Chile en la multipolaridad de las relaciones internacionales
Los modelos neoliberales sucumben y tambalea el imperio. En este escenario los pueblos en sus conocimientos de más largo alcance, hacen parte de modelos de civilización sincréticos. Que son respuesta para el integrismo político del capitalismo en quiebra.
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Pensar la denominada crisis del modelo neoliberal en el Chile del siglo XXI, requiere de un enfoque de la transición postcapitalista en la multipolaridad de las relaciones internacionales. Primero porque la división internacional del trabajo sucumbe en la adopción de modelos de integración regional basados en la financiarización del crecimiento económico.
Visto esto, como modelo de desarrollo dependiente de las economías centrales, pero principalmente de EE.UU. en la región sudamericana. Sin ambigüedades se puede decir que tambalea el imperio.
Sucede también que al analizar el modelo económico neoliberal y su implosión, hemos de dar cuenta de su origen en el régimen político de excepción basado en la Constitución de 1980 de la dictadura cívico militar de Chile. Suena una letanía, pero en concreto es lo que permite hasta ahora constituir un tipo de Estado basado en una soberanía constitucional.
Un Estado pregonero del derecho diría Carl Schmitt, que constituye un cuerpo jurídico que resuelve contra-mayoritariamente la balanza política que discierne la justicia. Esto generó en primera instancia el término del Estado nación y en consecuencia el mercado adquirió una formalidad inédita, ahí donde el Estado dejo un vacío. La salud, la educación, el sistema previsional, la energía, el transporte, las comunicaciones, el agua, los recursos naturales, etc. Todas las empresas del Estado que fueron privatizadas constituyendo monopolios bajo la complacencia del sistema político bipartidista de centro y derecha.
No obstante lo señalado anteriormente el proceso de implosión neoliberal se manifiesta en lo inmediato en un estallido social. Precisamente bajo el protagonismo de los sectores tributarios de los más altos indices de exclusión, pues hay que decirlo, que si de algo tributan las inmensa mayoría de los chilenos es de la sistemática exclusión, a la que están expuestos en el actual modelo de desarrollo.
El derrotero de los actuales acontecimientos no es un relato secuencial, pues si bien es cierto que la represión en los estudiantes secundarios de la educación pública generó una experiencia extrema, la respuesta fue una respuesta radical en la organización de sus demandas.
Esto es importante para distinguir que junto a esta respuesta política, operó un escenario multifactorial de un colapso constante de distintas instituciones públicas, que con mayor o menor sincronía operaron al unísono, como transporte, salud, educación.
Las demandas sociales son tan altas, en diferentes dimensiones que desechan por completo la posibilidad programada de un estallido social. Este escenario no requería un detonante, ni fue determinado por una vanguardia política capaz de gobernar los actuales acontecimientos.
Lo que se contrapone en lo inmediato a las elucubraciones de los defensores de la Constitución de 1980 y su modelo económico. Quienes por cierto generan una respuesta programada de contención a la demanda, bajo una represión basada en su paradigma de base de la doctrina de la seguridad nacional.
Lo pertinente en torno al tipo de represión es su fundamento doctrinal, pues el presidente Sebastián Piñera declara estar en guerra contra los chilenos. Lo que es coherente con el hecho de que EE.UU libra todo tipo de guerras por el mundo: guerras comerciales, guerras calientes, guerras frías, etc.
En la región sudamericana la desaparición forzada, la tortura y la violación fueron institucionalizadas a través de las instituciones de defensa y seguridad interior del Estado. En un primer momento bajo la lógica contrainsurgente de la Escuela de las Américas que se ubicaba en Panamá y en un segundo momento posguerra fría o término del mundo bipolar, bajo una lógica de militarización policial de la agenda pública a través del Colegio Interamericano de Defensa con sede en Washington DC.
En dos semanas la evidencia es implacable, todas las víctimas en muertos, desaparecidos, torturados, violados, detenidos y heridos, bajo el Estado de Emergencia y posterior a este son miembros de la sociedad civil. No se pueden considerar víctimas las fuerzas armadas, ni las policías pues son fuerzas de pago de una parte del conflicto político. Y si analizamos el daño a la infraestructura de transporte en el caso del metro de Santiago y la reiterada complacencia en el saqueo, bajo el control de los militares. Sigue siendo la sociedad civil en su fuerza productiva los más perjudicados.
Entonces no se puede minimizar el rol que juega el poder ejecutivo al determinar este plan de contención, ajeno por cierto para con algún escenario prospectivo en el gobierno de la violencia estatal. Que no sea la reafirmación constante de la capitulación del pueblo a sus demandas. Abriendo con ello un nuevo periodo de algidez de conductas de terrorismo de Estado, que aparecen como una experiencia constante y bloqueada en su judicialización bajo la ya mencionada soberanía constitucional desde el Tribunal Constitucional en el caso chileno.
El actual escenario regional ha estado determinado por la continua caída del dólar desde el 2016, lo que ha generado un descenso de un 23% de la base monetaria de la Reserva Federal de los EE.UU. Lo que genera la emisión de monedas que a la par sube el precio de sus activos en el valor especulativos de las propiedades del 1% de la población mundial y genera el empobrecimiento del restante 99%.
A través de los bancos centrales como en el caso de Chile, estos beneficios se trasladaron premeditadamente a menos de 10 familias en Chile, la 7° de acuerdo al tamaño patrimonial es la de Sebastián Piñera. De aquí que la capacidad de respuesta programada a modo de contención cuente con una burocracia para su ejecución y administración más allá de su decisión política, asociada exclusivamente a los beneficios directos de la represión.
Para la permanencia de la clase política que opera como estructura social del sistema político. Finalmente el escenario multipolar del sistema mundo, genera una mayor grado de competitividad entre diferentes actores, por los desafíos de esta era de transición postcapitalista. Los modelos neoliberales sucumben y tambalea el imperio. En este escenario los pueblos en sus conocimientos de más largo alcance, hacen parte de modelos de civilización sincréticos. Que son respuesta para el integrismo político del capitalismo en quiebra.
Desde este punto de vista Chile se ha generado un momento constituyente, donde puede desbloquear los problemas no resueltos en 200 años. Pues cuando la burguesía se hizo clase nación en las revoluciones aristocráticas terminó con 300 años de sociedad pluriétnica, constituyó el Estado liberal uninacional y generó las aberraciones más grandes vividas por nuestros pueblos, a partir del expolio de la división internacional del trabajo y el orden geopolítico hemisférico.
La multipolaridad nos desafía en la resolución de lo no resuelto, envuelve a nuestro pueblo en un destino propio, que como todo destino nace de esa libertad perdida de una sociedad pluriétnica, que se constituye en un presente plurinacional. Pues como lo plantea el empirismo de Nicolás Maquiavelo, a la pregunta de cuál es el nervio de la guerra, la economía o la política, sin duda que la política. Los hechos lo demuestran nuevamente.