EE.UU-Cuba: La emigración como arma
Desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959 la emigración ha sido un fenómeno utilizado por Estados Unidos en sus planes contra Cuba, tanto para fines propagandísticos e ideológicos, como para afectar económica y socialmente al país.
Hoy la vida de los cubanos se ve afectada por la combinación de cuatro factores: el bloqueo económico comercial y financiero de Estados Unidos y sus secuelas acumuladas; los efectos de las 243 medidas adicionales a ese bloqueo implementadas por Trump y mantenidas por Biden; los costos y efectos de la pandemia; y los estragos globales del conflicto en Ucrania.
En este contexto Washington ha acelerado los planes desestabilizadores contra la Revolución. La postura asumida por el demócrata Biden contra la mayor de las Antillas en los peores momentos de la pandemia es un claro botón de muestra.
La tensa situación económica de la Isla, conllevó a un lógico incremento de la emigración, tal y como ocurre en numerosas partes del mundo. Sin embargo, desde el 2017 Washington redujo a cero su actividad consular en La Habana con el ridículo pretexto de unos “ataques sónicos” contra sus diplomáticos.
Esta decisión ha obligado a los cubanos a viajar a terceros países para recibir los servicios consulares con el costo que eso significa en estos tiempos. El objetivo es evidente: obstaculizar al máximo posible la emigración legal.
El talante criminal de este proceder se confirma tras conocerse que el Departamento de Estado estadounidense ejerce presiones a países latinoamericanos para que impidan u obstaculicen lo más posible el tránsito de cubanos por sus territorios, tengan estos o no planes migratorios legales o ilegales.
Estas presiones han tenido resultados visibles. Paralelamente, Estados Unidos mantiene sus políticas de estímulo a la emigración ilegal cubana. Washington intenta matar dos pájaros de un tiro. Por un lado busca generar un clima de tensión y frustración en determinados sectores del pueblo de la Isla: los que desean emigrar y aquellos que desarrollan actividades profesionales o comerciales y necesitan viajar.
Mientras, aquellas imágenes de balsas navegando rumbo norte, tras las irresponsables y criminales medidas de Clinton ya son sustituidas en redes sociales y medios de prensa por las imágenes de filas de cubanos en las aguas del rio Bravo, víctimas del cinismo estadounidense y de los traficantes ilegales.
No hay nada tan suculento para la propaganda anticubana que tener a mano esas imágenes para usarlas como “evidencia” del “fracaso” del socialismo. Hasta una izquierda no muy informada, podría ser estafada con esta trampa. Pero lo más peligroso no es eso. Una supuesta “crisis migratoria” está entre los pretextos que puede esgrimir Estados Unidos para intervenir militarmente en Cuba.
Y las “crisis migratorias” en los manuales yanquis siempre tienen entre sus causas a las “crisis humanitarias”. Si volvemos a los sucesos del 11 de julio recordaremos cómo unos días antes se trató de posicionar la matriz de una “crisis humanitaria” en Cuba.
La prensa anticubana desde Estados Unidos y la corporativa internacional, junto a las granjas de bots financiadas con dinero público estadounidense, desarrollaron una intensa campaña antes, durante y después del 11 de julio.
En ese momento el plan fue crear un escenario de violencia y enfrentamientos internos que debían facilitar una eventual intervención militar de Washington. Sin embargo, la contundente respuesta dada por el pueblo y las autoridades cubanas, y la preservación de la paz, la estabilidad, el consenso y la gobernabilidad del país, han obligado a los expertos de Langley a variar sus planes y buscar nuevos pretextos.
Hace apenas unos días, los activistas de la CIA intentaron un remake del #SOSCuba. Casualmente el tema migratorio cubano comenzó a ser tratado por varios medios de prensa, desde el encumbrado Washington Post hasta los libelos públicos de Miami.
En tiempos de reconfiguraciones geopolíticas globales, de orgullos heridos, y frente al debilitamiento de la hegemonía estadounidense, cualquier pretexto podría ser usado para una escalada contra Cuba, justo en un momento en que América Latina podría avanzar hacia una mayor integración regional, algo inadmisible para Washington.