Revelan advertencias de Blair a EE. UU. sobre riesgos de invadir Irak
Documentos británicos exponen que Blair advirtió a EE. UU. sobre el riesgo político y legal de invadir Irak sin respaldo del Consejo de Seguridad en 2003.
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David Manning, Condolessa Rice, George W. Bush y Tony Blair en Camp David en 2002.
Documentos británicos desclasificados revelaron que el entonces primer ministro Tony Blair advirtió a la administración de George W. Bush en 2003 que una invasión de Irak sin respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU podría provocar su salida del poder en el Reino Unido.
La información, publicada por The Guardian, muestra que el asesor de política exterior británico, David Manning, advirtió a Condoleezza Rice, entonces consejera de Seguridad Nacional de Estados Unidos, sobre el riesgo político que enfrentaba Blair si ignoraba la legalidad internacional.
Advertencias políticas antes del inicio de la guerra
La advertencia se produjo durante una reunión el 31 de enero de 2003, semanas antes del inicio de la invasión y de una visita de Blair a Camp David.
En ella, Manning expresó que el afán de Washington por cambiar el régimen en Bagdad podía derivar en un cambio de liderazgo en Londres si se descartaba una segunda resolución de la ONU, considerada “esencial” para la legitimidad política y legal del Reino Unido.
Una nota interna, clasificada como “secreta y extremadamente sensata”, alertó sobre el debilitamiento de la posición interna de Blair ante su gabinete y el Parlamento, lo que podía forzar su renuncia.
Postura inamovible de Bush y tensiones diplomáticas
Manning transmitió que Bush no consideraba necesaria otra resolución al tener respaldo del Congreso, una situación legal y política distinta a la del Reino Unido.
Rice reconoció la diferencia, comparándola con una “partida de póker”, en la que todos debían “mostrar sus cartas”. Manning replicó que Bush podía arriesgar, pero Blair sería obligado a abandonar la mesa si fracasaba.
Los documentos también reflejan la impaciencia de Washington ante la negativa de Francia y Rusia —ambos con poder de veto— de aprobar una nueva resolución, mientras los inspectores de la ONU no hallaban armas de destrucción masiva, principal justificación para la guerra.
El compromiso ideológico de Bush y las consecuencias previstas
El entonces embajador británico en Washington, Christopher Meyer, calificó el discurso de Bush ante el Congreso en enero de 2003 como “el cierre de toda maniobra política”. Describió al presidente estadounidense como “mesiánico”, con una visión del mundo dividida entre el bien y el mal, y una misión casi religiosa de “limpiar el mundo de malhechores”.
Paralelamente, memorandos del Ministerio de Defensa británico ya advertían que el debilitamiento del poder de Sadam Hussein podía provocar niveles significativos de violencia interna en Irak, si no se gestionaba adecuadamente la transición.
El informe Chilcot confirma las advertencias ignoradas
Años más tarde, el informe Chilcot sobre la guerra de Irak confirmó que estas advertencias eran válidas, y criticó duramente a Blair por minimizar los riesgos políticos y de seguridad, así como por ignorar las dudas internas.
El informe subrayó que el caos posinvasión fue previsible y que las decisiones clave se tomaron sin el debido análisis ni preparación.
La invasión a Irak en marzo de 2003, liderada por Estados Unidos y Reino Unido, se ejecutó sin una segunda resolución del Consejo de Seguridad.
El argumento de las armas de destrucción masiva nunca fue probado, lo que desató una crisis de legitimidad internacional. El conflicto dejó cientos de miles de muertos, desplazamientos masivos y la desestabilización prolongada del país, dando lugar al auge de grupos extremistas.