Es hora de enfrentar a la dictadura mundial occidental
Cualquier país que tenga un ápice de dignidad y coraje político hubiera hecho lo que Putin decidió en las últimas semanas, reconocer por fin la independencia de quienes se la ganaron peleando contra el fascismo en Lugansk y Donetsk, y luego lanzar una operación de autodefensa para desmilitarizar y desnazificar Ucrania.
Era factible imaginar que la Unión Europea se pondría de rodillas frente a cualquier convocatoria criminal que encarara el gobierno estadounidense, pero esta vez se han superado todos los límites. Claro que tenían antecedentes cercanos: habían acompañado a Washington en la invasión y genocidio al pueblo iraquí, siguiendo el guión de una gran mentira repetida cien veces, como aconsejaba el nazi Goebbels, luego en el marco de las ambiciones económico-destructivas hicieron lo mismo con Afganistán, con Libia y lo intentaron vanamente con Siria, a través de ejércitos propios y también con mercenarios a los que arroparon y armaron en toda Europa. En circunstancias parecidas a las que estamos viendo ahora, estos asesinos seriales de la OTAN, fueron detrás de las recomendaciones de Bill Clinton y arrasaron los Balcanes, destruyendo Yugoeslavia y vendíéndole al mundo que lo hacían -como siempre- “por la libertad y la democracia”. Dejaron en todas estas intervenciones, que son un ínfima cantidad de las 204 llevadas a cabo por EE.UU en el mundo, un tendal de millones de muertos, tierras arrasadas y dolores de por vida, gracias a la cantidad de bombas de uranio empobrecido que fueron arrojando aquí y allá.
Esta Unión Europea, felpudo táctico de cuanto gobierno estadounidense los convoque, es la misma, vale recordarlo, que con otros nombres y siglas, llegaron hace 530 años, a IndoAfroAmérica cargados cruces y espadas, y esa visita nos costó más de 90 millones de víctimas. El mayor Holocausto de la historia.
Ahora vuelven a las andadas, y en una alianza motorizada por la Casa Blanca, a la que se suman obedientemente Europa, Canadá y una buena parte de cómplices latinoamericanos, quieren borrar del mapa a la Federación Rusa. Primero, como siempre, montaron el escenario adecuado, produjeron un golpe fascista en Ucrania, luego impulsaron al títere actual para que gobierne desde Kiev, mientras tanto le declararon la guerra a muerte a los anti-nazis del Donbass, bombardeándolos y asesinando a miles de personas todos estos años, y por último, desplazaron miles de efectivos de la OTAN para cercar Rusia. Cercarla y provocar su paciencia al límite.
Cualquier país que tenga un ápice de dignidad y coraje político hubiera hecho lo que Putin decidió en las últimas semanas, reconocer por fin la independencia de quienes se la ganaron peleando contra el fascismo en Lugansk y Donetsk, y luego lanzar una operación de autodefensa para desmilitarizar y desnazificar Ucrania.
Estas dos operaciones fueron seguidas de un bombardeo mediático difamatorio por parte de Occidente, para crear el clima suficiente que permita instalar en pocos días una dictadura mundial de gran envergadura. Por un lado, ensordeciendo y adormeciendo a la llamada opinión publica con noticias distorsionadas y mentirosas sobre lo que está ocurriendo realmente, y por el otro generando un apagón informativo sobre los pocos medios que reflejan la verdad sin por eso renunciar a la crítica de lo que no corresponda. Así, la histeria europea pro-yanqui, silencia al canal de noticias RT y a la Agencia Sputnik. Y lo hace con la anuencia de mucha gente que debería, aunque sea por vergüenza, salir a enfrentar semejante censura.
Además, en el afán de que “hay que hacer que Rusia muerda el polvo por su audacia”, prohiben el uso del espacio aéreo europeo, y hasta el Comité Olímpico, que suele consentir o mirar a un costado cuando no pocos deportistas occidentales se drogan para competir, tiene el descaro de recomendar bajar a los equipos rusos de los próximos juegos de Beijin. O la FIFA, impidiendo la participación rusa en el Mundial de Qatar.
Todo vale en esta descomunal orgía macartista, en la que lamentablemente una parte de la izquierda y la intelectualidad “bien pensante”, asiente, es cómplice y disfruta, en nombre de una “paz” que tiene, indiscutiblemente, el sello de “made in USA”.
Esos que por estos días se desgañitan en las redes gritando paz y más paz, no movieron un dedo cuando los aviones israelíes bombardeaban (y lo siguen haciendo) al pueblo palestino o al pueblo sirio. Pero ahora que el mayor aparato armado de la historia moderna amenaza con destruir un país que puso más de 20 millones de muertos en el campo de batalla para frenar al nazismo, descubren que el “mal menor” pasa por abrazarse con las tropas OTANianas.
Frente a tal estado de cosas, no podemos permanecer en silencio, y se hace necesario denunciar que la gran culpable de esta confrontación es la alianza criminal mundial yanqui-europea, pero también la voracidad de todos los países que siguiendo el mandato norteamericano pretenden regimentar a quienes reniegan de su discurso y accionar imperial, expansionista, guerrerista y devastador de naciones y personas.
Si no nos oponemos a esta nueva vuelta de tuerca del fascismo (disfrazado de mil formas), si no hacemos lo posible para responder a la censura sobre RT y Sputnik, difundiendo por la vía que sea sus noticias veraces, si no salimos a las calles para defender la independencia de Lugansk y Donetsk, que es decir la de nosotros mismos, cuando estamos por sufrir las consecuencias de la firma por parte del gobierno argentino, de un acuerdo con el brazo económico de quienes sostienen a la OTAN, si no unimos fuerzas para respaldar a Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán y todos los países que sufren el bloque que hoy pretenden imponer a Rusia, si no nos damos cuenta que el capitalismo, en todas sus expresiones, está hipotecando nuestras vidas y las de nuestras descendencias, mañana será muy tarde para dar marcha atrás. Esta es, como nunca, una disyuntiva de vida o muerte.