Triunfará Nicaragua. Ayer, hoy y siempre (I)
Los enormes logros sociales alcanzados en muy poco tiempo en Nicaragua eran, a la vez, la envidia de muchos pueblos, el orgullo del Frente Sandinista y el de todo el activismo internacionalista.
Corría el año 1979 cuando las columnas del Frente Sandinista de Liberación Nacional entraban en Managua, apoyadas por la inmensa mayoría del pueblo nicaragüense, para derrocar a Somoza. La izquierda mundial tenía un nuevo referente, el eterno brillo de Cuba bendecía otras tierras.
Los enormes logros sociales alcanzados en muy poco tiempo en Nicaragua eran, a la vez, la envidia de muchos pueblos, el orgullo del Frente Sandinista y el de todo el activismo internacionalista. Todos éramos castristas y nos convertimos al sandinismo para siempre. Los pañuelos y las banderas rojinegras nos vestían y acompañaban en todos nuestros actos. En la banda sonora de marchas, protestas, manifestaciones y conciertos solidarios, nunca faltaban canciones de apoyo a Nicaragua.
Por eso, cuando Estados Unidos decidió que el ejemplo sandinista podría ser peligroso para el resto de la región, se inició una guerra de desgaste para hacer inviable su exitosa revolución, todos pusimos los focos en Nicaragua y en la denuncia de una guerra proxie organizada a través de grupos mercenarios (como replicaron luego en tantos otros lugares, como Siria, Libia, Iraq…). Hicimos nuestra la guerra contra el terrorismo norteamericano y llegamos a conocer lo que acontecía en cada centímetro de la geografía del país centroamericano, casi con más interés que lo que sucedía en nuestro propio país.
El resultado de las elecciones de 1990, fue un verdadero varapalo para muchos. La guerra, el bloqueo, la destrucción de las infraestructuras productivas y los desplazamientos humanos desde las zonas de conflicto, junto con las promesas de paz, prosperidad y ayuda económica, hicieron decantar leve y momentáneamente la balanza en favor de los vendepatrias contrarrevolucionarios.
Desviar los siempre exiguos recursos financieros de un país destinados al desarrollo, la educación, la sanidad, agricultura, la vivienda pública… hacia la compra de armamentos y el gasto en ejércitos, por mucho que fuese para enfrentar un problema existencial, tiene su lógico desgaste. Eso es justo lo que perseguía Estados Unidos.
Pero claro, en el programa de los partidos que conformaron la coalición que «ganó» las elecciones (la Unión Nacional Opositora), no estaba contemplada una agenda social ni mínimamente parecida a la puesta en marcha por el sandinismo. Así que, cuando el pueblo nicaragüense experimentó en sus carnes los verdaderos propósitos de los servidores del imperio para el país, en 2006 le retiró la confianza depositada en ellos y el FSLN volvió al poder con Daniel Ortega al frente.
Sin embargo, Nicaragua prácticamente desapareció de las primeras planas de las rotativas. Además de la victoria de 2006, el FSLN ganó también las eleciones de 2011 y 2016, con un apoyo de más del 60 y 70% de la población, números prácticamente desconocidos en la vieja y anquilosada Europa, que dejaban a la oposición prácticamente sumida en la irrelevancia.
Sin oposición interna, es de nuevo EE.UU. y su ministerio para las colonias (la Organización de Estados Americanos) quien asume ese papel, aunque no con la misma virulencia que en la década de los ochenta.
Básicamente se trata de una campaña de desprestigio contra el presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo, basada en insidias creadas en los laboratorios de propaganda e intoxicación de masas del Pentágono. Se les ha acusado de una infinidad de sandeces, mentiras y descalificaciones sin ningún fundamento real. Todo ello con la idea de aislarlos políticamente del exterior, de socavar su prestigio interior e ir preparando una especie de revolución de color como la que intentaron, sin éxito, en 2018.
He de decir que, aunque parcial y momentáneamente, la guerra mediática del Imperio ha logrado, temporalmente, algunos de sus objetivos. La socialdemocracia y parte de la izquierda europea ante el aluvión permanente de propaganda, han acabado por alejarse del sandinismo. Otros, por el contrario, apuntan que no es suficientemente revolucionario.
Y es que, el férreo bloqueo informativo, conlleva el que se desconozca la realidad nicaragüense y sus más recientes éxitos sociales y económicos, permitiendo así que puedan ser presa fácil de futuras campañas de desinformación. Por eso es necesario un gran esfuerzo de comunicación veraz con objeto de enfrentar la actual campaña de propaganda que sufre el país y las que, sin lugar a dudas, vendrán en el futuro.
Las guerras que emprende Estados Unidos, en la actualidad, siempre se inician con ataques de sus brigadas mediáticas, que para colmo, tienen la vergüenza de llamar “prensa libre”. Le siguen sanciones económicas y bloqueos para dañar la economía y provocar el descontento popular, momento que aprovecharán ONGs locales financiadas y adoctrinadas por la cooperación norteamericana, para tratar de agitar las calles con la colaboración de terroristas camuflados para provocar sangre en ambos bandos y aumentar la tensión.
Luego vienen sabotajes, ataques cibernéticos, asesinatos selectivos… para, finalmente, si todo ello no ha sido suficiente, acabar con el lanzamiento de operaciones militares directas o interpuestas por mercenarios que, según la zona, serán yihadistas, neonazis, evangelistas o contratistas de seguridad.
Como dice Julian Assange, si las guerras comienzan con mentiras, la verdad nos llevará a la paz. Es necesario conocer qué está pasando realmente en Nicaragua para combatir las toneladas de desinformación vertidas por el imperio en su cruzada por adueñarse del país centroamericano y de toda América Latina.
Es en la fase mediática de la guerra donde Estados Unidos puede mostrarse más débil y donde enfrentarlo puede ser más fácil, sobre todo teniendo los hechos de nuestra parte, como vamos a ir comprobando en futuros escritos sobre los actuales logros del sandinismo en Nicaragua.