Biden y su trasnochada política contra Siria
El mandatario estadounidense mantiene las mismas condiciones contra Siria que sus antecesores Obama y Trump, construye bases militares y sus tropas roban sin recato el petróleo de la nación levantina.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, insiste en la trasnochada y fracasada política de su país contra Siria y su líder, Bashar al Assad, utilizada por primera vez en 2011 por el gobierno de Barack Obama, cuando comenzó a lanzar su guerra sucia contra Damasco.
Según describió el periodista Connor Freeman en un informe publicado en el sitio https://libertarianinstitute.org., es un intento de cambio de régimen fallido, pero en extremo sangriento.
De acuerdo con Freeman, en las últimas décadas, el mandatario es conocido como "el hombre de 'Israel' en Washington", incluso tras el asesinato de Shireen Abu Akleh, periodista estadounidense, a manos del ejército sionista, afirmó que los lazos con “Tel Aviv” son "profundos como huesos".
Por su parte, el ministro de Defensa de la ocupación, Yoav Gallant, se jactó en mayo pasado de la duplicación de los ataques aéreos a Siria desde la llegada al poder del primer ministro Benjamín Netanyahu: al menos 19 veces este año
En medio de su campaña por mantenerse en la Casa Blanca pese a su estado senil, el gobernante arremetió contra el gobierno sirio durante una recaudación de fondos privados en Maryland el mes pasado, en el cual había estadounidenses de origen sirio.
Una de esas personas, Alla Tello, de Massachusetts, dijo al mandatario: "Assad debe irse", a lo que él respondió "Estoy de acuerdo". Entonces Muhammad Bakr Ghbeis, esposo de Tello, insistió: "Tenemos que salvar Idlib", y Biden contestó: "Lo escucho pero no puedo mandar soldados allí", como si no recordara a las tropas estadounidenses encargadas de lanzar bombas en la nación levantina, precisó Freeman.
Idlib es una provincia del noroeste del país, controlada hace años por afiliados a Al Qaeda, como consecuencia de las políticas injerencistas de Washington.
Incluso el halcón Brett McGurk, exenviado contra el Daesh bajo el gobierno de Barack Obama (2009-2017) y Donald Trump (2017-2021), admitió en 2017 que "la provincia de Idlib es el mayor refugio de Al Qaeda desde el 11-S."
McGurk es ahora el máximo representante de Biden para Medio Oriente en el Consejo de Seguridad Nacional, lo cual indica que el inquilino de la Casa Blanca ya se olvidó de las medidas para combatir el terrorismo.
Washington tiene actualmente unos 900 soldados desplegados ilegalmente en el este de Siria, en respaldo a las Fuerzas de Autodefensa dirigidas por los kurdos, que ocupan alrededor de un tercio del país, y controlan la mayor parte de los recursos de petróleo y trigo, preció el especialista.
En este momento, el gobierno de EE.UU. no reduce los niveles de tropas, por el contrario: contruyen otra base en la provincia septentrional de Raqqa, lo cual habla de sus “olvidos”.
En última instancia, agregó Freeman, estos supuestos activistas en la recaudación de fondos de Maryland agitaron por una política de sanciones más belicosa, destinada a frustrar el realineamiento regional ocurrido este año, con la normalización entre Riad y Damasco, y la bienvenida de nuevo en la Liga Árabe.
Los vecinos de la nación levantina, incluidos antiguos adversarios, aceptaron en gran medida que Assad no se va a ir a ninguna parte. Sin embargo, la Casa Blanca está opuesto a estos hechos y, tras la decisión de la Liga Árabe, impuso más sanciones.
Según Alena Douhan, relatora especial de la ONU sobre medidas coercitivas unilaterales, quien visitó el país por doce días el año pasado, las sanciones "dañan gravemente los derechos humanos e impiden cualquier esfuerzo de recuperación temprana, y de reconstrucción".
En este momento, 12 millones de personas luchan contra la inseguridad alimentaria en Siria, y el 90 por ciento de la población vive en la pobreza, con acceso limitado a alimentos, vivienda, agua, electricidad, atención sanitaria, calefacción, cocina, combustible y transporte.
Biden insistirá en el fracaso y más en el “Assad debe irse”, pero lo evidente sería imponer un “Biden debe irse”, en valoración de Freeman .