El 10 de enero, más Maduro, más Revolución
No ha sido fácil el camino recorrido. Desde el inicio, la oligarquía local y los poderes supranacionales intentaron que el proyecto desbarrancara, pero ahí está la Venezuela chavista resistiendo y venciendo.
Este próximo 10 de enero el pueblo venezolano volverá a renovar la confianza no solo en un hombre, en este caso Nicolás Maduro, sino en su propia fuerza como colectivo. Esa que le sirvió en todos estos 25 años para ir construyendo en una maravillosa comunión con su dirigencia revolucionaria un país distinto, ligado a las mejores tradiciones históricas emancipatorias.
Este 10 de enero, cuando el presidente elegido por decisión de una gran parte de la sociedad se apreste a darle continuidad a un proceso que se originó en diciembre de 1998 cuando Hugo Chávez venciera en las elecciones a toda la derecha junta, Venezuela podrá demostrar al mundo que es posible enfrentar, si se tiene dignidad y voluntad política, a esta etapa oscura y cruel que vive hoy la humanidad.
No ha sido fácil el camino recorrido. Desde el inicio, la oligarquía local y los poderes supranacionales intentaron que el proyecto desbarrancara.
Solo baste recordar las mil tentaciones que la burguesía le ofreció en los inicios al comandante Chávez y como este se las ingenió para quitarse de encima a unos y otros.
Era lógico, los propietarios de la “vieja” y corrupta política no podían comprender que el país, con su nueva Constitución (un arma fundamental para avanzar), ya no sería más la "Venezuela saudita” ni la “maiamense”, que servía a los intereses extranjeros, enriqueciéndolos, siempre a expensas de una población atrapada en la extrema pobreza.
Luego vinieron como en torbellino, intentos fracasados de sacar a Chávez del gobierno, secuestrándolo y llevándolo a la Orchila, con la idea de asesinarlo, pero fallaron gracias al coraje y la lealtad de los humildes.
Más tarde le siguieron golpes petroleros, más la asfixia económica de rasgos humillantes. Todos se estrellaban con esa enorme trinchera que es el amor de los de abajo, amor y gratitud a un liderazgo que no solo no les fallaba sino que día a día ponía en marcha acciones concretas para alfabetizar políticamente a las masas, imbuirlas de esa potencia que nace de las grandes y solidarias ideas revolucionarias.
El que pelea por una causa justa se agiganta en el combate
Tampoco pudieron, a pesar de lo brutal que fue ese golpe perverso del 5 de marzo de 2013, cuando Hugo Chávez es asesinado (con todo lo andado alguien tiene dudas que fue un crimen premeditado urdido por el imperio) y en medio del dolor que no solo fue venezolano sino mundial, ese bravo pueblo se rehizo y acatando disciplinadamente la orden de su Comandante Eterno, volcó toda su adhesión en este hombre leal y apasionado por seguir construyendo una Venezuela bolivariana que esté a la altura de los tiempos que le toca vivir.
Maduro ha sido y es lo más acabado de una conducción popular que se necesita para grandes y difíciles batallas. No ha sido fácil lo que le tocó en suerte, pero la muestra de que lo hecho en estos años de gobierno no ha defraudado, son tan evidentes como los múltiples intentos de la burguesía pitiyanqui para destruir la Revolución e incluso aniquilar físicamente al mandatario.
Allí están algunas pruebas de la eficiencia del gobierno chavista con Maduro: se venció la hiperinflación que estaba conduciendo al país a un precipicio que parecía imposible de evitar, se siguieron fortaleciendo todos los proyectos educacionales que no solo muestran un país libre de anallfabetismo, sino que siguen creciendo escuelas secundarias y universidades donde los más humildes, que jamás pensaron habitarlas, se reciben de profesionales para devolver todo lo aprendido a su propia gente.
Además, se logra plena cobertura de salud con las y los médicos de Barrio Adentro. Crece la producción agrícola, y en medio de una brutal crisis capitalista mundial, Venezuela renace de las cenizas, hace crecer su economía y logra que un 85 por ciento de la producción alimenticia surja de sus propias entrañas.
La Revolución desafió al bloqueo, más de 900 sanciones económicas y los intentos de llevar al país, como hoy ocurre en otros puntos geográficos, a una hambruna generalizada. Ya se sabe lo que le ha costado recientemente a Siria, una embestida similar.
Especial ponderación merece la “revolución comunal”, que al calor de la visión estratégica de Chávez se fue desarrollando paso a paso. Maduro aceptó el reto de “Comuna o nada” y hoy a lo largo y ancho de la nación florecen más de un millar y medio de experiencias comunales en el campo y las ciudades. Con ellas crece la idea de la soberanía alimentaria, la agroecología y la lucha contra los transgénicos.
Todo ello es una realidad que se pudo lograr mancomunadamente con la decisión del bravo pueblo y de la dirigencia revolucionaria, esa que tiene hombres y mujeres invalorables, además del propio Maduro, como son, entre otros, Diosdado Cabello, Delcy y Jorge Rodríguez, Vladimir Padrino López, que, junto a las FANB y las milicias populares, tienen lo que hay que tener para defender la Revolución.
Ahora, a pocos días de este histórico 10 de enero, los enemigos de Bolívar y Chávez vuelven a calentar motores para tratar de empañar, con amenazas, lo que será inevitable. Le guste o no a los Milei, Boric, Almagro, los eternos felpudos de la Unión Europea, o al propio Donald Trump, el presidente legítimamente electo se llama Nicolás Maduro, y no habrá títere ni cortesana del imperio (remember María Corina) que puedan impedir lo que la mayoría de la población determinó en las urnas.
Y ese día, no solo la Venezuela Bolivariana festejará, sino que su alegría contagiará a todos los pueblos que luchan por romper las cadenas de la opresión, la humillación y el esclavismo.
Desde el extremo sur de Nuestra América hasta la Palestina de heroica resistencia, esta reelección de Nicolás Maduro se ha convertido en la herramienta necesaria para volver a proclamar que la confrontación con el imperialismo y el capitalismo es una gesta de “vencer o vencer”.