Para Fidel desde Irán
Gracias Fidel, como te dije el año pasado. Tranquilo, lo que sembraste…CRECE!
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Para Fidel desde Irán
Hace tres años llegué a Teherán con la cabeza hecha un batido. No me avergüenza admitir que siendo una mujer diplomática “aterrizando” en la República Islámica de Irán, venía cargada de expectativas y miedos más que de certezas y de la seguridad que me caracteriza.
Todos esos miedos e incertidumbres desaparecieron al día siguiente.
Como buena cubana no demoré en salir a las calles (y a las tiendas). Pedí que me llevaran al centro de la ciudad y lo más cercano al mítico Gran Bazar persa. Fresca como de costumbre, empecé a preguntar cosas. Había un señor muy humilde.. de esos que venden sus cositas en una manta a la entrada del Bazar. Me paro y le saludo con una sonrisa tímida y él me pregunta en un inglés que solo los que no hablamos perfecto inglés entendemos: ¿de dónde eres? Yo: de Cuba! Y el señor todo simpático me tira una miradita de: Cuba, ¿cómo se come eso? Y se me ocurre decirle: Cuba! Fidel Castro!....
Aún me emociona recordar su arrugadito rostro que en ese instante se iluminó mientras alzaba un puño y decía mil palabras en farsi que no necesitaba me tradujeran para saber que era de admiración, cariño, respeto.
No hay que decir que los persas…todos los persas…transpiran un orgullo que algunos dicen que roza con la altivez…un orgullo que a veces “choca”. Los persas entienden de grandes batallas e inmensos guerreros. No olvidan jamás que vienen de un gigante imperio. Caminar con la frente en alto y hablar duro a sus enemigos, de tú pa tú y subirles la parada a cualquier amenaza está en su ADN.
Los persas no son prolíferos en elogios a líderes extranjeros, con la excepción de Mandela, no hay monumentos, ni bustos, ni placas, ni plazas en Irán que estén dedicados a figuras de otro país. Si le dices que eres de América Latina a un iraní de a pie, de inmediato te conectará en su mente a los Estados Unidos. De todo eso te salva Fidel, mencionarlo levanta miradas, agua los ojos, cierra puños, dibuja sonrisas y abre puertas.
Si tuviera una máquina del tiempo aquí y ahora le pulsaría solo el programa para viajar en el tiempo ahorrándole el espacio, pues la usaría para regresar al 9 de mayo de 2011 en la Universidad de Teherán, cuando un aula magna abarrotada de jóvenes y académicos escuchó a Fidel dirigirse por primera y única vez en persona al pueblo iraní.
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Mi paradigma es Fidel y eso es suficiente para que reine la admiración y la interacción positiva y fructífera.
Cuando les digo abarrotada me quedo corta, en serio! No les exagero, aquí les dejo unas fotos que he repasado mil veces como si visualizara el calor del momento y especialmente se me hace un nudo en el estómago pensando en los invictos compañeros de la Seguridad Personal que acompañaban siempre a nuestro Comandante, el escaso personal de nuestra Embajada en aquel entonces y que habitualmente se incorporaba de lleno a la protección del más buscado y jamás vencido. El rostro del entonces embajador Darío de Urra y de su esposa (la también colega y ex funcionaria de la Cancillería) María Isabel Velázquez, eran un poema.
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Cuando les digo abarrotada me quedo corta, en serio!
A pesar de que de niña era una activa pionera que tuvo la dicha de compartir actividades en las cuales estuvo el Comandante Fidel, y hasta soplamos velas en uno de sus cumpleaños que le celebramos en Tarará, nunca tuve la suerte de quedar en una foto junto a él.
La última vez que lo tuve a menos de un metro de distancia fue durante un acto en el Mausoleo del Cacahual mientras integraba una columna de jóvenes que asistía a un acto en homenaje a Antonio Maceo.
Al concluir el discurso Fidel descendió de la tribuna para saludarnos y por azar decidió pararse justo frente a mí. Quienes lo tuvieron así de cerca no me dejarán mentir: Fidel desprendía una energía poderosísima, una luz que te absorbía, un no sé qué que te dejaba perplejo, así me quedé yo, de piedra...literalmente. Parada en firme mirándolo, bebiendo de cada palabra que nos decía. Sentí que dejé de respirar en esos minutos, como si no quisiera espantarlo, como quien quiere que eso dure mucho más.
La eterna soldado que vive en mí no le extendió la mano ni le plantó un beso, es el único acto de estricta disciplina del que me arrepiento hasta hoy.
Incluso en los temas relacionados con las diferencias culturales u otros más difíciles en este país inmenso siempre termino diciendo que mi paradigma es Fidel y eso es suficiente para que reine la admiración y la interacción positiva y fructífera.
Gracias Fidel, como te dije el año pasado. Tranquilo, lo que sembraste…CRECE!