20 de mayo: derrotar las fuerzas más retrógradas de la política
Para intentar comprender la razón por la cual la mayor parte de la clase política antichavista decidió no participar en las elecciones del 20 de mayo, es preciso remontarse al 7 de octubre de 2012: el antichavismo nunca llegó a recuperarse de la última derrota electoral que sufrió contra Hugo Chávez.

Desde entonces se celebraron siete contiendas electorales: regionales en diciembre de 2012, presidenciales en abril de 2013, municipales en diciembre de 2013, para elegir Asamblea Nacional en diciembre de 2015, para elegir Asamblea Nacional Constituyente en julio de 2017, regionales en octubre de 2017 y municipales en diciembre de 2017. El antichavismo solo ganó una de ellas.
No es en lo absoluto casual que el antichavismo resultara vencedor en las únicas elecciones celebradas entre las dos oleadas de violencia antigubernamental, la primera de las cuales tuvo lugar entre febrero y junio de 2014, con saldo de 43 víctimas mortales, y la segunda entre abril y julio de 2017, y que dejó 142 fallecidos.
Asimismo, fueron las primeras elecciones realizadas una vez que el conjunto de fuerzas oligárquicas decidió arreciar el brutal ataque contra la economía nacional.
Luego de lograr mayoría en la Asamblea Nacional, en diciembre de 2015, la clase política antichavista estaba en condiciones de activar un referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro. No fue capaz de hacerlo, fundamentalmente, por las contradicciones en su seno, que se agudizaron precisamente luego de las elecciones presidenciales de 2012 (1). Estaba en juego la conducción política de la oposición. Y ninguna fuerza pudo asumir el control definitivo.
De hecho, la oleada de violencia que sacudió al país en 2014 fue expresión de esa misma disputa (2): aquellas manifestaciones fueron convocadas por las fuerzas que apostaban a la derrota del chavismo por la vía no electoral.
En 2017, en cambio, al menos en apariencia, se sumaron a la segunda oleada de violencia como bloque. En esta oportunidad, como ya apuntamos, el número de víctimas se triplicó en relación con 2014. Muy contrario a la propaganda difundida globalmente, con amplio respaldo, por cierto, de las agencias internacionales de noticias, la mayoría de las víctimas no fallecieron en manos de funcionarios de seguridad (37 %), sino en manos de particulares (49 %). El 47 % de las víctimas no participa en manifestación alguna (3).
El clima de crispación provocado por los hechos de violencia, que incluyeron episodios de crímenes de odio (fueron prendidas en fuego y asesinadas personas por ser “sospechosas” de militar en el chavismo), y en general la errática conducción de la clase política antichavista, hizo posible un hecho sin precedentes en la política venezolana: a pesar del activo boicot de las fuerzas más violentas, una pequeña parte de la base social del antichavismo decidió participar en las elecciones del 30 de julio de 2017, más que para elegir la Asamblea Nacional Constituyente, para ponerle fin a cuatro meses de violencia fratricida. Primera vez que su electorado “castigaba” electoralmente a los partidos antichavistas.
Si la elección de la Constituyente implicó una seria derrota para la “unidad” opositora, la decisión de participar en las elecciones regionales de octubre de 2017, pero sobre todo las serias diferencias que surgieron en el proceso de selección de sus candidatos en la mayoría de los estados del país (con acusaciones de fraude entre unos partidos y otros en casi todos los casos), hizo que fuera inviable.
Ya entonces, las líneas de fuerza agrupadas en “Soy Venezuela”, prácticamente las mismas que convocaron a la violencia en 2014, y sin ningún chance real de alzarse con la victoria en algún estado del país, decidieron no participar en las elecciones.
Luego, ya en desbandada, acabando de encajar dos importantes derrotas electorales, y previendo una nueva derrota, la oposición casi en pleno, y salvo casos puntuales, decidió no participar en las municipales de diciembre de 2017.
Casi todos los partidos que en su momento defendieron la vía electoral (Acción Democrática, Primero Justicia, UNT, etc., y hoy agrupados en el autodenominado “Frente Amplio Venezuela Libre”), y que hasta no hace mucho ostentaron el liderazgo opositor (sin dejar de estar en conflicto entre ellos), hoy van a la zaga de fuerzas políticas minoritarias, alentadas por la Administración Trump, las mismas que nunca dejaron de apostar por salidas antidemocráticas.
Detrás del discurso que busca deslegitimar el sistema electoral venezolano, de los anuncios de no reconocimiento de los resultados por parte de varios países alineados a Estados Unidos, y de las denuncias sobre la supuesta inexistencia de “condiciones mínimas para elecciones libres y creíbles” (4), las que se esconden son las fuerzas más retrógradas de la política venezolana y global.
Las que habrán de ser derrotadas, una vez más, el 20 de mayo.
(1) Reinaldo Iturriza López. ¿Qué será de Venezuela después de Chávez? 18 de marzo de 2013.
https://elotrosaberypoder.wordpress.com/2013/03/18/que-sera-de-venezuela-despues-de-chavez/
(2) Reinaldo Iturriza López. Guerra económica: novedades en el frente. 20 de enero de 2015.
https://elotrosaberypoder.wordpress.com/2015/01/20/guerra-economica-novedades-en-el-frente/
(1) Soraya El Achkar. Síntesis de “Memoria de la violencia política. Abril-julio, 2017”. Desafío Constituyente, 25 de abril de 2018.
http://desafioconstituyente.com.ve/memoria-de-la-violencia-guarimbas-2017/
(2) High Commissioner’s global update of human rights concerns. 37th session of the Human Rights Council. Item 2: Annual Report and Oral Update by the High Commissioner for Human Rights on the activities of his Office and recent human rights developments. Statement by the UN High Commissioner for Human Rights, Zeid Ra'ad Al Hussein. 7 de marzo de 2018.
http://www.ohchr.org/EN/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=22772&LangID=E