Pobreza en Latinoamérica, a medio camino

A pesar del reconocimiento de la comunidad internacional a los países de América latina por sus avances en la erradicación de la pobreza extrema, los gobiernos de la región aún tienen un largo camino por recorrer.Esta es la única región del orbe que ha logrado disminuir sus índices de escasez y desigualdad durante los últimos 15 años, asegura la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan.
En los países del área a lo largo de ese mismo periodo 60 millones de personas salieron de la estrechez, mientras que 80 millones se sumaron a la clase media (con ingresos per cápita diario entre 10 y 50 dólares), que hoy agrupa a un tercio de la población regional, añade la titular.
Asimismo, el porcentaje de ciudadanos viviendo con un salario inferior al estándar internacional de cuatro dólares al día cayó del 40 por ciento en 2000 al 25 por ciento en 2012. Señaló que "hemos dado los primeros pasos en el proceso de mejorar la calidad de vida y las oportunidades de los habitantes de América Latina".
"Sin embargo, hay mucho por hacer en los tiempos actuales que nos recuerdan la urgencia de acelerar las acciones para una mayor cohesión social que consolide los logros actuales y trascienda el bienestar material hacia el respeto de la dignidad de cada persona y de sus derechos fundamentales", manifestó Grynspan.
Los gobiernos latinoamericanos pueden alcanzar logros sin precedentes a través de un mayor fortalecimiento institucional, de acuerdos intersectoriales y de voluntad política, concluye la experta, pero insiste en el deber de avanzar y asumir nuevos desafíos con miras a seguir fortaleciendo el desarrollo regional.
En años precedentes las naciones de América Latina y el Caribe progresaron considerablemente en la reducción de la pobreza y la equidad en la distribución de ingresos, según lo establecido por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en un contexto global marcado por elevados niveles de desigualdad.
Sin embargo la realidad para esta población se torna más precaria a medida que el auge económico de aquellos años comienza a menguar, pues la contracción del Producto Interno Bruto (PIB) regional inevitablemente incidirá sobre el mercado de trabajo, que fue el principal impulso detrás de los beneficios sociales de esos países.
"El escenario que se avizora para 2015 respecto al empleo no es muy alentador en cuanto a la búsqueda de progresos sustanciales que ayuden a alcanzar mejoras en términos de pobreza y desigualdad", señala la directora de la Oficina Regional de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, Elizabeth Tinoco.
Para ese organismo la situación económica del presente año en la región provocará que la tasa de desempleo regional ascienda hasta el 6,2 por ciento, respecto al seis por ciento anotado en 2014.
La OIT prevé que el estancamiento del PIB per cápita debilitará la demanda laboral y, por lo tanto, la generación de empleo asalariado, incidiendo con mayor fuerza sobre la creación de plazas en el medio urbano.
Igualmente la entidad augura que a nivel regional descenderá la participación laboral (o sea, la proporción de la ciudadanía en edad de trabajar que está dentro de la fuerza de trabajo, ya sea contratada o en paro), lo cual sumado a la disminución de la tasa de ocupación provocaría un aumento en el desempleo general, que se ubicaría en los mismos niveles de 2013.
Este contexto sin lugar a dudas amenaza los avances alcanzados desde 2000 hasta la actualidad, no solo desde el punto de vista de la erradicación de la miseria, sino también de todas las políticas de beneficio social, de salud y educación desarrolladas para posicionar a la región en un lugar positivo en el cumplimiento de las metas del milenio que tienen su fecha límite el próximo septiembre.
En coincidencia con el criterio anterior, recientemente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) alertó ante la posibilidad de que aumente nuevamente la pobreza debido a que en los dos últimos años los índices de carencia y desigualdad se han mantenido invariables, pero la indigencia aumentó.
En este sentido, la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, manifestó que la recuperación de la crisis financiera internacional no fue suficientemente aprovechada por los gobiernos de la región.
Ante un escenario donde posiblemente disminuyan los recursos fiscales disponibles, añade la titular, se hacen necesarios mayores esfuerzos para apuntalar las políticas de protección social frente a los ciclos económicos, generando así bases sólidas con el fin de cumplir los compromisos de la agenda de desarrollo post-2015.
