¿Es Trump un loco o un típico niño rico extasiado por sus perversiones?
Para Gelfenstein no hay dudas que estamos ante un presidente mentiroso, ladrón y estafador que Estados Unidos muestra como paradigma de una democracia que pretenden instalar en todo el mundo.
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Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Foto: Archivo)
A Frantz Fanon,
en el centenario de su nacimiento,
por señalarnos el camino.
La extendida opinión de que lo que está ocurriendo en Estados Unidos y en el mundo tiene su origen en el hecho de que “Trump está loco” no deja de ser simplista y banal. Al contrario, creo que tras la actuación de Trump hay un plan muy bien elaborado y concebido por la Fundación Heritage, una organización de orientación conservadora fundada en 1973 y que tiene su sede en Washington.
Dicho plan, denominado “Proyecto 2025: la institucionalización del trumpismo” aderezado con el pensamiento realista de extrema derecha de Henry Kissinger, quien, aún fallecido, se mantiene siempre presente en las decisiones de la Casa Blanca constituyen la médula del propósito de Trump, no sólo para llevar adelante su gobierno, sino que, sobre todo, para fraguar una propuesta de largo plazo que entregue definitivamente Estados Unidos a ese llamado uno por ciento de millonarios, a fin de controlarlo aún más y desde ahí intentar un asalto que los lleve a dominar el planeta en su totalidad.
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No hay nada de locura en ello, en contraste, una racionalidad maligna paradójicamente estructurada en torno a la personalidad irracional del presidente de Estados Unidos. Pero el hecho de que no haya locura no significa que este personaje no tenga ciertos problemas sicológicos. Sé que me estoy metiendo en honduras, no soy sicoanalista, pero algunas características de Trump como el odio que manifiesta hacia muchos (incluso hacia algunos de sus amigos), el egocentrismo y la arrogancia, la retórica vulgar y sobre todo su propensión a mentir sin impudicia, apuntan hacia una personalidad, que, perteneciendo al líder de la mayor potencia mundial, colocan al planeta en una situación de incertidumbre e incredulidad absoluta respecto de lo que se diga o se haga.
Vale recordar que el sicoanálisis señala que existen una serie de tensiones originales tales como deseos, recuerdos, sentimientos y/o pensamientos en la personalidad de un individuo que necesitan ser satisfechas de manera natural. Según la destacada sicoanalista catalana, Cristina Agud “cuando la consciencia no permite que estas necesidades afloren, por condicionamientos sociales o contextuales, se quedan reprimidos en el inconsciente, transformándose posteriormente en problemas psicológicos”. En pocas palabras, el sicoanálisis establece que el comportamiento de un individuo está determinado por las experiencias de su pasado que están alojadas en su mente inconsciente.
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Tal vez, recurriendo al pasado de Trump, se pueden descubrir algunas de sus aversiones que hoy, desde la presidencia, se han transformado en políticas de Estado. El abuelo del presidente, Frederick Trump, nacido en Alemania, amasó una considerable riqueza durante la Fiebre del Oro de Klondike, un territorio canadiense en las cercanías de Alaska al administrar un restaurante y un burdel para mineros. Varios años más tarde, en 1891, se mudó a Seattle, en el noroeste de Estados Unidos donde hizo su fortuna trabajando en su especialidad: administrar restaurantes y prostíbulos.
Regresó a Alemania, pero perdió su ciudadanía cuando las autoridades descubrieron que había emigrado cuando era joven para evitar el cumplimiento de su servicio militar por lo que junto a su familia volvió a Estados Unidos. Tal vez en su ADN quedaron marcadas en algunas preferencias que posteriormente harían parte de la vida de su nieto: su propensión por las prostitutas, su vocación de violar la ley desde muy joven y su repudio hacia aquel país que había maltratado a su abuelo, quitándole la ciudadanía. Los sicoanalistas tendrán que explicar si su vocación de hacer lo mismo con centenares de miles de personas no tiene su origen en este pasaje de la vida de sus antepasados.
Por su parte, el padre del presidente, que al igual que el abuelo se llamaba Fred fue un “exitoso” empresario de la construcción que aprovechó el financiamiento y los subsidios que concedía el gobierno para construir proyectos habitacionales. Pero, lo hacía por un valor inferior al del subsidio y se embolsaba el dinero que sobraba. Ello condujo a que fuera convocado al Congreso para dar una explicación.
En 1927, Fred fue arrestado y liberado después de que un incidente con miembros del Ku Klux Klan (KKK) se convirtiera en una pelea con policías en New York. Participaron más de mil miembros del KKK y 100 oficiales de policía. El abuelo del presidente fue uno de los siete detenidos.
Unos años después, en la década de 1970 fue acusado de discriminación al rechazar que negros y puertorriqueños pudieran alquilar las viviendas que él había construido. El proceso terminó con un acuerdo judicial, pero sin admisión de culpa por parte de Fred. Tal vez de ahí heredó el presidente su odio por los latinos y los negros y su impulso permanente por castigar a Puerto Rico.
