Acabar la diplomacia de paz: deseo de candidato de EE.UU. en Venezuela
Entre la propuesta y los discursos del candidato de la oposición abanderado por EE. UU. destaca como prioridad recuperar la política exterior previa a la Revolución Bolivariana, con todas las omisiones de violaciones de los Derechos Humanos que esto conlleva.
Del discurso del candidato por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia se extraen algunas frases bien colocadas y no en vano repetidas a las que se debe prestar atención. Entre estas destaca que él y su equipo aspiran a que “Venezuela sea una referencia democrática internacional”.
Los intereses detrás de este candidato dicen a través de él que con su triunfo la nación suramericana “tendría el comportamiento que debe tener en el mundo”.
Tal posición infiere en la aspiración de meter en cintura a Venezuela, específicamente en la faja ajustada según los intereses de quienes controlan organismos internacionales tan tradicionales como decadentes, entiéndase la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quienes no han tendido la mano en favor de la paz a la República Bolivariana en sus recientes crisis.
En su primera entrevista oficial como candidato González Urrutia aseguró que, en términos de política exterior, Venezuela y EE. UU. tienen “más de 12 años con unas relaciones diplomáticas interrumpidas, sin jefes de misión con rango de embajador en las capitales, no hay diálogo político, todos los planes de cooperación fueron suspendidos, y esto es una realidad que nosotros aspiramos recomponer a partir del 28 de julio".
Con su llegada, manifestó, rompería con las políticas que han "marginado a Venezuela del concierto de naciones democráticas del mundo".
¿De qué va el “mal comportamiento” que tiene la nación suramericana en el mundo y que este sector pretende corregir o recomponer?
En primer término: pretendería lograr una reconciliación con el gobierno estadounidense desdibujando la historia como si la ruptura obedeciera a un capricho, sin considerar que en el llamado Estado profundo de EE. UU. se imponen los intereses geoestratégicos y también electorales determinados por los votos en el sur de Florida. Una comunidad abiertamente anticomunista, antiizquierdista y en extremo conservadora.
Se omite también el lugar protagónico de Washington en el golpe de Estado y paro petrolero que atentó contra el hilo constitucional y la estabilidad política y social venezolana en el año 2002.
Al mismo tiempo, hace caso omiso al papel inyector y promotor de conflictos que tuvo y tiene la Casa Blanca en Irak, Afganistán, Libia, Siria y ante el plan de genocidio sistemático del pueblo palestino por parte de su aliado “Israel”. Actuaciones a las cuales Venezuela se opone férreamente pues atentan contra el Derecho Internacional con total impunidad.
Tampoco se considera que los gobiernos de Washington destruyen la posibilidad de encuentro mediante la declaración de Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” desde 2015, y la ratificación de este decreto durante tres administraciones.
No se tiene en cuenta que el prisma de la Casa Blanca en sus distintas instancias de poder presenta a Venezuela como un Estado forajido, a su gobierno como una mafia y al chavismo como un criminal a eliminar.
La Revolución Bolivariana enfrentó la injerencia y al aislacionismo promovido por el extinto Grupo de Lima, a la inyección de prácticas paramilitares propias de la política del expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, y a la violación de su soberanía y de los Acuerdos de Ginebra implícitas en las maniobras del gobierno de Guyana en torno a la disputa por el territorio Esequibo. Todas fraguadas en simultáneo, de forma sistemática y con el beneplácito de Estados Unidos.
De diversas maneras y mediante distintos voceros, EE. UU. pretendió corregir las iniciativas venezolanas para garantizar un futuro en independencia, entre estas destacan el reimpulso de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el diseño del Foro de Países Exportadores de Gas o proyectos como la Cumbre de Países de América del Sur con las naciones árabes (ASPA), así como distintas instancias donde no solo se hablaba sobre petróleo o gas sino también de integración cultural y académica.
Lazos que hasta la fecha no ha sido posible borrar. Una comunión que en 2020 se tradujo, por apuntar un caso reciente, en la venta de gasolina por parte de la República Islámica de Irán sorteando las sanciones impuestas contra ambas naciones y en medio de una situación crítica de abastecimiento y crisis por la pandemia de la Covid-19. Ante este acto de solidaridad EE. UU. confiscó cuatro buques petroleros iraníes y subastó la gasolina que tenía como destino el pueblo venezolano.
Pese a esto, Venezuela cumple con su deber ante países hermanos en concordancia con el orden internacional y la declaración universal de los Derechos Humanos. Aun cuando estas deudas no son asumidas por los poderes hegemónicos que las generan y subsisten debido a la injusticia y la opresión de los pueblos. Por ello estos poderes tienen bien delimitado su candidato a la elección presidencial, uno que les permita volver a tutelar el ejercicio del gobierno en el país.