Trump y sus satélites irrespetan hasta los valores de la Armada estadounidense
El secretario norteamericano de Defensa, Mark Esper, y el presidente Donald Trump deberían pagar un precio por la forma en que manejaron la crisis del USS Theodore Roosevelt, en cuya tripulación se detectó el 22 de marzo último un marino con Covid-19.
El secretario norteamericano de Defensa, Mark Esper, y el presidente Donald Trump deberían pagar un precio por la forma en que manejaron la crisis del USS Theodore Roosevelt, en cuya tripulación se detectó el 22 de marzo último un marino con Covid-19.
Un memorando del capitán Brett Crozier, comandante del Roosevelt, un portaaviones de propulsión nuclear de clase Nimitz, advirtió sobre la crisis que generaría el caso del infectado, pero en ningún caso lo escucharon.
Esper y Trump despidieron a Crozier y al secretario interino de la Armada, Thomas Modly.
La cultura de la Marina y el proceso de toma de decisiones del gobierno del magnate republicano van hacia lo opuesto cómo se refleja en el episodio de la infección del marinero.
Es ostensible que los funcionarios de Departamento de Defensa designados por Trump irrespetan los valores y la educación de la Armada y el Ejército, por temor a reprimendas o censuras del jefe de la Casa Blanca.
En algún momento, Modly decidió sacar a Crozier porque no quería sufrir el mismo destino que otros por disentir del presidente.
Por ejemplo, cuando el primer secretario de Defensa en el gobierno de Trump, el general retirado de la Marina James Mattis, protestó por el plan de un repliegue de las tropas en Siria, lo despidieron.
Y cuando el jefe de la Casa Blanca desvió más de 10 mil millones del presupuesto de defensa para construir un muro en la frontera con México, Esper se hizo de la vista gorda y apoyó la decisión.
Richard Spencer como secretario de la Armada también ilustra los métodos irracionales del Gobierno; Esper lo sacó del cargo, cuando aquel se opuso a otra decisión de Trump.
Tres días después de despedir a Crozier, Modly llamó al columnista del Washington Post David Ignatius para confesarle que tomó la decisión por rumores de que Trump lo quería.
Pese a su lealtad al magnate inmobiliario, Modly fue obligado a renunciar, tras destrozar a Crozier en un discurso cargado de blasfemias a bordo del USS Roosevelt.
Pero a Esper y Trump, los autores intelectuales de la defenestración del honorable capitán de la Marina, no los rozó ni una mosca por la infame decisión.
Con suerte, en una próxima edición de Gobierno se consiga respeto para la cultura y las tradiciones de la Armada y de otros servicios militares y se evite una repetición de tales bajezas.
Quizás esa nueva alineación gubernamental promocione a Crozier a la posición de almirante que se merece por su valentía al salir en defensa de sus hombres.