La ciencia podría resucitar al mamut lanudo
Trabajos de esta relevancia invitan a creer que hasta las proyecciones más increíbles se pueden volver realidad.
Ramiro Perrotta, biotecnólogo de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), obtuvo una beca y viajará a Estados Unidos para realizar su postdoctorado en el equipo de George Church, el reconocido genetista e ingeniero molecular de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Junto a una centena de encumbrados especialistas de las más diversas disciplinas, se embarcará en una aventura científica sin precedentes: tendrá el extraordinario y curioso objetivo de “resucitar” al mamut lanudo, una especie que habitó Asia y Europa hace seis mil años. De manera reciente, el grupo recibió 15 millones de dólares para encender los motores y volver al futuro.
Trabajos de esta relevancia invitan a creer que hasta las proyecciones más increíbles se pueden volver realidad: especies ya extintas que, gracias a las potencialidades de la ciencia, logran retornar a la vida.
El científico que hoy se forma en el equipo del prestigioso inmunólogo Gabriel Rabinovich en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) del Conicet ha descrito en qué consiste el proceso de “de-extinción” del mamut, se estaciona en las causas que justifican “traer a la vida” a una especie que ya no existe, al tiempo que comparte su perspectiva en torno a los límites de la edición genética.
La de-extinción es el proceso inverso a la extinción. En concreto, se utilizan las tecnologías de ingeniería genética para volver a la vida rasgos de especies ya extintas, con el propósito de restablecer ecosistemas. Como los restos del mamut lanudo fueron hallados en el permafrost --capa de subsuelo de la corteza terrestre congelada de manera permanente-- y no poseen células vivas, su de-extinción será de genes.
Bajo esta premisa, el equipo del que participará Perrotta utilizará elefantes asiáticos: son los parientes más cercanos del mamut, tanto que comparten un 99,6 por ciento del genoma. “Tras el examen de los restos fósiles del mamut, intentaremos la reconstrucción de su ADN y lo compararemos con el del elefante del presente. Después, identificaremos los genes que los distinguen e introduciremos las características biológicas que permitirían que los animales actuales puedan adaptarse a vivir en el frío”, expresa el joven investigador, que está por culminar su doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Crear un híbrido entre un mamut y un elefante --es decir, “mamutizar” a un elefante-- no es nada fácil. En este afán, Church, Perrotta y compañía emplearán la ingeniería genética, puntualmente, la técnica CRISPR/Cas9: las tijeras por las cuales Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna obtuvieron el Nobel de Química en 2020.
“En un cultivo celular, se toman células del elefante, se las edita genéticamente y luego se realizan transferencias nucleares. Después se crea un embrión y, eventualmente, se coloca en una madre subrogante, en una elefanta, para que pueda gestar una cría”, explica Perrotta. Según estima el científico, en cinco años podrían obtener las primeras crías de elefantes genéticamente modificados con los rasgos del mamut.
Con este procedimiento, el elefante que se gestará tendrá ese pequeño porcentaje de genes que le faltaba para ser un mamut lanudo: adquirirá las características necesarias para transportar oxígeno a bajas temperaturas de manera eficiente, tendrá más pelo, producirá más grasa corporal e, incluso, desarrollará orejas más pequeñas (ya que las grandes son menos eficientes térmicamente). En resumen, será parecido a Manny, el mamut lanudo de La era de hielo.
Subvertir el proceso evolutivo implica una controversia que suscita diversos posicionamientos
Las potencialidades de la edición genética aparentan ser infinitas: si se pudiera reconstruir el genoma, existiría la chance de “resucitar” cualquier especie que haya pisado el planeta. De hecho, ello fue lo que agitó el cerebro de He Jiankui, el científico chino que buscó modificar el genoma de gemelas humanas y volverlas resistentes al HIV, y terminó en prisión.
“El asunto es que, a la fecha, con la tecnología disponible, el requisito es que la especie en la cual el animal modificado se pueda gestar sea relativamente cercana. El miedo de muchos de que la experiencia de Jurassic Park sea finalmente posible es prácticamente infundado. Después de seis millones de años no quedan restos de ADN que puedan ser leídos y los dinos se extinguieron hace más de 60 o 70 millones”, apunta.
Desde el punto de vista del biotecnólogo, más temprano que tarde se emplearán estas técnicas para intervenir el genoma humano. “Si la meta es la conservación, el mantenimiento de los ecosistemas, el aumento de la diversidad, no veo ningún problema ético en volver a la vida a un animal.
En la mayoría de casos en los que se reintrodujeron especies en zonas funcionalmente extintas fueron positivos”, opina. Y robustece su razonamiento, a partir de la aplicación del concepto de conservación disruptiva: “Se relaciona con el uso ético de las nuevas tecnologías que se propone preservar tanto animales como ambientes.
En este sentido es que se vuelven a la vida algunas especies concretas para que habiten aquellos escenarios que solían habitar, con el fin de restaurar ecosistemas y revertir los efectos del cambio climático. Me gusta pensarlo de esta manera”, remata.