La rumba, otro elemento autóctono de Cuba
La rumba de solar reprodujo lo que se hacía en las plantaciones y en los palenques (repúblicas de cimarrones, es decir, donde se radicaban los esclavos escapados). En esos lugares se creó otra escala de valores referida a la religión, la música, la danza, la magia, la cocina, la medicina.
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La rumba, otro elemento autóctono de Cuba
La rumba forma parte del acervo cubano en igual categoría que el tabaco, el ron y la salsa, pese algunos la colocan en un nivel inferior por un origen de supuesta menor alcurnia.
Ese contagioso ritmo que al paso de uno, dos y tres que paso más chévere, dio la vuelta al mundo, surgió en las zonas portuarias de Matanzas y La Habana, adonde primero se asentaron los esclavos traídos de África.
Según el musicólogo cubano Argeliers León, la rumba es una fiesta que incluye música profana, divertida y de entretenimiento, porque en sus toques iniciales alegraba la vida a quienes la agotaban en largas y extenuantes jornadas laborales.
La denominada brava, derivada de ritos de fertilidad y de guerra de origen africano, mantuvo su esencia hasta hoy día, aunque atravesó etapas de dolor por la esclavitud y el desarraigo hasta derivar en la actual con predominio de la euforia y la alegría.
Su actual denominación pudo derivarse de tumba, macumba, tambo u otras palabras de la fiesta de los negros.
Al principio trasladar los toques del continente de origen, obligó a usar instrumentos improvisados como cajones de madera, laterales de un escaparate, una gaveta, una mesa o un asiento de madera. Después se utilizaron los cajones de velas o de bacalao, mientras que para el repique los ejecutores debieron proveerse de cucharas, sartenes, tenazas de atizar carbón, botellas, cualquier tipo de palos y sonajas.
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La rumba incluye las variantes de yambú, columbia, y guaguancó.
En un período de mayor perfeccionamiento se incorporaron los tambores quintos, fabricados a partir de barriles, duelas y cuero tensado con candela hasta que aparecieron las llaves para afinar esos instrumentos. Esto último es un aporte neto de los cubanos.
Tanto en La Habana como en Matanzas aparecieron, en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, los coros de rumba para actuar e interpretar en fechas señaladas. Cada una de esas agrupaciones se retaba y era representante de barrios.
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La rumba entraña un comportamiento, un espíritu y un estilo de vida.
La forma de interpretar se hace bajo un protocolo. El cantante principal alza su voz, aludiendo, si lo desea, a lo que va predominar a lo largo de la pieza y después entra el coro que alterna con el solista. Este último tiene la facultad de improvisar e introducir otros textos que reciben el acompañamiento coral.
La rumba incluye las variantes de yambú, columbia, y guaguancó. En las dos primeras solo interviene el hombre, mientras en la última, la pareja hace un rejuego de aceptación- negación, con movimientos sensuales y vigorosos.
Según estudiosos, la rumba entraña un comportamiento, un espíritu y un estilo de vida.
De acuerdo con el especialista Olavo Alén, un rumbero se comporta de diferente manera a la de un danzonero asiduo a salones de baile. Los rumberos, por su origen más humilde, se proyectan de manera más agresiva y en la mayoría de casos proceden de la santería.
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Con su diálogo de tambores, constituye una fiesta divertida.
La rumba de solar reprodujo lo que se hacía en las plantaciones y en los palenques (repúblicas de cimarrones, es decir, donde se radicaban los esclavos escapados). En esos lugares se creó otra escala de valores referida a la religión, la música, la danza, la magia, la cocina, la medicina y la vida sexual.
Nunca pasa de moda porque, con su diálogo de tambores, constituye una fiesta divertida, profana y de resistencia que canta a las memorias de un pueblo en defensa de su identidad.
Para mantener su cultivo y extenderlo a otras latitudes, las autoridades culturales organizan desde hace varios años el Sábado de la Rumba y sus asistentes reciben explicaciones de esa ancestral manifestación que siempre culmina con reconocidos intérpretes al compás de los cuales los visitantes echan pasillos hasta el cansancio.