¿Por qué "Israel" se ensaña en su guerra de exterminio contra Gaza?
El movimiento sionista, cuyo proyecto en Palestina estaba vinculado al ascenso de la hegemonía occidental, paralelo al ascenso de la hegemonía financiera global del movimiento sionista, comenzó a sentir la amenaza a su proyecto proveniente de la erosión interna.
-
¿Por qué "Israel" se ensaña en su guerra de exterminio contra Gaza?
Para discutir el tema del ascenso del sionismo, debemos partir de que en nuestros países no existía un problema llamado "judíos" ni conflictos entre grupos religiosos, a diferencia de lo que se ha retratado.
El modelo de ciudad considerada islámica incluía un barrio musulmán, uno cristiano y otro judío, algo que aún persiste en lugares como el Levante (por ejemplo, en Damasco), así como en Bagdad o El Cairo hasta el siglo XX.
Sin embargo, durante el siglo XX, debido a ciertas circunstancias y al papel del movimiento sionista en el proceso de expulsión de judíos de los países árabes donde vivían, se produjo un desarrollo paralelo en Occidente, y nosotros no estuvimos ajenos a este contexto.
El desarrollo del movimiento sionista hasta principios del siglo XX
El sistema internacional experimentó transformaciones a partir del siglo XVI, lo que llevó a la acumulación capitalista a través del comercio, el colonialismo y políticas de saqueo.
Este capital comercial, acumulado durante aproximadamente tres siglos, sentó las bases para el despegue del capital industrial a finales del siglo XVIII.
Paralelamente, el capital financiero comenzó a ascender, aunque aún no predominaba sobre el capital comercial e industrial.
Hacia finales del siglo XVIII, el capital financiero empezó a expandirse junto al industrial, incrementando su influencia debido a la necesidad de financiamiento de las fábricas, donde en Europa, quienes se dedicaban a las finanzas eran principalmente algunas casas bancarias judías.
En la Europa medieval, la sociedad estaba dividida durante la Edad Media en un mundo cristiano basado en la agricultura dentro del sistema feudal, artesanos en ciudades con mercados comerciales reducidos, y judíos que vivían en guetos, cuyas élites se dedicaban a la banca y los préstamos, ya que en el cristianismo la usura estaba prohibida.
Aquí, el "problema judío" no existía en nuestras tierras; este fue un fenómeno de Europa occidental. A partir del siglo XVI, Europa occidental presenció el auge del protestantismo y la rebelión contra la Iglesia católica, que comenzó en Alemania y se extendió a Francia, Holanda e Inglaterra durante ese siglo. El movimiento protestante no fue solo una reforma religiosa, sino que también se apoyó socialmente en el crecimiento de la burguesía urbana, surgida del concepto de los habitantes de las ciudades ("burg"), una clase vinculada a la expansión del capital comercial.
Al mismo tiempo, aumentaba el poder de las casas bancarias judías. A finales del siglo XVIII, con el inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra, se consolidó el dominio de estas casas, encabezadas por los Rothschild.
Vale la pena mencionar que Mayer Rothschild residía en Fráncfort y trabajaba bajo la protección de alguien allí. Tuvo cinco hijos, a los cuales envió: uno a Londres, otro a París, otro a Viena y otro a Nápoles.
En este contexto, las casas bancarias judías, incluidos los Rothschild, comenzaron a rebelarse contra la autoridad de los líderes religiosos que gobernaban el gueto judío.
Simultáneamente, emergió una clase media judía, y parte de ella buscó salir del gueto e integrarse en las sociedades circundantes. Entre ellos estaba el padre de Karl Marx, quien, al abandonar el gueto, se convirtió del judaísmo al protestantismo.
En este contexto, como reacción contra la autoridad de los líderes religiosos y el antiguo sistema, y en paralelo al movimiento de la burguesía judía que buscaba salir del gueto pero sin integrarse plenamente en las sociedades circundantes, surgió una corriente paralela inspirada en los movimientos nacionalistas que comenzaban a difundirse en Europa occidental como resultado de la Revolución Industrial en Inglaterra y la Revolución burguesa en Francia. Estos movimientos dieron origen a un nuevo modelo de nacionalismo o patriotismo.
La burguesía judía financiera, que deseaba emanciparse del gueto rebelándose contra la autoridad rabínica pero al mismo tiempo preservar su identidad judía, impulsó un movimiento nacional judío (el sionismo), que encontró sustento en una interpretación literal y protestante de la Biblia.
