Fracaso de EEUU en Iraq y Afganistán
El presidente estadounidense, Joe Biden, anunció que en septiembre las tropas norteamericanas abandonarán Afganistán, después de 20 años de una guerra con el presunto objetivo de combatir al terrorismo, refiere el sitio ZeroHegde.
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Fracaso de EEUU en Iraq y Afganistán
Con anterioridad, funcionarios de Estados Unidos e Iraq firmaron un acuerdo para retirar militares norteamericanos del país árabe y reducir la participación del Pentágono que se remonta a la invasión y ocupación de Iraq en 2003.
En ambos casos, por supuesto, los planes declarados para poner fin a la intervención militar contienen un lenguaje cortés diseñado para que parezca un Estados Unidos que se va en sus propios términos y no como una evidencia de derrota.
Tanto en Iraq como en Afganistán, la nación norteña protagonizó una vez más intervenciones fallidas como las de Vietnam o Corea.
A juicio de ZeroHedge esas retiradas señalan el continuo declive político de Estados Unidos en un mundo que comienza a ser multipolar y acerca el unipolar que pretende mantener Washington.
Según los estándares de los objetivos presentados por el gobierno estadounidense, en ambos conflictos hubo un completo fracaso.
Por ejemplo, dijeron que Iraq y Afganistán pasarían a ser democracias, en las cuales estarían protegidos y valorados los derechos humanos al estilo occidental.
También que esos países se convertirían en aliados confiables de Estados Unidos, algo así como Alemania o Japón.
Pero en ambos casos, fracasaron las intenciones de Washington.
Cuando Estados Unidos invadió Afganistán por primera vez, luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre, el régimen norteamericano afirmó que la misión era tanto punitiva como estratégica.
La intervención militar fue diseñada para castigar e inhabilitar al régimen talibán, que estaba fomentando campos de entrenamiento terroristas del tipo que supuestamente condujo al 11 de septiembre.
Sin embargo, Washington decidió entonces que se quedaría en Afganistán durante mucho tiempo y se dijo a los votantes norteamericanos que se prepararan para una guerra generacional, una que podría durar décadas.
Los políticos norteamericanos aseguraron que Afganistán se convertiría en una democracia liberal con sus mujeres en minifalda y los jóvenes llenarían sus días estudiando poesía e ingeniería en las universidades.
Afganistán, dijeron, terminaría como la Alemania y el Japón de la posguerra: puestos avanzados de la democracia liberal occidental.
El Pentágono nunca menciona que nunca más, incluso después de veinte años, la situación política en Afganistán quizás pueda describirse con mayor precisión como una serie de guerras en curso entre señores de la guerra, con los señores de la guerra apoyados por Estados Unidos en el lado "bueno".
La idea de que esos señores de la guerra alineados con Estados Unidos representan el lado de los derechos humanos es una ilusión en su forma más extrema.
Dos años después de que aquella ocupación, las promesas de la “democracia global” se volvieron aún más grandiosas a medida que el régimen trató de aumentar el apoyo a la invasión de Iraq.
El gobierno de George Bush impulsó una gran visión para toda la región con afirmaciones de que un Iraq democrático serviría como punto de partida para un cambio de imagen total de Medio Oriente, que pronto se convertiría en una región de democracias liberales.
Estados Unidos afirmó con frecuencia que el líder iraquí Saddam Hussein era una especie de reencarnación de Hitler, en lugar del dictador corriente que era, y sugirió que una vez que Hussein se fuera, la libertad y la justicia florecerían en toda la región.
Eso no sucedió. De hecho, incluso si la vida mejoraba para algunos iraquíes, empeoraba mucho para la gran mayoría.
Además, Iraq ahora es uno de los países más peligrosos y corruptos del mundo, con un estimado de 500.000 muertos en la guerra y la violencia desde 2003 y aunque la seguridad mejoró en los últimos tiempos, la corrupción sigue arraigada y notoria.
"A la mayoría de las personas antes, sunitas o chiitas, no les agradaba el régimen de Hussein", dijo el general Najm al-Jabouri, "pero muchas personas, cuando comparan la situación bajo Saddam Hussein y ahora, encuentran que tal vez su vida bajo Saddam Hussein fue mejor".
Hoy en día, el nivel de vida de Iraq sigue paralizado por la invasión estadounidense, y el gobierno democrático equivale a un régimen que es poco más que un grupo de cleptócratas en competencia.
También la invasión estadounidense allanó el camino para el aumento del extremismo religioso, que condujo a la destrucción casi total de la población cristiana, que disfrutó de protección legal bajo Hussein.
En lugar de difundir las nociones de democracia liberal y derechos humanos en la región, el régimen estadounidense solo ha redoblado su apoyo a los regímenes más represivos y sigue siendo un partidario entusiasta del reino de Arabia Saudita, uno de los gobiernos más despóticos y empapados de sangre del mundo.
Estados Unidos apuntaló y apuntala una dictadura militar en Egipto y con sus intervenciones en Libia y Siria se puso al lado de los terroristas y fanáticos islámicos que trafican con mujeres jóvenes para que sean esclavas sexuales y obligan a cumplir las leyes islámicas más draconianas, algo mucho más raro bajo el régimen de Hussein o bajo el régimen secular que gobierna en Siria.
Aunque Washington anuncia su retirada de Iraq y Afganistán en buenos términos con los regímenes locales, el hecho es que dejó en el poder a una gran cantidad de enemigos que están más felices por la salida norteamericana.