Vacuna de la soberbia: el poder transnacional impone reglas en tiempos de pandemia
Nunca antes una emergencia sanitaria había golpeado a tantos en tantos lugares y en tan poco espacio de tiempo. La Globalización o Mundialización económica, tecnológica y social de las últimas décadas ha sido la plataforma ideal para una rápida y letal expresión de un virus altamente contagioso.
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Vacuna de la soberbia: el poder transnacional impone reglas en tiempos de pandemia
Tal desafío global ameritaba una respuesta global y coordinada. Pero una vez más, las mezquindades, los nacionalismos obtusos, el sálvese quien pueda ha prevalecido. La COVID-19 ha afectado ya a más de 115 millones de personas y ha ocasionado la muerte de 2,56 millones.
Las vacunas parecen ser las únicas barreras efectivas ante la pandemia. Pero ni siguiera en ese campo se ha logrado la respuesta colectiva y solidaria de la comunidad internacional.
La industria farmacéutica y biotecnológica tienen una alta concentración y transnacionalización, que beneficia a las naciones más desarrolladas. Las grandes empresas monopolizan tanto la investigación como la producción y la distribución.
La producción de vacunas en particular concentra en 4 grandes firmas el 90% del mercado: GlaxoSmithKline (8 436,5 millones de euros en venta en 2019), Merck Sharp &Dohme (7 354,6 millones), Pfizer (6004 millones) y Sanofi (5 809,3 millones). Las 15 grandes firmas fabricantes de vacunas pertenecen al Reino Unido, EE.UU, Francia, Australia, Japón, China y Corea del Sur.
El mercado global de las vacunas generó en 2018 unos 57 mil millones de dólares y se calcula que para el 2027 sobrepasará los 64 500 millones.
Las naciones subdesarrolladas que son la inmensa mayoría, no tienen capacidad de desarrollo propio de vacunas y tampoco tienen capacidades productivas propias. Ello las ha dejado con poca capacidad de maniobra para poder influir en la desigual distribución que ha tenido en esta etapa inicial las vacunas ya obtenidas contra la COVID-19.
Los intentos de países del Sur y de la OMS de que se levanten temporalmente la exclusividad de las patentes, para permitir que se amplíe la producción de las vacunas con transferencia a otras empresas o a partir de genéricos se ha estrellado contra la intransigencia de los gigantes farmacéuticos y los gobiernos de EE.UU, Gran Bretaña y otras potencias.
Pero no sólo han sido relegadas las naciones no ricas en la distribución de las vacunas, sino que han visto como una gran empresa como Pfizer ha intentado imponer onerosas condiciones para suministrarles determinadas cantidades del inyectable, que desarrolló de conjunto con la alemana Biontech.
Recientes revelaciones del gobierno brasileño muestran las imposiciones que el gigante farmacéutico impone a las naciones del Sur para acceder a las vacunas, buscando resguardo ante las posibles demandas que puedan generar las reacciones al medicamento.
El presidente de Brasil Jair Bolsonaro mostró su malestar, en días recientes, por las exigencias de Pfizer, al señalar que entre las condiciones puestas por el consorcio está la de una cláusula en el contrato de compra que la exime de “toda responsabilidad” ante posibles efectos colaterales de su inmunizante.
“Hemos sido muy duros y ellos han sido muy duros con nosotros. No cambian ni una coma. El Gobierno está tratando eso junto con el Congreso y se está discutiendo en términos de una flexibilización de la ley”, testimonió por su parte el Ministro de Salud brasileño, General del ejército Eduardo Pazuello.
También Argentina y Perú sufrieron las presiones de Pfizer, según una investigación de The Bureau of Investigative Journalism.
Argentina no logró acuerdo con la multinacional por los exorbitantes pedidos hechos. Los representantes de Pfizer exigieron una indemnización contra cualquier reclamo civil que los ciudadanos pudieran presentar si experimentaban efectos adversos después de ser vacunados. “Nos ofrecimos a pagar millones de dosis por adelantado, aceptamos este seguro internacional, pero la última petición fue extraordinaria: Pfizer exigió que los activos soberanos de Argentina también formaran parte del respaldo legal”, confesó un funcionario argentino.
El exministro de salud de ese país había declarado a fines de diciembre: “No entendemos por qué Pfizer tiene tantas exigencias de inmunidad y prevención, es como si no le tuvieran fe a la vacuna”.
En Perú, las exigencias llegaron hasta reclamar que eximieran a la compañía no sólo por los efectos adversos sino también por demoras en las entregas de los lotes de vacunas.
Más allá de la batalla por la vida de los seres humanos, la Big Pharma sigue los dictados del mercado: así pone los precios de sus vacunas, así decide la magnitud de su producción, así decreta sus destinos.
Para el Director General de la Organización Mundial de la Salud: “Los mecanismos de mercado son insuficientes por sí solos para detener la pandemia mediante la inmunidad de grupos vacunados. La oferta limitada y la demanda abrumadora crean ganadores y perdedores. Ninguna de las dos cosas es moral o médicamente aceptable durante una pandemia”
El capitalismo neoliberal ha mostrado su rostro inhumano y su lógica irracional en medio de una de las más duras pruebas para la supervivencia humana.