Javier Couso
Entrevista al eurodiputado Javier Couso
¿Todo esto que sucede en el planeta es realmente el punto que marca la llegada de un nuevo orden mundial? Eso fue lo primero que preguntamos al eurodiputado Javier Couso, y aquí está su respuesta y el resto de la entrevista.
Es un proceso de cambio geopolítico que está en marcha, lo que implica que ni se ha producido del todo, ni sabemos a ciencia cierta hacia dónde va a ir. Es evidente que la emergencia de los BRICS, y sobre todo el caso de China, elevada al nivel de potencia económica mundial capaz de competir con EEUU en muchas partes del mundo, está deshaciendo la hegemonía unipolar estadounidense que surgió tras la caída de la Unión Soviética.
También debemos tener en cuenta la recuperación de Rusia, que en aquel periodo fue relegada y casi desmontada, y que está adquiriendo mucha importancia tanto en su proyección política como militar hacia el exterior.
Creo que vamos hacia un proceso de cambios que son imparables. Y entonces vemos a la potencia hegemónica, EEUU, que está tratando de mantener su estatus. Pero para mí, en esta segunda globalización que estamos viviendo, mucho más corta que la primera -liderada por Gran Bretaña al final de las guerras napoleónicas-, un intento evidente de defenderse por parte de aquellas potencias que son capaces de hacer frente en todos los aspectos a EEUU. Estamos, sin duda, en un momento de incertidumbre y de cambios gigantes.
¿La propuesta que hizo el G-20 en su más reciente reunión de flexibilizar la economía mundial, está vinculada a los ataques que están sufriendo Siria, Libia, Yemen y aunque no de la misma manera, Venezuela?
Tiene mucho que ver, sobre todo porque se están jugando los espacios. EEUU ha anunciado un cambio en su política Exterior e Interior, en relación con esa globalización neoliberal brutal, con el objetivo de recuperar algunos aspectos de proteccionismo en cuanto a su política industrial interna.
Y evidentemente China, por lo que comentábamos antes, quiere jugar un papel a la hora de ocupar esos espacios que quedan libres. En política y economía, los espacios se rellenan.
Luego tenemos que ver que lo que está pasando en Extremo Oriente, Medio Oriente o en América Latina. Es algo que tiene mucho que ver con esa reconfiguración que estamos viendo, pero también con el acceso a las fuentes de energía y a lo que se llamaron las teorías del caos.
Hay un intento claro de impedir que países como China puedan acceder a esas fuentes de energía. Pekín tiene una debilidad estratégica, que es la necesidad de acopio de energías para inyectar su estructura industrial cada día más creciente y más desarrollada.
Esto puede llevarnos a ver algunos conflictos periféricos, pero que en realidad tienen que ver con una batalla en un tablero global. ¿Las sanciones unilaterales de EEUU contra Rusia, Corea del Norte, Irán y Venezuela cómo benefician a ese país, que obtiene con eso?
EEUU está desarrollando una actitud agresiva en todos los marcos, pero sobre todo en el comercio y en lo que se refiere a la aplicación de sanciones unilaterales a determinados países, que están fuera del derecho internacional. Evidentemente, lo que hay detrás de ese comportamiento es un intento por contener a Rusia y un intento claro de desestabilización de Venezuela que está teniendo dos fases.
EEUU pretende recuperar el tablero geopolítico, algo que Washington pierde por el surgimiento de la Revolución Bolivariana con la presencia de Hugo Chávez, que concibió un proyecto para recuperar el marco regional y convertirlo en un espacio desarrollando otras áreas de integración diferentes al libre comercio promovido por EEUU a partir de 2005.
Lo vimos en Mar del Plata cuando se tumbó el ALCA y la emergencia política integradora de UNASUR, el ALBA, Petrocaribe, etcétera.
En el caso de Venezuela, creo que hay una diferencia. Aunque se juega todo en el papel global, creo que es diferente. EEUU quiere tumbar Venezuela por dos razones: en primer lugar, tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, además de multitud de minerales preciados, - tierras extrañas, que es como se las denomina- que se utilizan en altas tecnologías, y tiene acuíferos; y además, porque urge acabar con ese nuevo modelo de configuración regional soberano, en lo que antes era el patio trasero estadounidense.
Con Rusia, sin embargo, la intención es estrangularla y ahogarla, porque desde la Carta de París -incluso desde Helsinki-, nunca se aceptó la idea de que Moscú se integrara en la estructura de seguridad de Europa. Pasó con la Unión Soviética y pasa ahora con Rusia.