Con estos antecedentes, el actual mandatario inició sus propios negocios. Creyendo que jamás lo iban a descubrir, él siempre dijo que comenzó su actividad empresarial de forma independiente y a partir de su propio esfuerzo, recibiendo un préstamo de solo un millón de dólares de su padre, que canceló puntualmente. Una vez más, se supo que ello era falso. Tras una investigación, el periódico The New York Times afirmó que Trump en realidad heredó 413 millones de dólares de su padre.
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En un artículo publicado por este ícono del periodismo estadounidense se señala que ese dinero fue adquirido a través de "´esquemas fiscales dudosos` (usando cheques de miles de dólares declarados como regalo de navidad) ocurridos en la década de 1990, incluyendo 'métodos claramente fraudulentos' como el de otorgar a los inmuebles un valor inferior al de mercado”. Además, el artículo elaborado tras una pesquisa de más de 200 documentos dio a conocer que en realidad Fred dejó a sus hijos más de mil millones de dólares. En esta situación, quien llegaría a ser presidente de Estados Unidos junto a sus hermanos pagaron 5,2 millones de dólares en impuestos sobre esa fortuna, en lugar de los 550 millones que debieron sufragar.
Vale decir que un año y medio antes de la muerte de Fred Trump en 1999, sus herederos ganaron control de la mayor parte del imperio del padre, declarando que ascendía a 41,4 millones de dólares. Pero a lo largo de la siguiente década, ese patrimonio sería vendido por 16 veces ese valor, nuevamente sin que los Trump pagaran los debidos impuestos sobre la fortuna, según lo que afirma el The New York Times. Es el colmo de la incongruencia y una clara complicidad del Estado a pesar de haber sido violentado por el poder de los millonarios
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No cabe dudas que estamos ante un presidente mentiroso, ladrón y estafador que Estados Unidos muestra como paradigma de una democracia que pretenden instalar en todo el mundo. Podría pensarse entonces, que según el modelo estadounidense para ser presidente y democrático hay que ser mentiroso, estafador y ladrón. Para Trump, la mentira deshonesta y profana, es parte de su cotidianidad.
En esta revisión de antecedentes que podrían explicar las actuaciones y las perversiones del presidente de Estados Unidos, vale recordar que uno de sus hermanos mayores falleció en 1981 a los 42 años, de un infarto causado por el consumo de alcohol. No se sabe cuánto pudo afectar a Donald, en ese entonces de 35 años, el fallecimiento de su hermano, a causa de tan terrible adicción.
Del otro lado de su ascendencia, la madre de Trump, Mary Anne Trump (MacLeod de soltera) fue una inmigrante escocesa que laboró como trabajadora doméstica antes de conocer a Fred. Emigró a Estados Unidos por las terribles condiciones de vida en su Escocia natal tras la primera guerra mundial en la que las expulsiones de los campesinos de sus tierras por parte de los grandes propietarios donde vivían se transformaron en el día a día de los escoceses.
De acuerdo con una indagación del periódico escocés The National, MacLeod consiguió un visado de inmigración con número 26698 el 17 de febrero de 1930 viajando a New York en mayo de ese año. Al llegar, declaró su voluntad de adquirir la ciudadanía estadounidense y residir permanentemente en ese país. De esa manera se convirtió en una migrante económica, es decir con igual categoría que los millones que hoy su hijo persigue, maltrata y expulsa. Algunas páginas en internet la describen como “una trabajadora doméstica escocesa”, no sé si lo hacen con criterio peyorativo o no, pero trabajó en ese oficio, al que agregó el de niñera de una familia de ricos al menos por cuatro años hasta que perdió su empleo en medio de la gran depresión de 1929 a 1933. Tampoco se sabe cuánto puede haber influido en Donald esa caracterización de su madre en el desprecio manifiesto que expresa hacia las mujeres y su clara perversión machista y misógina. Otra tarea para los sicoanalistas.
Mary Anne era de carácter reservado. Compartía con muy pocas personas, se refugió en el servicio a su marido y el cuidado de sus cinco hijos (tres hombres y dos mujeres), el cuarto de los cuales era Donald. Era alta y delgada, presumía de tener siempre un peinado muy sofisticado que fue catalogado como “un remolino anaranjado”. En este ámbito, algo que los sicoanalistas no tendrán que investigar porque el propio Donald se encargó de afirmar es que la manera de peinarse de su madre lo llevaba a mirar hacia el pasado para darse cuenta “de que parte de mi exhibicionismo viene de mi madre”.
En este recuento, no podía faltar uno de los principales mentores de Trump, Roy Marcus Cohn, un tipo de mente tan perversa que, siendo abogado, fue fiscal de la acusación de Julius y Ethel Rosenberg en sus juicios (1952-1953) un pleito escandaloso, lleno de mentiras y falsedades que se erigió como una de las aberraciones más prominentes de la historia jurídica de Estados Unido. Así mismo, Cohn – idolatrado por Trump- fue el principal asesor del senador Joseph McCarthy durante las audiencias del Ejército-McCarthy en 1954 en las que el Ejército de Estados Unidos contrarió al senador tras haber hecho falsas acusaciones que no pudo demostrar.
Saque Usted mismo sus propias conclusiones.