Vienen de todas partes para asistir a la fiesta de la Guelaguetza: algunos dejan pasar al centro a los integrantes de las ocho regiones de Oaxaca; otros esperan los obsequios de cada delegación. 

La mayoría va en búsqueda de la diosa Centéotl que, con su cetro de milpa y traje dorado, se alza en el medio del escenario. 

El jolgorio, conocido como Los Lunes del Cerro por su icónico auditorio, es una de las celebraciones folclóricas más grandes de América Latina. 

A finales de julio, 16 grupos étnicos indígenas y la comunidad afromexicana promueven sus tradiciones a través de bailes públicos, desfiles y artesanías.

Uno de sus grandes encantos es la puesta en escena de la leyenda de la princesa Donají. Conocer la historia de su sacrificio en nombre del pueblo zapateco, antes de la conquista española, representa un privilegio. 

De igual forma, lo es melodía del Jarabe Mixteco, un baile que combina siete sones y 14 pasos característicos de esta región.

Según los antiguos moradores, el festival nació como una necesidad de unión después del terremoto de 7,8 grados en escala de Richter que azotó el estado el 7 de enero de 1931.

La conmemoración duraba medio día, y durante su desarrollo las familias convivían, comían, compraban y compartían en medio de un espectáculo.