Acuerdo comercial temporal entre EE.UU y China podría durar años
Pocos días antes de que el coronavirus cerrara la ciudad de Wuhan y cambiara el mundo, Estados Unidos y China firmaron lo que ambas partes dijeron que sería solo una tregua en su guerra comercial de 18 meses, recuerda “The New York Times".
Desde entonces, la pandemia de la Covid-19 alteró prioridades globales y estancó el comercio internacional, mientras asumió la presidencia estadounidense, Joe Biden, y la tregua perdura, aunque al parecer con nuevas reglas básicas y duraderas para el comercio mundial.
El acuerdo no detuvo muchas de las mismas prácticas que desencadenaron la guerra comercial, la más grande de la historia.
No hace nada para evitar que China arroje enormes subsidios a una variedad de industrias, desde automóviles eléctricos hasta aviones de pasajeros y chips de computadora, que podrían dar forma al futuro, pero para las que el país a menudo depende en gran medida de la tecnología estadounidense.
A cambio, la tregua dejó en vigor la mayoría de los aranceles que el gobierno de Donald Trump impuso a China, incluidos los 360 000 millones de dólares al año en productos en su mayoría subvencionados.
Tales movimientos unilaterales van en contra del espíritu de las reglas del comercio mundial, que se establecieron para evitar que las naciones inicien conflictos económicos por sí mismas y evitar que se salgan de control.
El nuevo modelo parece estar ganando terreno. La Unión Europea anunció que prepara una legislación que para penalizar importaciones e inversiones de industrias extranjeras subsidiadas.
Los funcionarios de la UE, que inicialmente habían mirado con recelo la tregua entre las dos potencia, dijeron que su política no estaba dirigida específicamente a Beijing.
Pero los expertos en comercio se apresuraron a señalar que ningún otro exportador tiene la escala de fabricación y amplitud de los subsidios que tiene China.
"Se ve un apetito real en EE.UU. pero también en la UE por medidas unilaterales", dijo Timothy Meyer, un exabogado del Departamento de Estado que ahora es profesor en la Facultad de Derecho de Vanderbilt.
La tregua, conocida como el acuerdo de la Fase 1, aún podría ser reemplazada por uno nuevo, el cual requiere que las dos partes realicen una revisión de alto nivel este verano.
El miércoles pasado en Washington, Katherine Tai, la representante comercial de Estados Unidos, realizó una llamada de presentación con un alto funcionario chino, el viceprimer ministro Liu He, el mismo negociador principal que se enfrentó al gobierno de Trump.
Pero las perspectivas de un nuevo acuerdo de gran alcance este año son escasas. La Casa Blanca de Biden está redactando una estrategia integral hacia China, un complejo procedimiento interinstitucional que podría durar hasta principios del próximo año.
También ha mostrado poco apetito por flexibilizar las prácticas comerciales del gigante asiático, y ha discutido públicamente cómo suavizar los lazos con europeos y otros aliados perturbados por otras disputas durante el mandato de Trump.
"Damos la bienvenida a la competencia", dijo Tai a los legisladores a principios de este mes.
"Pero la competencia debe ser justa, y si China no puede o no se adapta a las reglas y normas internacionales, debemos ser audaces y creativos al adoptar medidas para nivelar el campo de juego y mejorar nuestras propias capacidades y asociaciones".
Por el lado chino, Beijing no cejará en el tema de los subsidios, dijeron personas familiarizadas con las posiciones de ambos países que insistieron en el anonimato porque no estaban autorizados a discutir el asunto públicamente.
Aparte de las numerosas demandas de que la Casa Blanca simplemente abandone sus aranceles, Beijing ni siquiera ha hecho una propuesta para renovar el acuerdo, dijeron, porque los funcionarios chinos no quieren discutir los límites de los subsidios.
Si esa intransigencia dura, la Fase 1 podría seguir estableciendo reglas comerciales durante los próximos años.
Aunque algunas disposiciones expiran a finales de 2021, el acuerdo incluye requisitos permanentes, como que China deje de obligar a las empresas extranjeras a transferir tecnología a empresas chinas como condición para hacer negocios allí.
Una cláusula oscura también exige que la nación asiática compre cantidades crecientes de productos estadounidenses hasta 2025. Eso podría preparar el escenario para conversaciones más específicas, incluso sobre si China ha cumplido con los objetivos de compra anuales del acuerdo.
Las dos partes también podrían discutir la industria solar, que provocó disputas comerciales anteriores entre ellas, pero podría obtener una nueva apariencia a medida que el colectivo de Biden enfatiza en el cambio climático.
A primera vista, el acuerdo comercial de la Fase 1 no ha cumplido sus objetivos con los cuales aspiraba a nivelar el enorme desequilibrio comercial entre los dos países y frenarían los subsidios chinos, que las empresas y funcionarios estadounidenses consideran que crean enormes competidores financiados por el estado para las industrias estadounidenses.
En cambio, el déficit comercial de Estados Unidos con China volvió a crecer casi la mitad, a 78 600 millones de dólares, en los primeros tres meses de este año en comparación con el año anterior, impulsado por compras pandémicas como productos electrónicos de consumo, equipos de ejercicio y otros bienes.
Pero las importaciones de Beijing desde EE.UU. se han recuperado desde que el mal tiempo y una enfermedad mortal porcina agudizaron el apetito de China por los alimentos cultivados en Estados Unidos.
He Weiwen, un funcionario jubilado del Ministerio de Comercio ahora director ejecutivo de la Asociación China de Comercio Internacional en Beijing, dijo que Beijing hizo un esfuerzo sincero para cumplir sus promesas. "China no está violando ese acuerdo de la Fase 1".
A largo plazo, ese pacto podría cimentar el enfoque estadounidense de utilizar aranceles para contrarrestar el impulso de China de modernizar y mejorar su economía a través de generosos subsidios.
Bajo Trump se intentó persuadir a China de que renunciara a los subsidios para sus exportadores, que incluyen terrenos baratos para las fábricas y enormes préstamos a los fabricantes a tasas de interés por debajo del mercado.
El gobierno norteamericano actual también planea amplios subsidios dirigidos a la investigación y el desarrollo, una categoría de subsidios que rara vez viola las reglas del comercio internacional.
Algunos economistas de Beijing también han intentado sin éxito a lo largo de los años argumentar que la política industrial del país es demasiado cara y aumenta la carga de la deuda.
Un acuerdo de energía solar podría implicar el levantamiento de los aranceles chinos sobre el polisilicio estadounidense, la principal materia prima de los paneles solares, a cambio de que Estados Unidos elimine los aranceles sobre los paneles chinos.
Pero Beijing se ha mantenido firme y tolera a regañadientes los aranceles estadounidenses en lugar de aceptar límites a los subsidios.
En el año y medio transcurrido desde entonces, China duplicó las subvenciones en muchos sectores.
Incluso presentar una oferta seria ahora para intercambiar reducciones en los subsidios chinos por recortes en los aranceles estadounidenses requeriría enfrentar a poderosos distritos nacionales allá.
La mayoría de los ministerios chinos están decididos a gastar lo que sea necesario para convertir al país en una potencia tecnológica, dijeron personas familiarizadas con las políticas económicas de China.
El primer ministro Li Keqiang señaló en su informe anual a la legislatura que su país seguía comprometido con el fortalecimiento de su sector manufacturero, que ya es el más grande del mundo por amplio margen.
“Al perseguir el crecimiento económico, continuaremos dando prioridad al desarrollo de la economía real, modernizaremos la base industrial, las cadenas industriales y mantendremos la participación de la manufactura en la economía básicamente estable”, dijo.