Cabe destacar que los protestantes habían revalorizado en gran medida el Antiguo Testamento, ya que, al rebelarse contra la Iglesia católica —que durante mil quinientos años había basado su doctrina en la tradición romana—, abogaron por un retorno a los orígenes del cristianismo. Así, rechazaron las acumulaciones teológicas del legado romano y volvieron al Antiguo Testamento.
El movimiento protestante representaba a las sociedades burguesas occidentales, por lo que la burguesía judía, como parte de esta corriente, también recurrió a la Biblia, interpretándola no solo como un texto religioso, sino como un legado nacional judío, de la misma manera que la civilización occidental veía en Homero, la Ilíada, la Odisea y otros textos clásicos griegos la base de su herencia cultural.
De este modo, la burguesía judía, integrada en este movimiento, reinterpretó la Torá como el patrimonio nacional del pueblo judío, considerándola no solo un libro sagrado, sino un símbolo de su identidad histórica.
Así, el sionismo emergió en paralelo al ascenso de la hegemonía occidental en el mundo, hegemonía que no se consolidó en el siglo XVI, ya que las potencias euroasiáticas aún mantenían un papel dominante en el equilibrio internacional.
Es importante señalar que el desarrollo del sionismo estuvo ligado, por un lado, al auge del capitalismo occidental y, por otro, a la expansión de la dominación global de Occidente.
Por ello, estuvo vinculado inicialmente a la era napoleónica, comenzando con Napoleón I y su proyecto de establecer un Estado judío en Palestina tras el fracaso de su campaña en Oriente, hasta Napoleón III, cuyo gobierno se extendió hasta 1870.
Tras la derrota de Francia frente a Alemania en 1870, el sionismo dirigió su atención hacia dos nuevas potencias protectoras: la Alemania en ascenso bajo el canciller Bismarck y Gran Bretaña, que aún no se había convertido en su principal refugio, situación que se mantuvo hasta finales del siglo XIX.
Durante este período, el capital industrial aún predominaba, pero se abría un nuevo espacio para la inversión del capital financiero. Este sector encontró en Estados Unidos el territorio que le permitiría superar en influencia al capital industrial. Sin embargo, los Rothschild no tenían una presencia significativa en EE.UU., por lo que establecieron alianzas con J.P. Morgan, un banquero protestante con conexiones con su familia, al tiempo que se producía una migración de judíos asquenazíes desde Europa del Este hacia Estados Unidos.
A principios del siglo XX, el capital financiero comenzó a imponerse sobre el industrial, llegando a adquirir fábricas enteras. Esto se debió a que, en el marco de la competencia entre industrias —como señaló Marx—, algunas empresas quebraron en favor de otras más fuertes.
Ante esta rivalidad, los dueños de fábricas recurrieron a préstamos, y cuando no podían pagar sus deudas, los bancos se apropiaban de sus fábricas o tierras.
Aquí surge Lenin, quien publica su brillante obra "El imperialismo, fase superior del capitalismo", donde analiza la fusión entre el capital industrial y el capital financiero, y cómo este último termina dominando al primero.
Este fenómeno se expresó políticamente a través de los monopolios imperialistas que se repartieron el mundo durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.
La cuestión identitaria en el conflicto
Desde sus inicios, el movimiento sionista dirigió su mirada hacia Palestina, aunque en diversos congresos se discutieron alternativas. Sin embargo, estas opciones nunca fueron serias ni lograron desafiar la idea de un hogar nacional judío en Palestina.
En esta cuestión influyó el componente religioso, arraigado en la Torá, el Talmud y otros textos judíos, así como la pugna identitaria entre el Occidente colonial y un Oriente imaginado por los orientalistas, moldeado según sus propios intereses. Además, la idea de un Estado judío fue instrumentalizada geopolíticamente para servir al proyecto colonial occidental.
Cabe destacar que Napoleón fue uno de los más importantes estrategas de la historia. Cuando llegó a Egipto en 1799, Francia aún no podía competir con Gran Bretaña en el mar.
Sin embargo, como potencia terrestre, su ejército superaba al de cualquier otra fuerza europea. Napoleón estudió el mapa y concluyó que, si controlaba Egipto, podría avanzar por tierra a través de Siria hacia Irak y desde allí llegar a la India, donde Tibo Sahib, el último sultán mogol resistía al colonialismo británico.
