Las lluvias torrenciales reportadas en Nigeria la semana pasada dejaron un balance preliminar de más de 200 muertos y el desplazamiento de tres mil personas. 

En la ciudad de Mokwa, ubicada a 350 kilómetros al noroeste de la capital Abuya, las autoridades locales tomaron la decisión de suspender las operaciones de rescate al considerar mínimas las posibilidades de encontrar supervivientes.

Los equipos de emergencia concentraron entonces sus esfuerzos en la recuperación de cadáveres entre los escombros y en implementar medidas sanitarias para prevenir brotes de enfermedades en la zona afectada.

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Aunque las precipitaciones forman parte del patrón climático habitual de Nigeria durante el período que va de abril a octubre, los especialistas coincidieron que este evento superó los parámetros normales de hace más de seis décadas. 

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Las variaciones térmicas entre el continente y el océano, sumadas a sistemas de baja presión inusualmente activos, explicarían la magnitud.

El torrente empujó también cientos de hogares, debido a la falta de mantenimiento de las tuberías instaladas para evacuar el agua de las crecidas.

La situación de Nigeria frente al cambio climático

Fenómenos actuales como el calentamiento global intensifican el ciclo hidrológico y provocan lluvias más intensas.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, entre los años 2000 y 2023 el número de inundaciones aumentó en más del 134 por ciento en todo el mundo. 

En el caso específico de Nigeria, el fenómeno encuentra al Gobierno y la comunidad sin los medios necesarios para responder de forma eficaz. 

La vulnerabilidad es consecuencia de siglos de explotación colonial, extracción de recursos y estructuras económicas impuestas que dejaron a la nación con sistemas debilitados y escasa infraestructura.