Los conquistadores del ciberespacio
Cinco grandes compañías acaparan el metaverso virtual mientras venden a sus usuarios la ilusión de una experiencia liberadora.
El mundo virtual vende una ilusión de libertad, incluso de anarquía, que agrada a no pocos usuarios. En acto de enajenación, millones de personas hallan en el “metaverso” que se va construyendo una vía de escape a sus angustias vitales, y a las limitaciones de todo tipo que sufren en la “realidad”. En Internet pueden leer, decir, ver, comprar, “todo lo que quieran”. Y quizás alguna vez, en sus inicios, la world wide web fue una promesa en ese sentido, pero lo digital terminó replicando las mismas dinámicas del mundo analógico.
Del mismo modo en que el planeta, sus recursos naturales y sus fuerzas productivas tienen dueños, el ciberespacio también los tiene. Un acrónimo muy usado da cuenta de cinco empresas de las más poderosas: Gafam (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft).
Google es la empresa del motor de búsqueda más utilizado a nivel global. Tiene otros servicios, como una plataforma para la descarga onerosa o gratuita de aplicaciones, pero palidecen ante su producto estrella. Tener ese motor de búsqueda implica que Google tiene una capacidad avasallante para modificar la conversación social, para determinar cuáles serán los contenidos más visibles, para encerrar a sus usuarios en cámaras de eco donde solo se repiten resultados afines a su forma de ver el mundo.
Amazon es el sitio por excelencia para la compraventa digital: allí todo se vende, literalmente, desde libros hasta efectos electrodomésticos. Fundada y dirigida por uno de los hombres más ricos del mundo, Jeff Bezos, Amazon facturó el año pasado 500 000 millones de dólares y tiene millón y medio de empleados. Una de cada 40 personas en el planeta (de las cuales, alrededor de la mitad no tiene acceso a Internet) es cliente de esta empresa, que maneja más recursos financieros que economías como la de España o México.
Facebook, o más bien Meta, como decidieron llamarse para distinguir sus productos (redes sociales digitales) de la corporación, es el símbolo de una época en la que las personas interactúan más a través de sus teléfonos que con sus vecinos, donde se acumulan cientos y miles de “amigos” que no se podrían reconocer si chocaran por la calle. Cuando Meta/Zuckerberg entendió que muchos jóvenes veían como obsoleto a Facebook y se mudaban a Instagram, tomó una decisión: compró Instagram. Cuando Meta/Zuckerberg descubrió que a nadie le gustaba Messenger, su app de mensajería, y que la mayoría de las personas se comunicaban por Whatsapp, tomó otra decisión: compró Whatsapp.
Por supuesto, el ciberespacio no se sostiene en el aire. Todos esos motores de búsqueda, servicios de compra online, aplicaciones de mensajería y redes digitales necesitan de dispositivos para ser utilizados y de tecnología para ser procesados. Y ahí entran Microsoft y Apple. La primera, una compañía insigne de la piratería en Silicon Valley, encabezada por el taimado Bill Gates, quien “tomó prestado” más de un invento y se hizo de una de las mayores fortunas de la historia universal; la segunda, otro símbolo de esta época, un símbolo de estatus ya impreso en las mentes de millones de personas, con su manzana mordida detrás de teléfonos que cuestan más solo por ser iPhones.
Cada una de estas empresas han aprovechado el auge de las nuevas tecnologías, han monetizado el proceso de informatización de la sociedad global (al menos esa parte que no está sumida en la miseria más absoluta y que no tiene derecho a internet). No son una fuerza del futuro, son una potencia del presente que no para de crecer.
Paradojas del capitalismo: algunos legisladores han tratado de defender la “libertad absoluta del mercado” limitando la libertad de empresa de Gafam, pero –¡sorpresa!– no lo han logrado.