Napoleón se detuvo ante los muros de Acre, y allí surgió la idea de crear un Estado judío bajo protección francesa, impulsada por los Rothschild, financistas de su campaña. En 1859, Francia obtuvo la concesión para construir el Canal de Suez, coincidiendo con su estrecha relación con Egipto durante la era de Mehmet Alí.
Egipto fue el primer país no europeo en adoptar la modernidad occidental bajo el concepto de identidad nacional. Esto reavivó los intereses franceses en el Levante, donde ya tenían inversiones desde el siglo XVI.
Surgió entonces en Francia una corriente que abogaba por un "Reino de Siria" dentro del Imperio Otomano, pero bajo influencia francesa, como profundidad estratégica para proteger el Canal de Suez, cuya construcción ya había comenzado.
Vale la pena mencionar que el proyecto de la "Gran Siria" había sido propuesto antes por élites locales, tanto musulmanas como cristianas, como respuesta al declive otomano desde el siglo XVIII.
Paralelamente, en Estambul, ciertas élites adoptaron el concepto de identidad nacional turca, volviéndose hacia Europa y distanciándose del mundo oriental.
En contraste, una influyente corriente sionista en Francia promovía un Levante fragmentado según fantasías orientalistas que veían a Oriente como una civilización definida por sectas y comunidades en conflicto.
Así, este movimiento abogaba no solo por un Estado judío en "Israel", sino también por entidades confesionales para alauitas, cristianos, drusos y otros grupos, sentando las bases para lo que más tarde sería el acuerdo Sykes-Picot.
La transición del sionismo al patrocinio anglosajón
Con el inicio del siglo XX, el sionismo adoptó a Gran Bretaña como su patrocinador político, mientras que su peso financiero se trasladó a Estados Unidos, donde familias capitalistas judías contribuyeron a la creación del sistema de la Reserva Federal estadounidense en 1913.
La capital financiera judía comenzó a ver en Estados Unidos una plataforma para su expansión global. Para que este capital pudiera crecer, era necesario reconstruir el Templo en Palestina, lo que fortaleció la idea de establecer un hogar nacional judío en Palestina.
Cabe destacar que, desde sus inicios, el proyecto sionista se alineó con lo que hoy se denomina globalización. El capitalismo financiero necesita un espacio amplio en el mapa mundial, por lo que los círculos de Wall Street respaldaron el ascenso de Woodrow Wilson y sus ideas “idealistas” sobre la formación de un gobierno mundial, que se materializaron tras la Primera Guerra Mundial con la creación de la Sociedad de Naciones.
Así, el proyecto sionista se asentó políticamente en Gran Bretaña y económica y financieramente en Estados Unidos. Por aquel entonces, el Imperio otomano ya mostraba signos de colapso.
Durante años, se llevaron a cabo negociaciones entre Theodor Herzl y el sultán Abdul Hamid II. Bajo el gobierno del sultán, el número de colonos judíos en Palestina aumentó de dos mil a 35 mil.
La primera colonia se estableció en Galilea en 1882. Al mismo tiempo, comenzó la compra de tierras por parte del barón Edmond de Rothschild a través de un representante, según documentan diversas fuentes, así como mediante figuras como Michel Sursock y las familias Salam y Beyhum.
La Declaración Balfour fue emitida el 2 de noviembre, dos meses después de la ocupación de Jerusalén por parte del general Edmund Allenby. El movimiento sionista financiaba a Gran Bretaña en la guerra a través del capital financiero estadounidense.
Paralelamente, una corriente imperialista en Estados Unidos desafiaba el principio fundacional del país —la Doctrina Monroe y su lema “no intervención”— a través de los ideales wilsonianos, que buscaban lanzar el imperialismo estadounidense al mundo.
En 1920 se fundó el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, que desde entonces comenzó a definir la política exterior del país.
Durante este periodo, el movimiento sionista fortaleció su influencia en Estados Unidos hasta trasladar su centro de operaciones al país norteamericano. Pasaron varios años desde la ocupación británica de Jerusalén en el verano de 1917, que fue presentada bajo el titular “Allenby libera Jerusalén de la ocupación islámica”, lo cual evidencia que, incluso en la Europa secular, el componente religioso seguía teniendo peso.
Desafíos para el capital financiero y la crisis del proyecto sionista
Con la caída de la Unión Soviética en 1991, se abrió una oportunidad histórica para que Estados Unidos —principal bastión del capital financiero global— impusiera su hegemonía mundial mediante la promoción de la globalización económica, política y cultural.
