Los caballitos de mar son peces con una capacidad de nadar limitada. Resultan inconfundibles por su postura erguida. Las praderas submarinas funcionan como su lugar predilecto. Son los machos los encargados del cuidado de los huevos.  

Vistos por algunos pocos en su hábitat natural, la fascinación por estos seres mitológicos con cabeza de caballo y cuerpo de pez quedó plasmada en mosaicos, pinturas, esculturas y monedas de la antigua Grecia y Roma. 

Pertenecen a un grupo de los signátidos, cuyo nombre deriva del griego y quiere decir "mandíbulas unidas".

Al carecer de aletas caudal y ventral, sus movimientos son posibles gracias a la estructura dorsal, que le impulsa hacia delante y las formas pectorales. 

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Otra de las peculiaridades de estos ejemplares es que no tienen escamas y su piel está recubierta de una sustancia viscosa y resbaladiza.

Uno de los sexos tiene un saco incubador en su vientre, donde empieza la cola, para portar a las crías. Curiosamente, son los machos los responsables de esta delicada tarea; son los únicos del reino animal con esa función. 

El parto es largo y el animal sufre numerosas contracciones antes de "dar a luz". El padre presiona el saco para facilitar la salida de las crías y nacen hasta un millar de réplicas diminutas.

Lamentablemente, su estrategia de desarrollo no garantiza la supervivencia de este ícono de la biodiversidad marina, pues sus particulares características biológicas y ecológicas le hacen muy vulnerable.

Varios expertos estiman que cada año los seres humanos pescan entre 25 y 30 millones de caballitos de mar para diversos fines.

Durante siglos, fue útil en la medicina tradicional china para tratar problemas de riñón, impotencia y la infertilidad.