Chile: a tomar nota y reiniciarse
Por décadas los chilenos han exigido una nueva Carta Magna que diste de la actual, redactada durante la época pinochetista. Ahora tuvieron la posibilidad de aprobar una moderna, progresista e inclusiva, pero factores externos se interpusieron.
Los resultados fueron superiores a los que habían pronosticado las encuestas. La opción Rechazo a la nueva Constitución chilena se llevó el 61.88 por ciento de los votos, mientras que solo el 38.12 optó por aprobarla. Todo ello con una participación récord de casi 13 millones de electores, 4.5 millones más que en diciembre de 2021, cuando se eligió al actual presidente Gabriel Boric.
La distancia entre las opciones también sobrepasó lo que se vaticinó durante la campaña. Realmente todo fue sorprendente: los números de una y otra parte, la disparidad entre ellos y la altísima asistencia, aunque esto último era de esperar, si tenemos en cuenta que la votación era obligatoria.
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Aunque ya sabíamos que los vaticinios no eran alentadores para el Acepto, la pregunta de orden es qué pasó.
Desde la institución de la democracia en el país en los años 90 del siglo pasado, los chilenos están exigiendo una nueva Carta Magna que diste de la actual que data de 1980; redactada durante la época pinochetista, y está plagada de leyes dictatoriales y exclusivistas desde todas las aristas.
El 25 de octubre de 2020 la mayoría de la sociedad votó contundentemente por la redacción de una nueva Ley de Leyes, evidenciando la derrota del legado principal de la dictadura.
La derecha se unió a la propuesta de ir hacia una nueva Constitución, pero en el camino se reafirmó que tampoco respondía a sus intereses, y obviamente no perdonarían que un izquierdista joven en el poder se llevara los méritos de haber cambiado el país.
De acuerdo con estudios después del 4 de septiembre, el Rechazo fue mayor entre la población más pobre de Chile. En tanto, el Apruebo recabó más apoyo porcentual en la población con mayores ingresos. / semanariolocal.cl
Todos los espacios mediáticos desplegaron una campaña que agitaba el miedo al declive social y económico, apelando a la ya desgastada imagen de «Chilezuela», y sembrando el temor al socorrido castrochavismo».
Ante tanta inyección de odio, no hubo una respuesta certera de la contraparte para darle sentido a su propuesta e incentivar a las mayorías.
Ante esto, echaron mano a su enorme y millonaria propaganda desde todos los consorcios mediáticos para penetrar en cada chileno e instalar el malestar, las confusiones y las tergiversaciones en la opinión pública en torno a los debates del texto constitucional.
No pudieron –o no supieron cómo– convencer de que el nuevo texto constitucional podría beneficiar a los sectores nacionales, esos mismos a los que no atinaron explicarles un texto complejo de 388 artículos. Debilidad que la derecha hizo suya y que le sirvió para sembrar esa campaña de pavor al supuesto declive.
Además, la convocatoria a las urnas fue atravesada por una situación económica crítica, generada por el mayor incremento de la inflación en tres décadas –13 por ciento anual, contra un promedio de tres por ciento en los últimos años– y una caída de los precios internacionales del cobre, el principal producto de exportación del país. Eso repercutió en los votantes, que culpan al Gobierno. Le impusieron, en verdad, un voto de castigo a Gabriel Boric, que lleva cinco meses en el cargo.
A él la derecha más radical, excitada por el resultado, le pide ahora la cabeza. La derrota del Apruebo se le asocia usando todos los ardides posibles.
Previendo la posibilidad de rebote, el Gobierno planteó desde julio que, en caso de ganar el Rechazo, la propuesta sería volver a convocar a elecciones, para formar una nueva Convención que redacte otro texto.
Al respecto y poco después de conocerse los números, el Presidente señaló que “esta decisión de los chilenos y chilenas exige a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, con más diálogo, con más respeto y cariño hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todos, que dé confianza, que nos una como país. Allí el maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar definitivamente a un lado”.
Se comprometió a trabajar de conjunto con el Congreso y la sociedad civil en un nuevo itinerario constituyente que redacte un texto donde se plasmen las exigencias que ahora hizo la amplia mayoría ciudadana.
La primera medida fue una reunión con los presidentes de ambas cámaras y luego con diferentes sectores sociales. Luego hizo importantes cambios dentro de su gabinete.
Difícil se le vaticina el camino a Boric, que para los ojos de todos está marcado por una derrota que la derecha tomará como ofensiva, pues es esta su primera gran victoria política desde 2019. Al rechazado texto constitucional, progresista, paritario, plurinacional, y que buscaba modificar las reglas autoritarias y pro-empresariales impuesta por la Carta Magna de 1980, hay que sacarle el extracto y crear uno nuevo que deberá partir de un acuerdo en el Congreso, donde se concentran, en diferentes expresiones políticas, los sectores más adversos al proyecto que ahora quedará en el olvido. Boric deberá tomar buena nota y reiniciarse.