Logros de Hizbullah a 20 años de la salida israelí de El Líbano
(Israel) y Estados Unidos fracasaron en la tarea de destruir Siria y arrinconar a Hizbullah. Al contrario, la Resistencia libanesa se ha vuelto más fuerte que nunca y ha cosechado los frutos de su victoria. Se ha convertido en un poder con mando en instituciones claves de El Líbano.
De acuerdo con el analista Elijah J. Magnier, tras la derrota en la segunda guerra del Líbano, (Israel) descubrió que la única manera de suprimir a Hizbullah sería cerrando la línea de suministro entre El Líbano y Siria.
A juicio del especialista, ello sólo podía alcanzarse removiendo al presidente Bashar al-Assad del poder en Siria y alterando el “Eje de la Resistencia” que se extiende de Teherán a Bagdad, Damasco, Beirut y Gaza.
Pero (Israel) y Estados Unidos, apoyados por Arabia Saudita, Qatar, los Emiratos, Turquía, Europa y muchos otros países no han logrado alcanzar la meta de convertir a Siria en un estado fallido.
(Israel) y Estados Unidos fracasaron en la tarea de destruir Siria y arrinconar a Hizbullah. Al contrario, la Resistencia libanesa se ha vuelto más fuerte que nunca y ha cosechado los frutos de su victoria. Se ha convertido en un poder con mando en instituciones claves de El Líbano.
En opinión de Magnier, (Israel) siempre ha buscado la manera de destruir a Hizbullah porque es un obstáculo para sus planes expansionistas en El Líbano, concretamente para robar el agua y algunos de sus territorios, y forzar un acuerdo de paz de rendición incondicional, con el objetivo supremo de quebrar la alianza con Irán y privar a Teherán de su aliado más fuerte en el Medio Oriente.
“En los últimos 40 años, precisa el experto, desde la victoria de la República Islámica en 1979, Washington ha impuesto sanciones, porque Irán se negó a someterse al poder estadounidense y porque apoya a sus aliados en el Medio Oriente, principalmente Palestina, El Líbano y Siria, para enfrentarse a (Israel).
Recuerda Magnier que, en 2006, Estados Unidos estaba involucrado en los planes de guerra de (Israel) contra El Líbano. En la cumbre del G8 de 2006, el presidente George W. Bush describió entonces la relación entre Hizbullah, Irán y Siria como la raíz de las causas de la “inestabilidad” en la región.
Por aquel entonces, Condoleezza Rice, secretaria de Estado, rechazó mediar un cese al fuego a menos que “las condiciones fueran favorables”, creyendo que (Israel) ganaría la guerra.
Pero al (Israel) fracasar en alcanzar sus objetivos, Estados Unidos acordó mediar un fin a la guerra. Las negociaciones se concentraron en el cese de todas las hostilidades (no un cese al fuego). Tel Aviv y Washington no lograron concretar el despliegue de las Fuerzas de las Naciones Unidas en El Líbano, UNIFIL, en las fronteras con Siria.
Al respecto, la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, dijo: “Cuando su intento de controlar las fronteras sirio-libanesas fracasó luego de la derrota de 2006, a (Israel) le quedaba una opción para contrarrestar a Hizbullah: cerrar la vía a Damasco y buscar una manera de controlar la línea de suministros de Hizbullah. Y esto requería una guerra en Siria”.
Según Magnier, enfrentar cara a cara a Hizbullah dejó de ser una opción, Siria se convirtió en el siguiente objetivo en la campaña por aislar a Irán, tal como lo declaró el presidente Bush.
Apunta el analista que una docena de estados, incluyendo a Arabia Saudita, Qatar, Jordania, Turquía, los Emiratos, Europa y Estados Unidos, todos, apoyaban una operación de cambio de régimen en Siria empleando terroristas.
Si bien las consecuencias de desestabilizar Siria le ofrecieron una oportunidad única a Al-Qaeda para florecer en la nación levantina, por un lado, facilitó que emergiera un grupo aún más letal: Daesh, y por otro permitió el nacimiento de una nueva resistencia y ofreció un mayor conocimiento militar a Hizbullah, con una base para Irán que quizás nunca soñó tener en el Levante.
Lo cierto es que Hizbullah forzó la salida de (Israel) de El Líbano en el año 2000 y desafió todos los planes estadounidenses-israelíes para un “nuevo Medio Oriente”, luego de la segunda guerra israelí contra El Líbano en 2006.
