Los «banalizadores» del bloqueo contra Cuba
El bloqueo no es algo abstracto, sino un sistema de variables dinámicas que no solo actúa en lo puntual; también lo hace sobre las decisiones futuras
Por estos días circula en redes sociales una falaz analogía del bloqueo estadounidense contra Cuba que, como en otras «tesis» de igual corte, busca culpar a la víctima de no ser lo suficientemente voluntariosa, así como silenciar cualquier posible condena a ese engendro que tanto daño hace al pueblo cubano.
Con semejante artificio, se pretende comparar el bloqueo con las limitaciones de una persona en situación de discapacidad. Se afirma que esa persona solo tiene dos alternativas. Una: pasar la vida culpando al problema físico y sobrevivir con migajas; dos: acostumbrarse a sus limitaciones y luchar de tal modo que un día hasta pueda convertirse en campeón paralímpico.
En realidad, el trasfondo de tal analogía no es nuevo. Desde hace algún tiempo algunos economistas, sobre todo aquellos que se ocupan de analizar la economía cubana desde medios diseñados para la propaganda hostil contra nuestro país, han querido presentar el bloqueo como una suerte de variable estática, que no genera nuevos escenarios ni cambia cualitativamente en respuesta a las dinámicas del sistema.
Esto no solo es falso, sino también alevoso. Si fuésemos a establecer una analogía, no sería la de una persona que sufre discapacidad, sino la del deportista sano y voluntarioso que, en medio de su carrera, recibe constantes zancadillas y empujones.
Quien pretende insinuar que este país se queja y vive pidiendo migajas merece la mayor repulsa. Se está burlando de lo que es ejemplo de tenacidad y afán de independencia sin precedentes en el mundo. Ningún país hubiera podido resistir semejante cerco, por 64 años, sin rendirse o desaparecer.
El bloqueo no es algo abstracto, sino un sistema de variables dinámicas que no solo actúa en lo puntual; también lo hace sobre las decisiones futuras. Ante cualquier alternativa de eludir la asfixia, siempre surgirá una nueva variable que intente sellar el respiradero.
Más que error, sería una sandez no tenerlo presente en los planes, los análisis y las decisiones económicas. Puedes tener un producto de la más alta calidad y demanda, que el bloqueo siempre atentará contra el financiamiento, las cadenas de suministro, y limitará su alcance y precio en el mercado.
Si se va a mencionar la palabra «discapacidad» junto a la palabra «bloqueo», un mínimo de decencia aconsejaría que, en primer lugar, se denuncie el daño que ese engendro hace en muchos cubanos que están en situación de discapacidad
A Cuba se le niega la adquisición de sillas de ruedas, de equipamientos para el sistema Braille, de prótesis de diferentes tipos, entre otros artículos de carácter humanitario.
Resulta casi imposible acceder a diferentes equipos creados para las personas sordas, tales como implantes cocleares, alarmas de bebé, relojes despertadores y de pulsera, o timbres lumínicos, dado que los más asequibles tienen en su composición más de un 10 por ciento de material procedente del país norteño.
¿De verdad que nuestro país pone de justificación el bloqueo en su afán de hacer lo imposible por aliviar la vida a ese sector sumamente vulnerable, especialmente a los niños? ¿Quién se atreverá a decirlo?
Estamos acostumbrados al cinismo de quienes han diseñado un sistema que durante más de 60 años no solo busca rendirnos por hambre, sino que, como parte de la estrategia de generar desencanto, ha matado a miles de cubanos, incluyendo a muchos niños, con invasiones, sabotajes o la introducción de enfermedades infecciosas, entre otras prácticas terroristas.
Son los mismos que hace apenas tres años hicieron lo imposible para retrasar la vacuna Soberana o negaron el oxígeno medicinal a los enfermos de covid-19, en el momento más crítico de la pandemia, y ahora ejercen presiones a las navieras y los bancos para que no recibamos productos indispensables.
Así que, quienes repiten como loros sus discursos, ya sea que lo hagan por desconocimiento, ingenuidad, propensión al pensamiento banal o suerte de síndrome de Estocolmo, deberían comprender que, quizá sin pretenderlo, se están colocando en ese mismo despreciable nivel.