Divisiones en cúpula de EEUU sobre política hacia Irán y el mundo
Todo indica, asevera el académico, que Pompeo, y no Esper, llamó la atención de Trump durante la mayoría de los debates de alto nivel sobre la política de EE.UU. hacia Irán.
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Divisiones en cúpula de EEUU sobre política hacia Irán y el mundo
Existen profundas divisiones en la cúpula gubernamental en Estados Unidos en cuanto a la formulación de la política estratégica de ese país con relación al mundo, y especialmente sobre Irán y China.
La afirmación está contenida en un artículo de Michael T. Klare, profesor en el Hampshire College (Amherst, Massachusetts), que publica el sitio digital alainet.org y que detalla la existencia de dos ejes en el gobierno del presidente Donald Trump a la hora de definir la actuación de su gobierno en política exterior.
En la aproximación “La división estratégica de Washington sobre Irán”, el texto aborda la decisión de Trump de asesinar al general iraní Qassem Suleimani, y plantea que cuando eso ocurrió el militar estaba en Bagdad, para considerar una propuesta saudita de atenuación de esas tensiones con Washington.
Plantea el informe que el Secretario de Estado, Mike Pompeo declaró después del ataque que "teníamos una profunda inteligencia que indicaba que había una conspiración activa para poner vidas americanas en riesgo".
Pero aún no se ha compartido ninguna inteligencia que valide esta afirmación con los miembros del Congreso, y el secretario de defensa Mark Esper dijo que no tenía conocimiento de ninguna inteligencia específica sobre los próximos ataques a las embajadas de EE.UU.
Sobre este hecho y otros, los jefes estadounidenses actúan concertadamente para que se aumente el gasto militar pero “están profundamente divididos en cuanto a la gran política estratégica”.
En los dos últimos años, asegura Klare, el sistema de seguridad nacional estadounidense se dividió en dos bandos poderosos, cada uno con sus propios vínculos con la Casa Blanca.
Por un lado, plantea, están los "ideólogos", que creen que el Oriente Medio debe seguir siendo un foco principal de la planificación estratégica de los Estados Unidos y que éstos deben asumir el liderazgo en la construcción de una coalición internacional para contener a Irán y, de ser posible, provocar el colapso del régimen actual.
Este grupo está dirigido por Pompeo y el vicepresidente Mike Pence, y respaldado por figuras republicanas clave del Congreso y la Casa Blanca, en particular el yerno y asesor principal de Trump, el pro israelí Jared Kushner, que a menudo se hacen eco de las opiniones de altos funcionarios saudíes e israelíes con opiniones igualmente duras sobre el régimen iraní, señala.
Por otro lado, hay un grupo de altos funcionarios militares y de inteligencia -a los que llamo "geopolíticos"- que consideran que el ascenso de China es el principal desafío y creen que Washington debería trasladar sus recursos militares de Oriente Medio a Asia.
Ambos bandos –indica- creen firmemente que EE.UU. debe seguir siendo la principal potencia mundial, ejerciendo el dominio en todas las áreas clave.
Sin embargo, a pesar de su enorme fuerza militar, Estados Unidos no poseen una capacidad militar ilimitada, por lo que los principales líderes a menudo no se ponen de acuerdo sobre la mejor manera de asignar los recursos disponibles (portaaviones, divisiones del ejército, etc.) a los distintos escenarios de la contienda.
Mientras que el terrorismo islámico y el ISIS se consideraron las principales amenazas a la seguridad de Estados Unidos, el Oriente Medio fue el primero en reclamar esos recursos.
Pero ahora, subraya el académico, para consternación del campo ideológico, muchos en Washington creen que Asia se convirtió en el epicentro de la competencia mundial por el poder y que el grueso de las fuerzas estadounidenses debe concentrarse allí, mientras la región medio oriental, aunque importante, es como un teatro secundario, principalmente importante como fuente de energía para Asia.
Plantea el analista que hasta hace poco, parecía que el campo geopolítico estaba en la vanguardia. Este grupo, dirigido por los altos dirigentes del Pentágono e integrado por figuras de alto nivel del Departamento del Tesoro y de la comunidad de inteligencia, afirma que su país estuvo excesivamente preocupados por los conflictos de Oriente Medio de dudosa importancia estratégica, mientras que sus rivales de gran potencia, en particular China y Rusia, explotan la miopía estratégica de los Estados Unidos para reforzar su fuerza militar y su alcance diplomático.
En ese sentido, argumenta, durante un tiempo pareció que la reducción del ascenso de China se había convertido en la perspectiva estratégica dominante en Washington. El Departamento de Defensa solicitó miles de millones de dólares en fondos adicionales para el desarrollo de armamento avanzado y comenzó a reposicionar fuerzas desde zonas de conflicto secundarias, como el norte de África y el Oriente Medio, a zonas inmediatamente circundantes a China y Rusia.
Esta creencia de que el ejército de los Estados Unidos debería reasignar sus fuerzas y equipos de los teatros secundarios, presumiblemente incluyendo la zona del Golfo Pérsico, a "teatros prioritarios" en otros lugares es un anatema para el campo ideológico, con su fijación en Irán, sostiene Klare.
Para ellos, puntualiza el analista, el régimen iraní es una amenaza tanto moral como estratégica: moral por su feroz hostilidad hacia Israel, el judaísmo y los Estados Unidos; estratégica por su dominio sobre las milicias bien armadas de toda la región, su presunta búsqueda de armas nucleares y sus ambiciones de dominar el Golfo.
Todo indica, asevera el académico, que Pompeo, y no Esper, llamó la atención de Trump durante la mayoría de los debates de alto nivel sobre la política de EE.UU. hacia Irán. Pompeo, graduado de West Point y ex oficial del ejército, es conocido en Washington como un feroz opositor del régimen iraní y seguramente presiona en contra de cualquier reducción de la fuerza militar de EE.UU. en la gran área del Golfo.
Aunque las tensiones se calmaron un poco desde la respuesta inicial iraní al asesinato de Soleimani, la probabilidad de futuros ataques iraníes, más indirectos, como los asaltos de las milicias a las posiciones de los Estados Unidos o de sus aliados en otros lugares de la región, sigue siendo alta, indica el analista.
En consecuencia, es probable que los miles de refuerzos del ejército y del cuerpo de marines desplegados al Golfo en las últimas semanas permanezcan allí durante algún tiempo, eliminando toda posibilidad de reasignar fuerzas a la región de Asia y el Pacífico.
Esto significa que, por ahora, las fuerzas estadounidenses seguirán concentradas en el Golfo y que las perspectivas de un enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán son altas.
Al desestimar este escenario, Klare puntualiza que es seguro que el péndulo finalmente se inclinará en la otra dirección, hacia una estrategia más centrada en Asia.
El académico concluye que las élites de la política exterior de Estados Unidos están demasiado preocupadas por el ascenso de China como para permitir que lo que consideran como disputas intrascendentes en el Oriente Medio distraigan la atención de la trascendental tarea de preservar la superioridad estadounidense sobre sus principales competidores geopolíticos.