Diplomacia de EE. UU.: una retórica agresiva contra Cuba y Venezuela
La narrativa promovida por Estados Unidos no busca tender puentes, sino justificar las sanciones económicas y deslegitimar los procesos políticos de Cuba y Venezuela.
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Embajada de Estados Unidos en La Habana.
La embajada de Estados Unidos en Cuba vuelve a recurrir a sus redes sociales para difundir un mensaje que, lejos de promover el diálogo o el entendimiento, opta por el ataque frontal contra La Habana y Caracas.
Su más reciente publicación afirmó: “Los regímenes dictatoriales no electos de Cuba y de Maduro culpan al mundo de su incompetencia y fracasos, pero estos regímenes se basan en la corrupción, el robo y el caos económico. Ya es hora de exigirles responsabilidades.”
Este tipo de contenido, de tono acusatorio y carácter injerencista, se convierte en una práctica habitual de la representación diplomática estadounidense. Más que informar, estas publicaciones parecen diseñadas para alimentar narrativas hostiles y justificar políticas de agresión económica.
Ignorar el contexto: una estrategia deliberada
Sin embargo, la embajada omite de forma deliberada el contexto en el que se desarrollan las economías de Cuba y Venezuela. Ambos países son blanco de una política de “máxima presión” por parte de Washington.
En Cuba, el bloqueo económico impuesto desde hace más de seis décadas limita el desarrollo en múltiples áreas. Venezuela, por su parte, enfrenta más de 900 medidas coercitivas que golpean su capacidad productiva y comercial.
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Ambas naciones insisten en que sus modelos de desarrollo responden a principios de soberanía, justicia social e integración regional. Las dificultades económicas que enfrentan no pueden analizarse, por tanto, sin considerar el cerco económico impuesto desde Estados Unidos.
Narrativas hostiles de Estados Unidos
Las acusaciones de “corrupción y caos” no solo simplifican una realidad compleja, sino que buscan justificar estas sanciones y deslegitimar procesos políticos que cuentan con respaldo popular y mecanismos institucionales propios.
Mas allá de la etiqueta de “regímenes dictatoriales” que se les pretende imponer, tanto Cuba como Venezuela defienden que sus sistemas políticos se fundamentan en la participación ciudadana y en procesos electorales democráticos.
Las elecciones nacionales de marzo de 2023, para elegir a los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba, registraron por ejemplo una participación del 75,87 por ciento del padrón electoral.
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En Venezuela, pese a las campañas de descrédito, se celebraron elecciones presidenciales en julio de 2024 con la participación de más de 12 millones de votantes. El gobierno defendió la transparencia del proceso, respaldado por auditorías y mecanismos de verificación.
Diplomacia que profundiza tensiones
La publicación de la embajada no es un hecho aislado. Forma parte de una estrategia comunicacional que busca justificar la continuidad de las sanciones, alimentar el desprestigio y bloquear cualquier intento de acercamiento o entendimiento.
En lugar de promover el respeto mutuo y la cooperación, Estados Unidos insiste desde la diplomacia en una narrativa de confrontación que solo profundiza las tensiones con Venezuela y Cuba.