Es decir, el proyecto estadounidense es el de una Rusia doblegada. Afortunadamente, ha habido una dirección política en Rusia que se ha recuperado, lo que vuelve a hacer de ella una gran potencia y con la que hay que contar. De ahí que lo que vemos es unos Estados Unidos cada día más agresivos a nivel comercial, y a nivel de desestabilización, apoyando toda una guerra subversiva. Esto es algo que han hecho siempre, por desgracia, con aquellos gobiernos que no les interesan. Europa ha decidido no seguir a EEUU, como lo ha hecho anteriormente, en ese camino de aplicar medidas de impacto como las sanciones unilaterales. Por el contrario, le está poniendo oposición. ¿Por qué cree que se produce ese cambio?
Por Europa tenemos que hablar de la Unión Europea, de una Europa alemana, diseñada a partir de la caída de la Unión Soviética como un apéndice subalterno de la política sometida a la geoestrategia de Estados Unidos.
De hecho, dentro de La OTAN, nunca se permitió la existencia real de una Europa independiente. Cuando se disuelve la Unión Soviética sólo se acepta la unificación alemana bajo la égida atlántica, pues con esta viene el desarme total moral y político de Europa.
Lo que pasa es que choca, sobre todo por posturas internas que hay en Alemania. Incluso la señora Merkel ha tenido que alzar la voz y decir que no iban aceptar esas sanciones contra el gaseoducto Rusoalemán que afectarían a todo el marco comunitario.
Pero es una doble moral, porque la UE también está aplicando sanciones unilaterales contra Rusia y, de hecho, Alemania ha sido uno de los Estados miembro que ha llevado la voz cantante en los escenarios de Ucrania y de Crimea. También aplica sanciones contra Siria. Y bueno, de momento no se plantean, y esperemos que no se haga nunca, las sanciones contra Venezuela.
En el seno de la UE vemos cómo Alemania está viviendo muchas tensiones internas que tienen que ver con la referenciación con Rusia, a pesar de que hasta a día de hoy la “subalternidad” atlántica o el vínculo atlántico, todavía es mayoritario en la élite política alemana.
¿Los eventos de Grecia y Reino Unido en la Unión Europea han marcado el futuro de la UE?
Grecia, no tanto. En Grecia hubo un intento de cambio y surgió una esperanza. En el referéndum que se planteó sobre la deuda, una sociedad presionada y que estaba sometida a muchísimas amenazas, dijo No a pagar los intereses de una deuda ilegítima. Después, el Gobierno, por todas las presiones de aplastamiento que le llegaron del resto de países de la UE, acabó cediendo. Pero Grecia es un país pequeño y por eso creo que no es tan determinante. Por desgracia, en su caso, vimos cómo la Doctrina del shock y toda esa fuerza de los grandes poderes económicos lograron poner de rodillas a un gobierno que trataba de trazar una ruta diferente.
El Brexit sí es más importante, porque se planteó que Gran Bretaña iría a la debacle, al vacío económico y político, si salía de la Unión Europea. Es como si antes de la Unión Europea no hubiera habido nada y luego surgió todo. Y vemos ahora mismo que, a pesar de las negociaciones, ese país continúa con una economía al alza. Por lo tanto, esto provoca una quiebra en esa ilusión de que fuera de la Unión Europea no podía existir nada.
Esto abre espacios y brechas que de momento se han conseguido frenar, incluso en una Unión Europea que no sabe a dónde va. Aunque ahora han tapado estas fugas en el barco, todavía hay un peligro de naufragio en el bienestar europeo. Yo creo que todavía hay muchos riesgos de que esta Unión Europea, por lo menos la surgida en los tratados de a partir de Maastricht, pueda reducirse, pueda haber una Europa a dos velocidades, o pueda desintegrarse. Como forma de imponer sus sistemas, el imperialismo ha usado el terrorismo como excusa. ¿En este momento sirve el terrorismo para lo mismo, justificar intervenciones o ya se les fue de las manos?
Yo creo que no. Yo creo que el fenómeno del nuevo terrorismo - que hay que recordar que España fue de los primeros países que lo sufrió con los atentados de Madrid el 11 de marzo de 2004, en los que 192 personas fueron asesinadas-, ha estado en la panoplia de armas y de guerras, tanto de cuarta generación como de guerra no convencional, que han puesto en marcha determinados estados. Es lo que se llamó la carta terrorista.
