Como soles sin manchas
Tan espléndido y juvenil desborde de humanidad de estos de hoy, fue lo que anticipó Fidel en el adiós de aquellos mártires: "su monumento", victorioso emblema del porvenir
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Como soles sin manchas
Como soles sin manchas fue la expresión repetida en otra voz, dicha de otra manera, pero con la misma certeza. Tal vez porque estaba cerca este 6 de octubre, o porque, más allá del tiempo y del crimen, el hilo sentimental que entrelaza a Cuba y a Venezuela es el mismo que en la esperanza y en el dolor une a aquellos y a estos protagonistas.
Acaso porque «inmensamente ricas –así lo dijo Fidel– en su aporte al trabajo, al estudio, al deporte, al afecto de sus familiares y a la Revolución», las vidas en flor asesinadas aquel octubre que aún duele, en días recientes parecían rebrotar en el regreso triunfal de otros jóvenes.
Cuatro décadas y media después de ser despedidos por el Comandante en Jefe, en la Plaza de la Revolución, fue como ver el retorno de otros «soles sin manchas», que escuchaban las palabras de bienvenida a Caracas, dichas por Julio César García Rodríguez.
«¡Perdidos no; ustedes vuelven crecidos!», dijo en esa oportunidad el jefe de las Misiones Sociales en Venezuela, ante más de 70 cubanos: médicos, enfermeros y trabajadores electroenergéticos, cuya edad promedio no rebasa los 36 años. La mitad de ellos estaban físicamente allí; los otros, por videoconferencia, completaban el auditorio desde Zulia, Santa Cruz de Mora y Tovar.
Ellos también retornaron invictos. Una tragedia los había convocado a la Mérida andina, y allá fueron, a darle una estocada a la incertidumbre, en los mismos sitios donde el deslave había sepultado hogares, esperanzas y pertenencias. Unos llevaron jeringas, estetoscopios, tensiómetros; otros, alicates, destornilladores, multímetros...
La sospecha deja de ser para quienes los vieron entre el dolor y las ruinas al pie de Los Andes, devolviendo sonrisas en aquel torneo por la vida. El arte de salvar es su esgrima; la de 22 000 cubanos que andan Barrio Adentro por Venezuela; la de cientos de miles que por el mundo golpean a lo injusto, con estocadas de amor.
Distinta es la modalidad de estos, pero igual es su audacia y similar el motivo al de aquellos que ganaron todos los títulos en un campeonato centroamericano, horas antes de su holocausto criminal sobre el mediodía de Barbados.
Tan espléndido y juvenil desborde de humanidad de estos de hoy, fue lo que anticipó Fidel en el adiós de aquellos mártires: "su monumento", victorioso emblema del porvenir.
La injusticia les teme, y tiembla frente a los "soles sin manchas" que hacen al mundo un tilín más claro.