Mundial 2022: las críticas a Qatar son unilaterales, hipócritas y un tanto coloniales
Al comienzo del torneo de fútbol hubo muchas críticas al anfitrión, Qatar, por las condiciones laborales en la época de preparación del Mundial y por los derechos LGBTI. Los ciudadanos del Sur consideran que estas críticas son hipócritas y unilaterales. La indignación por este hecho ha alimentado un sentimiento de unidad regional y solidaridad entre muchos hinchas que acuden al campeonato.
En el periodo previo a la Copa Mundial de Qatar los principales medios de comunicación y las élites políticas occidentales llamaron repetidamente la atención sobre las violaciones de los derechos humanos, concretamente en el ámbito de las condiciones laborales de los trabajadores migrantes y la intolerancia hacia la homosexualidad.
Esas acusaciones no eran inventadas. Según The Guardian, muchos migrantes tuvieron que trabajar en condiciones inhumanas. Al menos 6 mil 500 trabajadores murieron en la construcción de los diferentes estadios de fútbol. La homosexualidad es ilegal en Qatar y puede castigarse con hasta siete años de cárcel.
Así que las críticas tienen sentido, pero son unilaterales, hipócritas y también un tanto coloniales.
Unilateral
Son unilaterales porque omiten muchas cosas, cosas que no encajan en la retórica occidental porque hacemos muchos negocios con ese país.
No se nos dice, por ejemplo, que la empresa estatal QatarEnergy está planeando la mayor expansión en términos de producción de petróleo y gas de todas las empresas del mundo, lo que pondría en peligro la posibilidad de alcanzar los objetivos climáticos en todo el mundo. También se oculta convenientemente el hecho de que muchos países occidentales han llamado a la puerta de Qatar para suministrar más gas desde el comienzo de la guerra de Ucrania.
Apenas se nos dice, si es que se nos dice algo, que Qatar es una monarquía muy represiva en la que los periodistas viven bajo una terrible censura. Tampoco hay apenas análisis sobre el apoyo de Qatar a organizaciones terroristas ni sobre su papel belicista en Libia y Siria. Y menos aún se nos dice que, a pesar de eso, Occidente suministra armas a este país sin vergüenza alguna.
Hipócrita y colonial
Muchos hinchas del Sur presentes en Qatar consideran hipócritas las críticas occidentales. Por un lado, se señala a Qatar por violar los derechos humanos o por la restricción del alcohol, pero por otro, se pide amablemente a este Estado del Golfo que suministre más gas natural para sustituir al gas ruso.
Es típico y un tanto colonial que se trate con dureza a un país del Sur mientras que a los países occidentales se les atiende con guantes de terciopelo. Por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de 2012 en Gran Bretaña no hubo críticas al país anfitrión. Sin embargo, ese país había librado una guerra ilegal contra Irak nueve años antes en la que murieron hasta un millón de personas.
"Israel", descrito por Amnistía Internacional y otras organizaciones como un régimen de apartheid y que mantiene secuestrado a todo un pueblo, pudo organizar el Festival Eurosong prácticamente sin ser molestado hace tres años.
¿Se acosará a Estados Unidos durante el próximo Mundial de Fútbol de 2026 porque se ha abolido el derecho constitucional al aborto, por las guerras ilegales que libra el país o por el escandaloso trato que reciben las personas indígenas y las negras? Es prácticamente imposible.
¿Se enfrentará Italia a una campaña en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2026 por su trato inhumano a los solicitantes de asilo? Eso también es poco probable y, en cualquier caso, no procederá de países occidentales.
Las escandalosas condiciones laborales de los trabajadores migrantes, por cierto, no son monopolio de Qatar. El caso Borrealis (un caso a gran escala de trata de personas y empleo ilegal de trabajadores migrantes) deja claro que la explotación extrema y la esclavitud moderna también se dan en países «civilizados» como Bélgica. En Francia los inmigrantes indocumentados están construyendo la villa olímpica en la capital. En toda Europa sectores como la hostelería, la construcción o el cultivo de frutas y hortalizas funcionan gracias a la explotación de inmigrantes ilegales.
Esos dobles raseros de Occidente se los tragan cada vez menos los pueblos del Sur. «Cuando vamos a Occidente, respetamos sus costumbres y leyes», afirma un hombre de negocios de El Cairo. «Así que también ellos deberían respetar nuestras costumbres y leyes».
Solidaridad y reconocimiento
El régimen de visados más flexible de Qatar ha permitido la asistencia de más visitantes del Sur que cuando el anfitrión es un país europeo. A esa presencia de hinchas del Sur se suma el hecho de que Qatar es un país en el que el 86 por ciento de la población son inmigrantes, principalmente asiáticos.
En consecuencia, muchos de los aficionados presentes hicieron caso omiso de la polémica sobre las violaciones de los derechos humanos. Consideran que las críticas occidentales son hipócritas e intimidatorias. La indignación por este hecho ha alimentado un sentimiento de unidad y solidaridad regional. «Esta tonta presión sobre los derechos humanos ha hecho lo imposible: ha unido a la región», afirmó un empresario de Dubai.
Los hinchas de los distintos continentes confraternizaron entre sí. Durante el partido Marruecos-España y Marruecos-Portugal, los marroquíes recibieron el apoyo de un estadio lleno de aficionados del mundo árabe, mientras que los españoles y portugueses fueron recibidos con un concierto de silbidos cada vez que tocaban el balón.
También hay una llamativa solidaridad con los palestinos. Los aficionados al fútbol se niegan en la calle a ser entrevistados por periodistas israelíes o corean consignas propalestinas durante una entrevista. Muchas de esas «entrevistas difíciles» se han hecho virales.
Pueden verse banderas palestinas tanto en los estadios como en las calles. La selección marroquí incluso posó con la bandera palestina tras ganar a España.
La prohibición de vender alcohol en los alrededores de los estadios causó titulares negativos en Occidente, pero muchos hinchas están bastante contentos con eso. Dicen que ha contribuido a crear un ambiente menos agresivo y más familiar en el torneo.
No hay rastro alguno de carteristas ni de hooligans, lo que hace que este Mundial parezca mucho más seguro que la mayoría de los acontecimientos futbolísticos que se celebran en las principales ciudades occidentales. En cualquier caso, a los hinchas presentes en Qatar les gusta este planteamiento.