Esos países, EEUU mayoritariamente, reconocieron sin tapujos que crearon y apoyaron a los Talibán. Y de ahí surgió Al Qaeda en la lucha contra los soviéticos. A partir de allí se ha seguido utilizando.
Hay muchas pruebas. En mi trabajo parlamentario en la Eurocámara se ha visto continuamente, tanto en la comisión de Asuntos Exteriores, como en la subcomisión de Seguridad y Defensa. Evidencias de la tutela, la creación y el entrenamiento por parte los gobiernos de Francia y Reino Unido de grupos que se llamaban ‘rebeldes’ y al final han resultado ser todos terroristas. Así ha sucedido en Siria.
Esto, por no hablar de Turquía y Qatar, que apoyaron la corriente política de los Hermanos Musulmanes, o de Arabia Saudí, EEUU e Israel.
No quiere decir que todo esté controlado por ellos, porque la carta terrorista para desestabilizar países eso vuelve siempre como un boomerang.
Hemos comprobado que la mayoría de las personas vinculadas a los atentados en suelo europeo, ya sean los de Bruselas, los de París, los de Londres, o el último en Barcelona, han estado relacionados con esas células que tienen epicentro en Bélgica y Marruecos. Pero sobre todo, y esto es lo importante, con veteranos de esa Jihad que los terroristas están desarrollando contra gobiernos soberanos de Siria y Libia.
Yo creo que hay una parte de responsabilidad política gravísima por parte de determinados estados, incluyendo algunos de la Unión Europea, y de Estados Unidos, por supuesto, para intentar cambiar regímenes por medio de la carta terrorista, que luego, muchas veces, vuelve a golpear en el corazón de Europa.
Por lo tanto, es un asunto muy serio, y en mis intervenciones en el Parlamento Europeo siempre hablo de eso. Nosotros debemos reivindicar volver a la carta de la ONU, a la no injerencia, sobre todo a no utilizar estos elementos que son terribles, que conducen a la destrucción. Y no sólo de regímenes, de presidentes o provocan cambios de gobierno, sino a la destrucción de estados por aquellos que están apoyando un caos sostenido. Caos que, en definitiva, les viene muy bien en esa confrontación con China, con Rusia, con los países emergentes, para que no caiga la unipolaridad.
Nuestra voz es muy clara. Es un tema difícil, es un tema multidimensional, al que no se puede poner fin sólo de manera militar, -aunque hay que hacerlo, como lo ha hecho Siria con sus aliados-. Es necesaria más inteligencia, más educación. Tenemos que advertir a nuestros socios en Europa, es decir, a Arabia Saudí, Qatar, Turquía y otros, de que dejen de una vez de financiar al terrorismo “islamofascista”. El partido al que usted pertenece Izquierda Unida, ha logrado mucho apoyo al levantar su voz contra estas formas de alentar al terrorismo, y quiero aprovechar para preguntarle, ¿por qué ese partido no ha podido avanzar más rápido y acompañar y dirigir los cambios que exigen los españoles?
A partir del 15M, a partir del surgimiento de los nuevos partidos, hemos apostado por ser una parte importante de esa unidad popular en Unidos Podemos. Hemos logrado algunas cosas, como por ejemplo romper ese bipartidismo imperfecto que siempre gobernó en España desde final del franquismo apoyado por la derecha nacionalista. Primero con la Unión de Centro Democrático, y luego ya con el Partido Socialista y el Partido Popular, apoyados por los partidos conservadores y nacionalistas catalanes y vascos. Por lo menos hemos roto eso.
Hemos superado el techo de votantes que había tenido la izquierda en democracia, con más de 5 millones de votos y 72 diputados. Yo creo que sí es cierto que aún queda por hacer y que no es un camino fácil, por la agresividad por parte de los grandes medios de comunicación al servicio de intereses económicos, la arremetida continúa contra los partidos del cambio, y quizá también por indecisiones nuestras y de algunos de nuestros líderes.
Creo que estamos en un momento que es emocionante porque, por lo menos, las encuestas más cercanas y veraces nos dan que no hay una bajada sustantiva, pero tampoco hay un crecimiento para poder romper y dejar de ser el tercer partido y poder adelantar al Partido Socialista y ser el que marque la dirección de la izquierda o de ese espectro político de cambio.
Hay mucho que trabajar y sobre todo para intentar que esta decepción, (mucha gente esperaba que íbamos a llegar al poder político rápidamente como aparecía en las encuestas de hace un año y medio) suponga una nueva revitalización. Pero eso es un debate interno, todavía está candente y no me corresponde a mí erigirme en un portavoz de parte que opina una cosa o la otra.
