Estados Unidos provoca a Rusia y China
El riesgo de una guerra a gran escala no se limita solo al conflicto entre Rusia y Ucrania, entre China y Taiwán también existe un riesgo creciente, ambos avivados por Washington.
La posibilidad que Ucrania se convierta en el primer conflicto desde la Segunda Guerra Mundial que desemboca en una devastación nuclear, es alarmante dadas las provocaciones montadas por Estados Unidos y la OTAN contra Rusia.
Pero Taiwán es el otro punto nuclear del mundo, según valora el académico estadounidense Michael Klare, un habitual analista en la publicación tomdispatch.com.
Lamentablemente, alrededor de la isla de Taiwán —donde las fuerzas estadounidenses y chinas están realizando maniobras militares cada vez más provocativas— también existe un riesgo creciente de que estos movimientos de ambas partes puedan conducir a una escalada nuclear.
Mírese como se mire, en ambos escenarios los estadounidenses juegan su papel provocador, alientan las tensiones, envían armas peligrosas quizás bajo el presunto argumento que tanto Ucrania como Taiwán son “su patio trasero” aunque estén a miles de millas de su territorio.
En Ucrania los acontecimientos muestran el interés de destruir a Rusia y además, poner a los mercados energéticos a los pies de las empresas estadounidenses y obligarlos a pagar precios leoninos.
En el caso de Taiwán, aunque ni los funcionarios estadounidenses ni los chinos han amenazado explícitamente con utilizar ese tipo de armamento, ambas partes destacan los posibles resultados extremos en ese sentido.
La última vez que Joe Biden habló por teléfono con Xi Jinping, el 29 de julio pasado, el presidente chino le advirtió que no permitiera que la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitara la isla (cosa que, sin embargo, hizo cuatro días después) ni ofreciera más estímulos a las "fuerzas independentistas de Taiwán" .
"Aquellos que juegan con fuego perecerán en él", fue la respuesta del presidente estadounidense, una advertencia ambigua que, sin embargo, dejaba abierta la posibilidad del uso de armas nucleares, valoró Klare.
Es evidente, según el analista, que Washington pulsa la tecla de la provocación en el caso de Taiwán sin tener en cuenta que Beijing puede atacar cualquier buque naval estadounidense que pudiera acudir en ayuda de Taiwán en caso de bloqueo o invasión de la isla por parte de China.
Ese escenario es analizado por Klare y apunta que, Washington no ha desplegado abiertamente armamento con capacidad nuclear de forma tan descarada cerca del territorio chino, pero sí ha enviado portaaviones y buques de guerra con misiles guiados a la zona, señalando su capacidad de lanzar ataques contra el continente si estalla una guerra.
Sin embargo, tras provocaciones como el viaje de Nancy Pelosi, la Marina estadounidense desplegó el portaaviones USS Ronald Reagan con su flotilla de buques de escolta en aguas cercanas. Los oficiales militares de ambos países son muy conscientes de que si esos barcos atacan territorio chino, los cohetes DF-15 y DF-17 se soltarían contra ellos y, si estuvieran armados con cabezas nucleares, probablemente provocarían una respuesta nuclear estadounidense.
Klare señala que el mensaje implícito en ambos lados: una guerra nuclear podría ser posible. Y aunque —a diferencia de los comentarios de Putin— los medios de comunicación estadounidenses no destacan la forma en que Taiwán podría desencadenar una conflagración de este tipo, el potencial está ahí de forma demasiado ominosa.
La nueva situación, cada vez más peligrosa, se debe al cambio de opinión de Washington sobre el valor estratégico de Taiwán para la posición dominante de Estados Unidos en el Pacífico, ante el desafío de la emergencia de China como gran potencia, señaló el experto.
Cuando Estados Unidos reconoció oficialmente a la República Popular China (RPC) en 1978, rompió su relación diplomática y militar formal con Taiwán, al tiempo que reconocía la posición china de que sólo hay una China y que ese territorio es parte del gigante asiático.
