Los peligros del 3 de noviembre
La batalla por la Casa Blanca, para cuyo desenlace solo faltan pocas semanas, va adquiriendo un pronóstico preocupante.
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Los peligros del 3 de noviembre
Las encuestas, bien recibidas para quien es beneficiado, criticadas por quienes no lo son, desde hace mucho tiempo favorecen a Joe Biden. O para ser más exactos, para quienes no desean ver repetirse la pesadilla de los últimos casi cuatro años de mandato de Donald Trump.
Pero si ciertamente lo favorecen, lo hacen por un margen pequeño. No me refiero al voto popular, que como se sabe no decide el resultado final. Ahí la ventaja demócrata es sostenida y es muy difícil que las votaciones no la ratifiquen en las elecciones del 3 de noviembre.
Pero, como se sabe, es en los llamados estados pendulares, 8, 10 o 12 según el analista y según cada etapa histórica, donde se define finalmente el ganador, gracias al obsoleto sistema conocido como Colegio Electoral, que permite que un candidato gane la presidencia a pesar de perder el voto global de los votantes del país.
En este sentido, también hay ventaja en la mayoría de esos estados oscilantes para el candidato demócrata. Pero una pequeña ventaja, a veces dentro del margen de error que se debe conceder a cada encuesta.
Es decir, que si usted no quiere arriesgarse a pronosticar y equivocarse, concuerde conmigo en que la carrera electoral, pese a las encuestas, sigue empatada.
Trump preocupado
Pero el olfato de Donald Trump le indica que no tiene la victoria asegurada. Hay muchas señales. Y hay más señales todavía de que Trump hará lo imposible por impedir su derrota. En la medida en que se acerca el día definitivo, estas señales se acrecientan.
Acabo de leer el libro de Michael Cohen sobre su antiguo empleador. Cohen fue más que el abogado íntimo de Trump. Fue su amigo y confidente, el encargado de arreglar los escándalos que lo asediaban frecuentemente, como el famoso caso de Stormy Daniels, descrita por ella misma como “adult entertainer”, a quien Cohen tuvo que pagar una fuerte suma por su silencio (por cierto, dice que de su bolsillo; Trump nunca le devolvió el dinero).
Cohen es un rufián. Lo admite desde el inicio de su libro. Pero su jefe también. Lo acompañó en decenas de sucias actividades de orden financiero y moral, tapando sistemáticamente sus huellas. Lo conoce bien. Por lo cual sus palabras son dignas de tener en cuenta.
Al inicio y al final del libro, Cohen reitera una importante alerta. En una comparecencia ante el Congreso, advirtió: “Dada mi experiencia trabajando para el señor Trump, temo que, si pierde la elección en 2020, no habrá nunca una transición pacífica de poder”.
Y en el capítulo final insiste: “Por favor, recuerden lo que testifiqué ante el Congreso: Hay un serio peligro de que Donald Trump no dejará su cargo fácilmente, y existe una posibilidad real de que no haya una transición pacífica. Cuando bromea diciendo que será candidato otra vez en el 2024 y la multitud canta “Trump 2024”, no está bromeando. Trump nunca bromea”.
La primera señal ha sido su oposición al voto por correo.
El voto por correo en tiempos de pandemia, es una urgente necesidad, que evita al votante hacer filas con multitud de personas en los centros de votación. Y han aumentado quienes que ya han manifestado que prefieren esta modalidad. Solo que el incremento ha sido mucho mayor entre los demócratas que entre los republicanos.
Una encuesta reciente evidenció que el 48 por ciento de quienes votarían por correo lo harían por Biden, y solo un 23 por Trump.
La guerra del presidente contra el voto por correo, y su advertencia de que se utilizaría para alcanzar resultados fraudulentos, crece en la medida en que se acerca el 3 de noviembre. Está sentado pues uno de los precedentes para discrepar de los resultados si le son adversos.
Otra señal ha sido su empeño en la sustitución fulminante de la difunta Ruth Bader Ginsburg como juez de la Corte Suprema. Recordemos que el empate entre George W. Bush y Al Gore en la decisiva votación de Florida fue la decisión de la Corte Suprema, que dio la victoria a Bush.
Bush siempre hubiera terciado con fuerza en quién sustituiría a la jueza, conocida por sus posturas liberales, feministas, progresistas, en favor de los inmigrantes, en cuestiones como el aborto y otros temas en conflicto. Trump ha hecho un esfuerzo sistemático por “derechizar” el sistema judicial estadounidense, nombrando centenares de jueces federales – de por vida – a veces sin calificación, pero con una clara trayectoria conservadora. En el caso de la Corte Suprema, incidiría no solo en algunas decisiones coyunturales, sino en sentencias que sientan jurisprudencia para todo el país.
Pero en este caso reclamó con insistencia una sustitución relampagueante, cuando aún los funerales de Ruth Bader Ginsburg no habían concluido, como medida previsora para los posibles resultados de noviembre.
La incógnita de noviembre
Trump se ha negado, más de una vez, a responder a la pregunta: ¿aceptaría usted unos resultados adversos en las elecciones del 2020?
En otro momento ha mencionado la posibilidad de una guerra civil. Curiosamente, es en lo único en que ha coincidido con Noam Chomsky, una de las mentes más sabias y profundas de la intelectualidad estadounidense. Para Chomsky, en un país dividido como nunca antes, tribalizado en dos grandes tendencias, a partir de fuertes sustratos ideológicos y hasta raciales, existe un “riesgo inminente” de guerra civil “en ausencia de una victoria de Trump muy clara”.
Estados Unidos es casi de seguro el país más armado del mundo. Favorecido por legislaciones laxas y movimientos sociales armamentistas, las armas abundan no solo en sus versiones menores, personales, sino en armamento propiamente bélico.
Las milicias que han existido, integradas por grupos antisociales en diferentes estados durante décadas – se dice que algunas vienen incluso del siglo XIX – son hoy más visibles que nunca. Y son más, y están armadas hasta los dientes.
Las integran no solamente desequilibrados mentales, sino supremacistas blancos, neonazis, ultraconservadores, racistas, anti inmigrantes, entre otras agendas.
Trump sin ingenuidad se ha proclamado defensor de la “ley y el orden” frente a la oleada de manifestaciones casi siempre pacíficas que han sacudido más de dos mil ciudades en Estados Unidos en los últimos meses.
A la ira popular por el sojuzgamiento racista ha respondido con la represión y el aliento al uso de la fuerza. No ha mediado. Ha seguido dividiendo el país.
Un despacho de BBC explica: “Una de las mayores agrupaciones, los Oath Keepers (Guardianes del Juramento) fue fundada en 2009 por Stewart Rhodes, un paracaidista retirado del Ejército que trabajó en la oficina de un representante republicano por Texas."
“El grupo atrajo a policías y militares retirados con la consigna de defender la Constitución y el derecho a portar armas, mientras asume posturas de extrema derecha: el mes pasado Rhodes sostuvo que "la guerra civil está aquí y ahora" y pidió a Trump reprimir una "insurrección marxista" en EE.UU.”
Falta poco más de un mes para el 3 de noviembre. Pero al parecer todo no terminaría ese día. Podrían iniciarse dos catástrofes: una imprevisible contienda armada.
O la pesadilla de cuatro años más de Donald Trump.