Es un proceso de cambio geopolítico que está en marcha, lo que implica que ni se ha producido del todo, ni sabemos a ciencia cierta hacia dónde va a ir. Es evidente que la emergencia de los BRICS, y sobre todo el caso de China, elevada al nivel de potencia económica mundial capaz de competir con EEUU en muchas partes del mundo, está deshaciendo la hegemonía unipolar estadounidense que surgió tras la caída de la Unión Soviética.
También debemos tener en cuenta la recuperación de Rusia, que en aquel periodo fue relegada y casi desmontada, y que está adquiriendo mucha importancia tanto en su proyección política como militar hacia el exterior.
Creo que vamos hacia un proceso de cambios que son imparables. Y entonces vemos a la potencia hegemónica, EEUU, que está tratando de mantener su estatus. Pero para mí, en esta segunda globalización que estamos viviendo, mucho más corta que la primera -liderada por Gran Bretaña al final de las guerras napoleónicas-, un intento evidente de defenderse por parte de aquellas potencias que son capaces de hacer frente en todos los aspectos a EEUU. Estamos, sin duda, en un momento de incertidumbre y de cambios gigantes.
¿La propuesta que hizo el G-20 en su más reciente reunión de flexibilizar la economía mundial, está vinculada a los ataques que están sufriendo Siria, Libia, Yemen y aunque no de la misma manera, Venezuela?
Tiene mucho que ver, sobre todo porque se están jugando los espacios. EEUU ha anunciado un cambio en su política Exterior e Interior, en relación con esa globalización neoliberal brutal, con el objetivo de recuperar algunos aspectos de proteccionismo en cuanto a su política industrial interna.
Y evidentemente China, por lo que comentábamos antes, quiere jugar un papel a la hora de ocupar esos espacios que quedan libres. En política y economía, los espacios se rellenan.
Luego tenemos que ver que lo que está pasando en Extremo Oriente, Medio Oriente o en América Latina. Es algo que tiene mucho que ver con esa reconfiguración que estamos viendo, pero también con el acceso a las fuentes de energía y a lo que se llamaron las teorías del caos.
Hay un intento claro de impedir que países como China puedan acceder a esas fuentes de energía. Pekín tiene una debilidad estratégica, que es la necesidad de acopio de energías para inyectar su estructura industrial cada día más creciente y más desarrollada.
Esto puede llevarnos a ver algunos conflictos periféricos, pero que en realidad tienen que ver con una batalla en un tablero global. ¿Las sanciones unilaterales de EEUU contra Rusia, Corea del Norte, Irán y Venezuela cómo benefician a ese país, que obtiene con eso?
EEUU está desarrollando una actitud agresiva en todos los marcos, pero sobre todo en el comercio y en lo que se refiere a la aplicación de sanciones unilaterales a determinados países, que están fuera del derecho internacional. Evidentemente, lo que hay detrás de ese comportamiento es un intento por contener a Rusia y un intento claro de desestabilización de Venezuela que está teniendo dos fases.
EEUU pretende recuperar el tablero geopolítico, algo que Washington pierde por el surgimiento de la Revolución Bolivariana con la presencia de Hugo Chávez, que concibió un proyecto para recuperar el marco regional y convertirlo en un espacio desarrollando otras áreas de integración diferentes al libre comercio promovido por EEUU a partir de 2005.
Lo vimos en Mar del Plata cuando se tumbó el ALCA y la emergencia política integradora de UNASUR, el ALBA, Petrocaribe, etcétera.
En el caso de Venezuela, creo que hay una diferencia. Aunque se juega todo en el papel global, creo que es diferente. EEUU quiere tumbar Venezuela por dos razones: en primer lugar, tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, además de multitud de minerales preciados, - tierras extrañas, que es como se las denomina- que se utilizan en altas tecnologías, y tiene acuíferos; y además, porque urge acabar con ese nuevo modelo de configuración regional soberano, en lo que antes era el patio trasero estadounidense.
Con Rusia, sin embargo, la intención es estrangularla y ahogarla, porque desde la Carta de París -incluso desde Helsinki-, nunca se aceptó la idea de que Moscú se integrara en la estructura de seguridad de Europa. Pasó con la Unión Soviética y pasa ahora con Rusia.