En las actuales condiciones se debe afrontar la pobreza como un fenómeno multidimensional, perpetuado por la falta de oportunidades, de servicios básicos de calidad, de educación y de buenos empleos, problemas que dificultan romper el ciclo de vulnerabilidad entre generaciones.
Reportes del Banco Mundial (BM) aseguran que uno de cada cinco latinoamericanos, o alrededor de 130 millones de personas, han sobrevivido con ingresos por debajo de cuatro dólares diarios a lo largo de sus vidas.
"La pobreza existe y persiste debido a limitaciones tanto dentro como fuera del hogar, desde la falta de motivación y destrezas adecuadas, hasta la falta de servicios básicos como agua potable", coincide el vicepresidente del BM para la región, Jorge Familiar.
El especialista añade que apoyar a los individuos es necesario aunque no suficiente, también resulta crucial contar con un contexto propicio que provea servicios adecuados, por lo tanto las políticas sociales y el desarrollo regional deben ir de la mano.
Con casi dos tercios de la población vulnerable ante la pobreza, los gobernantes latinoamericanos se ven cada día más precisados a idear políticas para explotar el potencial de su ciudadanía.
Más que enfocarse en el acceso a los servicios básicos y buenos puestos de trabajo, deben pensarse mecanismos que consideren las verdaderas barreras sociales y aspiracionales que los "pobres crónicos" enfrentan en América Latina, dice la experta en pobreza del BM, Ana Revenga. La investigadora concluye que si no se aborda este asunto, será muy fácil que las personas en situaciones más vulnerables sean ignoradas por las redes de protección social, independientemente de lo bien enfocados que estén estos programas.
El panorama económico y laboral que las instituciones del mundo auguran a los países de la región obligan a los gobernantes a repensar el enfoque de sus programas de reducción de la pobreza, a mejorar la coordinación entre los diferentes programas sociales y económicos, para suavizar el impacto de este flagelo sobre la población más duramente afectada.
Solo así se podrá garantizar un futuro prometedor para los 130 millones de latinoamericanos que viven hoy en la más cruda inopia.
En los países del área a lo largo de ese mismo periodo 60 millones de personas salieron de la estrechez, mientras que 80 millones se sumaron a la clase media (con ingresos per cápita diario entre 10 y 50 dólares), que hoy agrupa a un tercio de la población regional, añade la titular.
Asimismo, el porcentaje de ciudadanos viviendo con un salario inferior al estándar internacional de cuatro dólares al día cayó del 40 por ciento en 2000 al 25 por ciento en 2012. Señaló que "hemos dado los primeros pasos en el proceso de mejorar la calidad de vida y las oportunidades de los habitantes de América Latina".
"Sin embargo, hay mucho por hacer en los tiempos actuales que nos recuerdan la urgencia de acelerar las acciones para una mayor cohesión social que consolide los logros actuales y trascienda el bienestar material hacia el respeto de la dignidad de cada persona y de sus derechos fundamentales", manifestó Grynspan.
Los gobiernos latinoamericanos pueden alcanzar logros sin precedentes a través de un mayor fortalecimiento institucional, de acuerdos intersectoriales y de voluntad política, concluye la experta, pero insiste en el deber de avanzar y asumir nuevos desafíos con miras a seguir fortaleciendo el desarrollo regional.
En años precedentes las naciones de América Latina y el Caribe progresaron considerablemente en la reducción de la pobreza y la equidad en la distribución de ingresos, según lo establecido por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en un contexto global marcado por elevados niveles de desigualdad.
Sin embargo la realidad para esta población se torna más precaria a medida que el auge económico de aquellos años comienza a menguar, pues la contracción del Producto Interno Bruto (PIB) regional inevitablemente incidirá sobre el mercado de trabajo, que fue el principal impulso detrás de los beneficios sociales de esos países.