Esa postura —lo que llegó a conocerse como la política de "una sola China"— sustenta, de hecho, las relaciones pacíficas entre los dos países (y la autonomía de Taiwán) desde entonces, al permitir a los dirigentes chinos creer que la isla se uniría, con el tiempo, al continente.
Desde 1980, agregó, tanto las administraciones demócratas como las republicanas se han basado en esta ambigüedad estratégica y en la política de "una sola China" para guiar sus relaciones pacíficas con la RPC.
A lo largo de los años, hubo periodos de fuertes tensiones entre Washington y Beijing, en los que el estatus de Taiwán es un irritante persistente, pero nunca una ruptura fundamental de las relaciones.
Hoy Taiwán tiene un significado diferente a la luz de la competencia mundial de China que avanza y pudiera dejar detrás a Washington en sus relaciones con el mundo, valora Klare.
La nueva perspectiva del Pentágono se expuso por primera vez en la Estrategia de Defensa Nacional de febrero de 2018 de esta manera: "El desafío central para la prosperidad y la seguridad de Estados Unidos es el resurgimiento de la competencia estratégica a largo plazo".
"A medida que China continúe su ascenso económico y militar", afirmaba el documento, "seguirá llevando a cabo un programa de modernización militar que busca la hegemonía regional del Indo-Pacífico a corto plazo y el desplazamiento de Estados Unidos para lograr la preeminencia global en el futuro", precisó el académico.
Para evitar que China lograra el más temido de todos los resultados, la "hegemonía regional del Indo-Pacífico", los líderes del Pentágono idearon una estrategia múltiple, combinando una mayor presencia militar de Estados Unidos en la región con lazos reforzados y cada vez más militarizados con los aliados estadounidenses allí.
En un principio, esa "arquitectura de seguridad en red" sólo iba a implicar a aliados de larga duración como Australia, Japón, Corea del Sur y Filipinas. Sin embargo, muy pronto Taiwán pasó a ser considerado una parte crucial de dicha arquitectura.
Imagínese, advirtió Klare en su análisis, lo que podría significar una decisión de Taiwán de declarar la plena independencia o de la administración Biden de abandonar la política de una sola China. Sin duda, Beijing respondería de forma agresiva, quizás con un bloqueo naval de la isla o incluso con una invasión a gran escala.
Sea cual sea el conflicto que estalle, puede resultar difícil contener la lucha a nivel "convencional". Al fin y al cabo, ambos bandos desconfían de otra guerra de desgaste como la que se está desarrollando en Ucrania y, en su lugar, configuran sus fuerzas militares para un combate rápido y de gran potencia de fuego con el objetivo de asegurar una victoria decisiva rápidamente.
Para Beijing, esto podría significar el lanzamiento de cientos de misiles balísticos contra barcos y bases aéreas estadounidenses en la región, con el objetivo de eliminar cualquier capacidad estadounidense de atacar su territorio. Para Washington, podría significar el lanzamiento de misiles contra los principales puertos, bases aéreas, estaciones de radar y centros de mando de China.
En cualquiera de los dos casos, los resultados podrían ser catastróficos. Para Estados Unidos, la pérdida de sus portaaviones y otros buques de guerra; para China, la pérdida de su propia capacidad de hacer la guerra. ¿Aceptarían los líderes del bando perdedor una situación así sin recurrir a las armas nucleares? Nadie puede asegurarlo, pero la tentación de la escalada sería sin duda grande.
Desgraciadamente, alertó el académico, en este momento no hay negociaciones entre Estados Unidos y China para resolver la cuestión de Taiwán, para evitar enfrentamientos involuntarios en el Estrecho o para reducir el riesgo de escalada nuclear.
De hecho, China cortó públicamente toda discusión sobre temas bilaterales, que van desde los asuntos militares hasta el cambio climático, a raíz de la visita de Pelosi a Taiwán. Así que, a pesar de la atención que se presta actualmente a los riesgos de escalada en Ucrania, es esencial reconocer que evitar una guerra por Taiwán no es menos importante, sobre todo teniendo en cuenta el peligro de que un conflicto de este tipo pueda resultar aún más destructivo.