Es decir, el proyecto estadounidense es el de una Rusia doblegada. Afortunadamente, ha habido una dirección política en Rusia que se ha recuperado, lo que vuelve a hacer de ella una gran potencia y con la que hay que contar. De ahí que lo que vemos es unos Estados Unidos cada día más agresivos a nivel comercial, y a nivel de desestabilización, apoyando toda una guerra subversiva. Esto es algo que han hecho siempre, por desgracia, con aquellos gobiernos que no les interesan. Europa ha decidido no seguir a EEUU, como lo ha hecho anteriormente, en ese camino de aplicar medidas de impacto como las sanciones unilaterales. Por el contrario, le está poniendo oposición. ¿Por qué cree que se produce ese cambio?
Por Europa tenemos que hablar de la Unión Europea, de una Europa alemana, diseñada a partir de la caída de la Unión Soviética como un apéndice subalterno de la política sometida a la geoestrategia de Estados Unidos.
De hecho, dentro de La OTAN, nunca se permitió la existencia real de una Europa independiente. Cuando se disuelve la Unión Soviética sólo se acepta la unificación alemana bajo la égida atlántica, pues con esta viene el desarme total moral y político de Europa.
Lo que pasa es que choca, sobre todo por posturas internas que hay en Alemania. Incluso la señora Merkel ha tenido que alzar la voz y decir que no iban aceptar esas sanciones contra el gaseoducto Rusoalemán que afectarían a todo el marco comunitario.
Pero es una doble moral, porque la UE también está aplicando sanciones unilaterales contra Rusia y, de hecho, Alemania ha sido uno de los Estados miembro que ha llevado la voz cantante en los escenarios de Ucrania y de Crimea. También aplica sanciones contra Siria. Y bueno, de momento no se plantean, y esperemos que no se haga nunca, las sanciones contra Venezuela.
En el seno de la UE vemos cómo Alemania está viviendo muchas tensiones internas que tienen que ver con la referenciación con Rusia, a pesar de que hasta a día de hoy la “subalternidad” atlántica o el vínculo atlántico, todavía es mayoritario en la élite política alemana.
¿Los eventos de Grecia y Reino Unido en la Unión Europea han marcado el futuro de la UE?
Grecia, no tanto. En Grecia hubo un intento de cambio y surgió una esperanza. En el referéndum que se planteó sobre la deuda, una sociedad presionada y que estaba sometida a muchísimas amenazas, dijo No a pagar los intereses de una deuda ilegítima. Después, el Gobierno, por todas las presiones de aplastamiento que le llegaron del resto de países de la UE, acabó cediendo. Pero Grecia es un país pequeño y por eso creo que no es tan determinante. Por desgracia, en su caso, vimos cómo la Doctrina del shock y toda esa fuerza de los grandes poderes económicos lograron poner de rodillas a un gobierno que trataba de trazar una ruta diferente.
El Brexit sí es más importante, porque se planteó que Gran Bretaña iría a la debacle, al vacío económico y político, si salía de la Unión Europea. Es como si antes de la Unión Europea no hubiera habido nada y luego surgió todo. Y vemos ahora mismo que, a pesar de las negociaciones, ese país continúa con una economía al alza. Por lo tanto, esto provoca una quiebra en esa ilusión de que fuera de la Unión Europea no podía existir nada.
Esto abre espacios y brechas que de momento se han conseguido frenar, incluso en una Unión Europea que no sabe a dónde va. Aunque ahora han tapado estas fugas en el barco, todavía hay un peligro de naufragio en el bienestar europeo. Yo creo que todavía hay muchos riesgos de que esta Unión Europea, por lo menos la surgida en los tratados de a partir de Maastricht, pueda reducirse, pueda haber una Europa a dos velocidades, o pueda desintegrarse. Como forma de imponer sus sistemas, el imperialismo ha usado el terrorismo como excusa. ¿En este momento sirve el terrorismo para lo mismo, justificar intervenciones o ya se les fue de las manos?
Yo creo que no. Yo creo que el fenómeno del nuevo terrorismo - que hay que recordar que España fue de los primeros países que lo sufrió con los atentados de Madrid el 11 de marzo de 2004, en los que 192 personas fueron asesinadas-, ha estado en la panoplia de armas y de guerras, tanto de cuarta generación como de guerra no convencional, que han puesto en marcha determinados estados. Es lo que se llamó la carta terrorista.
Esos países, EEUU mayoritariamente, reconocieron sin tapujos que crearon y apoyaron a los Talibán. Y de ahí surgió Al Qaeda en la lucha contra los soviéticos. A partir de allí se ha seguido utilizando.
