Yemen vive una de las peores crisis desde 1945.
A juicio de Stephen O'Brien, jefe de asuntos humanitarios de la organización, Yemen es escenario de la "peor crisis humanitaria en el mundo", donde dos tercios de sus 18,8 millones de habitantes necesitan asistencia y más de 7 millones "ignoran de dónde provendrá su próximo alimento”, recordando los desplazamientos masivos de la población debido al conflicto que experimenta el país.
Organizaciones no gubernamentales han llegado a calificar la invasión de la coalición saudita como un crimen de lesa humanidad.
Lo peor de todo ha sido la postura asumida por la propia ONU al no haber tomado a lo largo de estos años medidas contra el reino saudita y sus aliados por la comisión de delitos tan graves para la humanidad.
En ese sentido y para ilustrar con datos concretos, se puede afirmar que la coalición es la responsable del 60 % de la muerte de 785 niños. Este hecho contradice el principal rol del organismo; salvaguardar la paz mundial y proteger los derechos humanos.
Sobran las razones para que la comunidad internacional de naciones asuma de una vez y por todas un frente común que denuncie al crimen que se comete contra el pueblo yemenita, una realidad prácticamente silenciada por los medios occidentales de la información y que el mundo necesita conocer para evitar que se produzcan hechos semejantes.
Gobiernos como Turquía, Estados Unidos y el régimen israelí calificaron de legítima y apoyaron a la administración de Abed Rabbu Mansour Hadi, todos plantearon la necesidad de combatir al movimiento popular yemenita Ansar Allah.
El principal objetivo de la invasión fue, es y será restablecer en el poder al expresidente Mansour Hadi, y para ello es importante la derrota de la resistencia de Ansar Allah.
Para algunos analistas, ese es el objetivo aparente. Lo cierto es que por medio de esa agresión se trató de desviar la atención de opinión pública saudita sobre los problemas internos de ese país, impedir el fortalecimiento de la resistencia chiita en Yemen y cortar así el eje de la resistencia.
No obstante, aprecian expertos que los resultados no han sido los esperados, pues la crisis económica de Riad se agrava y su influencia en el Medio Oriente se resquebraja con el fracaso que han tenido los grupos terroristas que financian y protegen en la región.
Por tanto, los efectos de su operación han sido negativos.
Sin embargo, los sistemáticos ataques contra el pueblo yemenita han dejado muerte y desolación, la devastación de toda una pobre infraestructura e instalaciones vitales y el empobrecimiento de su población, que padece severos niveles de hambruna.
Según datos de entidades internacionales, se estima que el daño ocasionado en Yemen es de unos 50 mil millones de dólares; sólo en infraestructura alcanza unos 7 mil millones de dólares y más de 7 mil millones más en los sectores de la economía y la producción.
Los últimos informes tributados por la ONU, Yemen vive una de las peores crisis desde 1945.
A juicio de Stephen O'Brien, jefe de asuntos humanitarios de la organización, Yemen es escenario de la "peor crisis humanitaria en el mundo", donde dos tercios de sus 18,8 millones de habitantes necesitan asistencia y más de 7 millones "ignoran de dónde provendrá su próximo alimento”, recordando los desplazamientos masivos de la población debido al conflicto que experimenta el país.
Organizaciones no gubernamentales han llegado a calificar la invasión de la coalición saudita como un crimen de lesa humanidad.
Lo peor de todo ha sido la postura asumida por la propia ONU al no haber tomado a lo largo de estos años medidas contra el reino saudita y sus aliados por la comisión de delitos tan graves para la humanidad.
En ese sentido y para ilustrar con datos concretos, se puede afirmar que la coalición es la responsable del 60 % de la muerte de 785 niños. Este hecho contradice el principal rol del organismo; salvaguardar la paz mundial y proteger los derechos humanos.
Sobran las razones para que la comunidad internacional de naciones asuma de una vez y por todas un frente común que denuncie al crimen que se comete contra el pueblo yemenita, una realidad prácticamente silenciada por los medios occidentales de la información y que el mundo necesita conocer para evitar que se produzcan hechos semejantes.