Al comenzar el nuevo milenio, Estados Unidos tomó conciencia del peligro que representaba el ascenso de potencias euroasiáticas como China, Rusia e Irán en el corazón del continente eurasiático. En respuesta, recurrió a una estrategia de contención para impedir que estas naciones se consolidaran como actores globales capaces de desafiar la hegemonía estadounidense y, con ella, la del capital financiero, controlado en gran medida por familias judías.
Así, Estados Unidos trató de cercar a Rusia para evitar su acercamiento a Europa Occidental, al tiempo que rodeaba a China y Rusia por el este mediante una red de alianzas con países insulares como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Indonesia y Malasia.
En Oriente Medio, Estados Unidos buscó reordenar la región entregando el poder a movimientos del islam político en países árabes e islámicos, promoviendo al mismo tiempo una fragmentación del Levante basada en entidades étnicas y sectarias que sirvieran de espacio vital para “Israel”.
Washington inició la invasión de Afganistán en 2002, seguida por la de Irak en 2003.
Posteriormente, en 2005, se produjo un giro político en el Líbano tras el asesinato de Rafik Hariri, y en 2006, “Israel” lanzó una ofensiva militar contra el país.
A estos hechos les siguió la denominada “Primavera Árabe”, que derrocó regímenes surgidos durante el auge del nacionalismo árabe y del concepto de Estado-nación, como en Túnez, Libia, Egipto, Yemen y, finalmente, Siria.
Todo esto coincidió con la movilización de Estados Unidos para hacer frente a las potencias euroasiáticas antes mencionadas, que comenzaron a agruparse en organizaciones como la Organización de Cooperación de Shanghái (2001) y BRICS (2009), en un intento por desafiar la hegemonía global de Washington.
Conscientes de que dicha hegemonía se sostenía sobre el dominio del dólar —como quedó de manifiesto tras las sanciones impuestas por Washington a Moscú tras el inicio de la operación militar rusa en Ucrania en febrero de 2022—, China y Rusia comenzaron a abandonar el dólar en sus transacciones bilaterales. Otros países como Irán, India y miembros de BRICS siguieron su ejemplo, promoviendo el lanzamiento de una moneda alternativa al dólar para el comercio internacional.
Ferocidad sionista por sensación de crisis
En respuesta a los intentos de China y Rusia por abandonar el dólar y establecer sistemas de relaciones comerciales que sirvan como base para relaciones internacionales fuera de la hegemonía estadounidense y del dominio del capitalismo financiero global controlado por el sionismo internacional, Estados Unidos lanzó la iniciativa del "Corredor India-Oriente Medio-Europa".
Este proyecto busca ser una alternativa a la iniciativa china de la "Franja y la Ruta" y a la iniciativa rusa de la "Ruta Norte-Sur", que parte de Moscú a través de Irán hacia el Océano Índico.
Paralelamente, Estados Unidos ha impulsado la aceleración del reordenamiento de la situación en el Levante árabe, buscando liquidar la causa palestina y normalizar las relaciones árabe-israelíes.
Además, se ha trabajado en reconfigurar geopolíticamente la región del Levante, lo que se ha manifestado en la agresión sionista continua contra Gaza desde octubre de 2023, así como en los esfuerzos conjuntos de los sionistas, Turquía y Estados Unidos para derrocar al presidente sirio Bashar al-Assad y la posterior destrucción del ejército sirio.
Esto surge como resultado de la conciencia en Estados Unidos sobre el peligro del desafío que enfrenta por parte de potencias globales que buscan poner fin a su hegemonía en el sistema internacional.
Al mismo tiempo, el capitalismo financiero sionista percibe la amenaza que representan las fuerzas euroasiáticas contra su dominio financiero global.
Por ello, el movimiento sionista, cuyo proyecto en Palestina ha estado vinculado al ascenso de la hegemonía occidental y al dominio financiero global del sionismo, ha comenzado a sentir el riesgo que supone el desgaste de su proyecto, primero desde dentro y luego por parte de fuerzas de resistencia que se le enfrentan.
Esto ha llevado a la dirigencia sionista a actuar con ferocidad en su guerra de exterminio contra el pueblo palestino, en primer lugar, y contra el pueblo libanés, en segundo.
Lo hace con la conciencia de que, si no logra imponer su visión para Palestina y la región en este momento preciso, los factores de erosión de la heg
emonía occidental y del dominio financiero sionista terminarán por corroer el proyecto colonial sionista en Palestina a través de sus propias crisis internas.