Hay muchas pruebas. En mi trabajo parlamentario en la Eurocámara se ha visto continuamente, tanto en la comisión de Asuntos Exteriores, como en la subcomisión de Seguridad y Defensa. Evidencias de la tutela, la creación y el entrenamiento por parte los gobiernos de Francia y Reino Unido de grupos que se llamaban ‘rebeldes’ y al final han resultado ser todos terroristas. Así ha sucedido en Siria.
Esto, por no hablar de Turquía y Qatar, que apoyaron la corriente política de los Hermanos Musulmanes, o de Arabia Saudí, EEUU e Israel.
No quiere decir que todo esté controlado por ellos, porque la carta terrorista para desestabilizar países eso vuelve siempre como un boomerang.
Hemos comprobado que la mayoría de las personas vinculadas a los atentados en suelo europeo, ya sean los de Bruselas, los de París, los de Londres, o el último en Barcelona, han estado relacionados con esas células que tienen epicentro en Bélgica y Marruecos. Pero sobre todo, y esto es lo importante, con veteranos de esa Jihad que los terroristas están desarrollando contra gobiernos soberanos de Siria y Libia.
Yo creo que hay una parte de responsabilidad política gravísima por parte de determinados estados, incluyendo algunos de la Unión Europea, y de Estados Unidos, por supuesto, para intentar cambiar regímenes por medio de la carta terrorista, que luego, muchas veces, vuelve a golpear en el corazón de Europa.
Por lo tanto, es un asunto muy serio, y en mis intervenciones en el Parlamento Europeo siempre hablo de eso. Nosotros debemos reivindicar volver a la carta de la ONU, a la no injerencia, sobre todo a no utilizar estos elementos que son terribles, que conducen a la destrucción. Y no sólo de regímenes, de presidentes o provocan cambios de gobierno, sino a la destrucción de estados por aquellos que están apoyando un caos sostenido. Caos que, en definitiva, les viene muy bien en esa confrontación con China, con Rusia, con los países emergentes, para que no caiga la unipolaridad.
Nuestra voz es muy clara. Es un tema difícil, es un tema multidimensional, al que no se puede poner fin sólo de manera militar, -aunque hay que hacerlo, como lo ha hecho Siria con sus aliados-. Es necesaria más inteligencia, más educación. Tenemos que advertir a nuestros socios en Europa, es decir, a Arabia Saudí, Qatar, Turquía y otros, de que dejen de una vez de financiar al terrorismo “islamofascista”. El partido al que usted pertenece Izquierda Unida, ha logrado mucho apoyo al levantar su voz contra estas formas de alentar al terrorismo, y quiero aprovechar para preguntarle, ¿por qué ese partido no ha podido avanzar más rápido y acompañar y dirigir los cambios que exigen los españoles?
A partir del 15M, a partir del surgimiento de los nuevos partidos, hemos apostado por ser una parte importante de esa unidad popular en Unidos Podemos. Hemos logrado algunas cosas, como por ejemplo romper ese bipartidismo imperfecto que siempre gobernó en España desde final del franquismo apoyado por la derecha nacionalista. Primero con la Unión de Centro Democrático, y luego ya con el Partido Socialista y el Partido Popular, apoyados por los partidos conservadores y nacionalistas catalanes y vascos. Por lo menos hemos roto eso.
Hemos superado el techo de votantes que había tenido la izquierda en democracia, con más de 5 millones de votos y 72 diputados. Yo creo que sí es cierto que aún queda por hacer y que no es un camino fácil, por la agresividad por parte de los grandes medios de comunicación al servicio de intereses económicos, la arremetida continúa contra los partidos del cambio, y quizá también por indecisiones nuestras y de algunos de nuestros líderes.
Creo que estamos en un momento que es emocionante porque, por lo menos, las encuestas más cercanas y veraces nos dan que no hay una bajada sustantiva, pero tampoco hay un crecimiento para poder romper y dejar de ser el tercer partido y poder adelantar al Partido Socialista y ser el que marque la dirección de la izquierda o de ese espectro político de cambio.
Hay mucho que trabajar y sobre todo para intentar que esta decepción, (mucha gente esperaba que íbamos a llegar al poder político rápidamente como aparecía en las encuestas de hace un año y medio) suponga una nueva revitalización. Pero eso es un debate interno, todavía está candente y no me corresponde a mí erigirme en un portavoz de parte que opina una cosa o la otra.