"El escenario que se avizora para 2015 respecto al empleo no es muy alentador en cuanto a la búsqueda de progresos sustanciales que ayuden a alcanzar mejoras en términos de pobreza y desigualdad", señala la directora de la Oficina Regional de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, Elizabeth Tinoco.
Para ese organismo la situación económica del presente año en la región provocará que la tasa de desempleo regional ascienda hasta el 6,2 por ciento, respecto al seis por ciento anotado en 2014.
La OIT prevé que el estancamiento del PIB per cápita debilitará la demanda laboral y, por lo tanto, la generación de empleo asalariado, incidiendo con mayor fuerza sobre la creación de plazas en el medio urbano.
Igualmente la entidad augura que a nivel regional descenderá la participación laboral (o sea, la proporción de la ciudadanía en edad de trabajar que está dentro de la fuerza de trabajo, ya sea contratada o en paro), lo cual sumado a la disminución de la tasa de ocupación provocaría un aumento en el desempleo general, que se ubicaría en los mismos niveles de 2013.
Este contexto sin lugar a dudas amenaza los avances alcanzados desde 2000 hasta la actualidad, no solo desde el punto de vista de la erradicación de la miseria, sino también de todas las políticas de beneficio social, de salud y educación desarrolladas para posicionar a la región en un lugar positivo en el cumplimiento de las metas del milenio que tienen su fecha límite el próximo septiembre.
En coincidencia con el criterio anterior, recientemente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) alertó ante la posibilidad de que aumente nuevamente la pobreza debido a que en los dos últimos años los índices de carencia y desigualdad se han mantenido invariables, pero la indigencia aumentó.
En este sentido, la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, manifestó que la recuperación de la crisis financiera internacional no fue suficientemente aprovechada por los gobiernos de la región.
Ante un escenario donde posiblemente disminuyan los recursos fiscales disponibles, añade la titular, se hacen necesarios mayores esfuerzos para apuntalar las políticas de protección social frente a los ciclos económicos, generando así bases sólidas con el fin de cumplir los compromisos de la agenda de desarrollo post-2015.
En las actuales condiciones se debe afrontar la pobreza como un fenómeno multidimensional, perpetuado por la falta de oportunidades, de servicios básicos de calidad, de educación y de buenos empleos, problemas que dificultan romper el ciclo de vulnerabilidad entre generaciones.
Reportes del Banco Mundial (BM) aseguran que uno de cada cinco latinoamericanos, o alrededor de 130 millones de personas, han sobrevivido con ingresos por debajo de cuatro dólares diarios a lo largo de sus vidas.
"La pobreza existe y persiste debido a limitaciones tanto dentro como fuera del hogar, desde la falta de motivación y destrezas adecuadas, hasta la falta de servicios básicos como agua potable", coincide el vicepresidente del BM para la región, Jorge Familiar.
El especialista añade que apoyar a los individuos es necesario aunque no suficiente, también resulta crucial contar con un contexto propicio que provea servicios adecuados, por lo tanto las políticas sociales y el desarrollo regional deben ir de la mano.
Con casi dos tercios de la población vulnerable ante la pobreza, los gobernantes latinoamericanos se ven cada día más precisados a idear políticas para explotar el potencial de su ciudadanía.
Más que enfocarse en el acceso a los servicios básicos y buenos puestos de trabajo, deben pensarse mecanismos que consideren las verdaderas barreras sociales y aspiracionales que los "pobres crónicos" enfrentan en América Latina, dice la experta en pobreza del BM, Ana Revenga. La investigadora concluye que si no se aborda este asunto, será muy fácil que las personas en situaciones más vulnerables sean ignoradas por las redes de protección social, independientemente de lo bien enfocados que estén estos programas.
El panorama económico y laboral que las instituciones del mundo auguran a los países de la región obligan a los gobernantes a repensar el enfoque de sus programas de reducción de la pobreza, a mejorar la coordinación entre los diferentes programas sociales y económicos, para suavizar el impacto de este flagelo sobre la población más duramente afectada.
Solo así se podrá garantizar un futuro prometedor para los 130 millones de latinoamericanos que viven hoy en la más cruda inopia.