EE.UU. envía bombas de racimo a Ucrania
La decisión de dotar al ejército ucraniano de estos explosivos es el punto más reciente de una escalada que incluyó la entrega de equipos antiaéreos de mayor sofisticación, artillería de alcance creciente, tanques pesados de propósitos ofensivos, municiones de uranio empobrecido que introducen el componente nuclear en las operaciones bélicas.
Estados Unidos hizo caso omiso a las críticas de la Organización de Naciones Unidas y varios países y confirmó que suministrará a Ucrania municiones de racimo, que formaran parte de un nuevo paquete de aporte militar de 800 millones de dólares, ante la evidencia de que la contraofensiva de la OTAN-EE.UU.-Ucrania va más lenta de lo esperado.
Vale la pena repetirlo: los proyectiles multibombas están prohibidos en numerosos países porque matan de manera indiscriminada. Muchas naciones han prohibido su uso y producción en virtud de la Convención de Oslo de 2008, de la que no forman parte ni Estados Unidos ni Ucrania. El presidente Joe Biden señaló que “fue una decisión muy difícil para mí, pero las tropas ucranias están quedándose sin municiones”.
Usadas por primera vez en 1943 contra las divisiones acorazadas alemanas, han acabado con la vida de 85.000 hombres, mujeres y niños ajenos a las fuerzas armadas en las últimas décadas En la actualidad, 111 países han prohibido su utilización, pero Biden, Putin y Zelensky las permiten.
A nivel militar las bombas de racimo son idóneas para aniquilar a la infantería, ya que su explosión genera una inmensa nube de pequeños proyectiles. Entre un 10 y un 40 por ciento de las subminiciones que esconden en su interior no estallan al impactar. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, esta ‘munición fallida’ se convierte en una trampa mortal para los civiles de la zona y cuando explosionan su radio de acción es similar al de cuatro campos de fútbol.
Este paso en la apuesta por la muerte tiene un carácter abominable, porque la concepción y el diseño de las bombas de racimo las convierte en un instrumento para causar el mayor daño posible a la población civil, sin responsabilidad en la conflagración desatada por los líderes desde Moscú, Kiev, Washington y/o Bruselas.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reiteró su rechazo al uso de las bombas en el campo de batalla, incluso en el conflicto de Ucrania, y reafirmó su apoyo a la Convención de Oslo. Además, al menos 38 organizaciones de derechos humanos se han opuesto la medida
La decisión de dotar al ejército ucraniano de estos explosivos es el punto más reciente de una escalada que incluyó la entrega de equipos antiaéreos de mayor sofisticación, artillería de alcance creciente, tanques pesados de propósitos ofensivos, municiones de uranio empobrecido que introducen el componente nuclear en las operaciones bélicas, así como de la provisión de inteligencia que ha permitido asesinar a mandos de las fuerzas armadas rusas y del entrenamiento en el uso de cazas de combate F-16.
Estos 800 millones de dólares que se entregarán a los grandes fabricantes y traficantes de armamentos, se suman a los más de 40 mil millones con que EE.UU. ha reforzado la capacidad militar ucraniana desde el inicio de la guerra en febrero de 2022.
El suministro de estos pertrechos resulta alarmante porque supone el cruce de una nueva línea roja por parte de Occidente en su afán de borrar a Rusia como rival geopolítico, sin importar el costo en destrucción material, vidas humanas y la creación de tensiones que permanecerán mucho más tiempo del que dure la guerra en curso.
Biden considera que Ucrania requiere estas municiones para reforzar su contraofensiva y avanzar a través de las líneas rusas. Según el presidente ucranio, Volodymir Zelenesky, la lentitud en el suministro de armas retrasó su contraofensiva y ha dado tiempo a Rusia a reforzar sus defensas en las zonas ocupadas.
“Reconocemos que las municiones de racimo crean un riesgo de daños a civiles por los artefactos sin estallar. Por eso aplazamos la decisión todo el tiempo que pudimos”, explicó el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, al precisar que el anuncio oficial de la entrega lo formalizará el Pentágono.
Este tipo de bombas liberan o dispersan submuniciones que detonan antes, durante o después del impacto y el número de submuniciones oscila entre unas pocas decenas y más de 600. Sullivan explicó que las municiones estadounidenses tienen una tasa de no explosión –aquellas que fallan y quedan enterradas– inferior a 2,5 por ciento, mientras las rusas rondan 40.
El subsecretario de Defensa para Asuntos Políticos, Colin Kahl, aseguró que es demasiado pronto para juzgar cómo va la contraofensiva ucrania porque estamos al principio del medio. La contraofensiva es más lenta de lo que esperábamos, pero a los ucranianos les queda mucho poder de combate, dijo el funcionario del Pentágono.
En Alemania, el vocero gubernamental, Steffen Hebestreit, declaró que está seguro de que los estadounidenses no tomaron a la ligera la decisión de entregar las municiones en cuestión. El gobierno francés afirmó que respetará sus compromisos de la Convención de Oslo, pero comprende el arbitraje al que llegó EE.UU. en su voluntad de ayudar a Ucrania.
En tanto, Sullivan agregó que la propuesta de ingreso de Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte se discutirá, pero no se decidirá en la cumbre de la organización la próxima semana en Vilna. Adelantó que es posible que Turquía y Hungría dejen de bloquear su ingreso, pero si no lo hacen, eso ocurrirá. Añadió que existe buena voluntad sobre la candidatura de Suecia a la alianza.
Tras el anuncio, Biden dijo a su par chino, Xi Jinping, tras su reunión con el ruso Vladimir Putin que tenga cuidado porque Pekín depende de las inversiones occidentales. “Se lo dije: Esto no es una amenaza. Esto es una observación”, afirmó Biden.
Buena parte de los estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) proscribe estas armas y considera legalmente punibles a quienes las empleen o transfieran a otros actores. Si estos países permiten a Washington el tráfico impune de bombas de racimo, se presentará una enésima prueba de la subordinación del bélico bloque occidental a su miembro más poderoso, así como la completa desaparición de las potencias europeas como entes soberanos en el tablero geopolítico.
No será un paso hacia el fin de la "invasión rusa" y el restablecimiento de la soberanía ucraniana, como dice Zelensky, sino un peligroso paso sin retorno hacia un conflicto de mayores proporciones, cada vez más devastador para militares y civiles, no solo ucranianos y rusos.