Foreign Policy: Estrategia de EE.UU. en Siria ha estado plagada por un pensamiento a corto plazo
De acuerdo con Seth J. Frantzman, especialista en asuntos del Medio Oriente, esta estrategia miope dejó a las fuerzas armadas de Estados Unidos paralizadas, engañó a los socios de Washington, en su mayoría kurdos, y permitió que Rusia, Irán y Turquía obtuvieran ganancias a expensas de los intereses de Estados Unidos.

Las semillas del conflicto actual al este de Siria, donde las fuerzas turcas llevaron a cabo más de 180 ataques aéreos y de artillería esta semana, se han estado sembrando en los últimos años, señala un material difundido en el portal digital Foreign Policy.
Las decisiones clave a lo largo del camino, tanto en Ankara como en Washington, pusieron a los dos bandos en un rumbo de colisión.
Un compromiso más firme de los miembros de la llamada coalición anti-Daesh, combinado con un objetivo claro a largo plazo en el este de Siria, fue desechado en favor de decisiones a corto plazo de todas las partes.
De acuerdo con Seth J. Frantzman, especialista en asuntos del Medio Oriente, esta estrategia miope dejó a las fuerzas armadas de EE.UU. paralizadas, engañó a los socios de Washington, en su mayoría kurdos, y permitió que Rusia, Irán y Turquía obtuvieran ganancias a expensas de los intereses de Estados Unidos.
Frantzman, quien ha estado dando cobertura a la pretendida guerra contra Daesh, es testigo de la forma en que cada lado se pintaba a sí mismo en un rincón en el este de Siria.
Turquía tuvo una agenda clara durante tres años. Para Ankara, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) no son más que una versión rebautizada de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG), que estaban vinculadas al PKK.
Asimismo, Turquía experimentó un aumento de la marea del PKK a lo largo de su frontera, con el objetivo de conectarse con la zona kurda de África, en el noroeste de Siria.
Cuando las unidades de las FDS cruzaron el río Éufrates para liberar a Manbij de las fuerzas de Daesh en junio de 2016, Ankara se alarmó. Pero en aquel entonces, Turquía se vio sumida en un caos momentáneo por el intento de golpe del 15 de julio. El presidente Recep Tayyip Erdogan se comprometió después del golpe a detener el avance de las FDS.
Estados Unidos había comunicado a Turquía que las FDS se retiraría de Manbij y regresaría al otro lado del Éufrates. Cuando eso no ocurrió, Ankara lanzó una ofensiva llamada Operación Escudo del Éufrates en el norte de Siria, alejando a los terroristas de Daesh de la frontera y controlando el avance de las FDS. Ankara amenazó con ir a Manbij y luchar contra las FDS apoyadas por Estados Unidos.
Por su parte, Washington estuvo respaldando a varios grupos armados sirios, junto con Turquía y Jordania, entre 2012 y 2017 en la parte occidental de Siria.
Cuando Daesh capturó a Raqqa e invadió Irak en 2014, el entonces presidente de Estados Unidos Barack Obama ordenó ataques aéreos contra Daesh en Irak y Siria.
Seguidamente, las fuerzas estadounidenses aconsejaron a los iraquíes que lucharan contra Daesh y, con el tiempo, las tropas de operaciones especiales de Estados Unidos cruzarían al este de Siria para trabajar con las FDS. Al hacerlo, el gobierno de EE.UU. cambió las prioridades, en lugar de apoyar a los grupos armados sirios prefirió favorecer a las FDS.
De acuerdo con Frantzman, EE.UU. con esta decisión abandonó la esperanza de que el presidente sirio, Bashar al-Assad, fuera obligado a dejar el poder, y se centró en el objetivo más limitado de derrotar a Daesh mediante el empoderamiento de los combatientes kurdos y otros grupos armados en el este de Siria.
Washington también siguió otra estrategia en Ginebra que preveía una solución diplomática y el fin del gobierno sirio.
Pero Siria –declara Frantzman– obtuvo un mayor respaldo iraní y ruso, con la llegada del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en los primeros días de la guerra y de los combatientes de Hizbullah en 2012. Rusia aumentó enormemente su participación en Siria después de 2015, con la anuencia de Damasco. Tanto Irán como Rusia también estaban luchando contra Daesh en el oeste de Siria, particularmente alrededor de Deir Ezzor y Palmira.
Estados Unidos, ahora dirigido por Donald Trump, puso fin al apoyo a los grupos armados en 2017, después de dos años en los que el programa fue percibido como un fracaso.
Esto, en opinión de Frantzman, satisfizo la visión general del mundo de Trump, que era reducir el gasto de Estados Unidos en guerras en el extranjero y lograr que otros países pagaran más.