Para Magnier, los largos años de guerra en Siria forzaron a Hizbullah a refinar sus tácticas y armamento, y le suministraron a la organización una victoria sin precedentes. “Así como (Israel) estimuló la creación de Hizbullah, le enseñó al actor cuasi-estatal todo tipo de habilidades y lo forzó a adquirir más entrenamiento y armamento para repeler guerras y desmantelar los objetivos del enemigo”.
El ex jefe del Estado Mayor y candidato a Primer Ministro, Benny Gantz, considera que Hizbullah se ha convertido en uno de los ejércitos irregulares más fuertes del Medio Oriente, capaz de imponer sus reglas de combate y su “equilibrio disuasivo” en los ejércitos clásicos más poderosos de la región.
En 2014, al intervenir en la Conferencia Herzliya, Gantz expresó: “Enséñenme cuatro o cinco estados con mayor poder de fuego que Hizbullah: ellos son Estados Unidos, China, Rusia, (Israel), Francia y el Reino Unido”.
Seis años después, el pasado febrero, el ministro de Defensa, Naftali Bennet, dijo: Lentamente, Hizbullah acumula una masa crítica de misiles que nos amenazan”.
Hizbullah se ha hecho más fuerte que varios ejércitos en el Medio Oriente. Hizbullah ya no es una organización que choca con los israelíes en una colina, o que hace emboscadas a patrullas detrás de un callejón. Más bien, en Siria e Iraq, la Resistencia libanesa ha experimentado de manera exitosa distintos tipos de escenarios de guerra. Ha adquirido muchas armas avanzadas y se convirtió en una amenaza estratégica para (Israel), subraya Magnier.
Lo cierto es que Estados Unidos e (Israel) crearon una alianza inquebrantable entre Siria, Irán y Hizbullah.
En El Líbano, Hizbullah comenzó a cosechar sus ganancias. Fue capaz de imponer el nombre del Presidente de la República, general Michel Aoun, a pesar de la constante oposición de Arabia Saudita y Estados Unidos, los perdedores de la guerra en Siria.
Hizbullah rechazó varias ofertas de distintos países al darle la Presidencia del Parlamento nada menos que a Nabih Berri, líder del movimiento Amal, que ha estado en ese trono por décadas.
Hizbullah tiene el poder verdadero -aunque no todo- en El Líbano, tanto como para designar un Presidente de la República y un Jefe del Parlamento.
Hizbullah cuenta con el apoyo de gran parte de la población libanesa, prestigio ganado a pulso.
En cuanto a la oficina del Primer Ministro, no puede asumirse sin la aprobación de Hizbullah del candidato que se postule. La organización tiene suficiente peso político dentro del Congreso y la Presidencia de la República como para nominar o aceptar la nominación o la designación directa de un Primer Ministro.
En ese sentido, subraya Magnier, el expremier Saad Hariri se está asegurando de que sus contactos amistosos con Hizbullah se mantengan porque pudiera estar muy entusiasmado por regresar al poder. Hariri sabe que la puerta a la oficina de Primer Ministro pasa por Hizbullah.
Esto no quiere decir que Hizbullah quiera asumir el control de El Líbano por completo. Los líderes de la organización están conscientes de que el líder druso Walid Jumblatt, el dirigente sunita Rafic Hariri y el dirigente cristiano maronita, Bashir Gemayel, además de los palestinos, todos fracasaron en controlar El Líbano y tomar el país.
Según Magnier, Hizbullah no quiere caer en los mismos errores y no quiere el control de todo el país. Esto quiere decir que en El Líbano existe la influencia para contrarrestar otros países y está bien arraigada en el país.
Por otro lado, Siria le ha dado poderes en El Líbano al secretario general de Hizbullah, Sayyed Hassan Nasrallah, que no pudiera haber obtenido sin la intervención de (Israel) y sus aliados en Siria.
A su vez, Hizbullah logró preservar el conducto militar vía Siria al derrotar a los terroristas de Al Qaeda y Daesh y takfiris y evitó el establecimiento de un “emirato” en El Líbano y Siria.
La victoria de Hizbullah tiene un precio: miles de mártires y miles de heridos. Sin embargo, es tan abundante y estratégica la cosecha resultante que la Resistencia libanesa ahora disfruta de más poder en El Líbano y en Bilad al-Sham como nunca lo habían tenido desde el año 661, cuando fue asesinado el cuarto califa, Imán Alí bin Abi Talib.