Los “diablos rojos” y la pandemia
En China comenzó esta historia. La China roja que con empuje y a su estilo trastocó el orden implementado tras el colapso de la URSS. El “virus chino” lo han bautizado, denotación que transpira dosis de xenofobia, rencor y venganza extremos. Hubo muertes, muchas, pero la China roja logró frenar el brote. Demostró músculo, eficacia y humanidad. Y demostró estar lista para ayudar al mundo.
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Los “diablos rojos” y la pandemia
En China comenzó esta historia. La China roja que con empuje y a su estilo trastocó el orden implementado tras el colapso de la URSS. El “virus chino” lo han bautizado, denotación que transpira dosis de xenofobia, rencor y venganza extremos. Hubo muertes, muchas, pero la China roja logró frenar el brote. Demostró músculo, eficacia y humanidad. Y demostró estar lista para ayudar al mundo.
Millones de dólares -verdad que los tiene, pero otros lo tienen y no dan nada- fueron enviados en materiales e insumos a decenas de países, incluyendo Estados Unidos. Sin embargo, en varios casos, lo que ha recibido China de parte importante de la prensa y de políticos de varios países “occidentales” son señalamientos sin base.
China sufre una intensa campaña político-mediática que busca sembrar matrices antichinas. Y aunque esto podría beneficiar a Trump en su carrera electoral, el objetivo principal es opacar el prestigio del gigante asiático, acrecentado por su gestión frente a la enfermedad y su solidaridad con el mundo.
La señal dada por el gobierno estadounidense y la prensa aliada ha sido captada por centenares de medios de comunicación en decenas de países, incluyendo de nuestra región.
De manera acrítica y sin evidencias sostenibles ni creíbles, se propala la “responsabilidad” china por lo que ocurre en el mundo. Cada vocero tiene sus matices, están desde los furibundos anticomunistas que ni siquiera pueden observar las tonalidades existentes del rojo, hasta los que cuidan con pudor mediático cierta audiencia calificada.
No importan -y aquí resalta el cinismo- los gestos de China, ni las inversiones de sus empresas en muchos de estos países. Bienvenidos sus capitales, pero no habrá aplausos. Es la lectura arcaica y desorientada que prevalece en los grupos de poder de muchos países “occidentales”.
Otro de los diablos rojos es Viet Nam. Casi silenciado, como si no existiera, como si no estuviera haciendo otra proeza más, esta vez frente a la pandemia. La maquinaria mediática, al no poder ocultar el logro vietnamita en la contención de la pandemia (no hay fallecidos reportados) busca crear un sisma en las singulares relaciones entre Hanoi y Pekín.
Desde Estados Unidos -casualmente- sale la información de que Viet Nam se adelantó en sus medidas contra la COVID-19 porque, dicen, tenía información de inteligencia sobre lo que ocurría en China. La intención es clara: insistir con este nuevo “argumento” en la idea del “engaño” chino, crear problemas entre dos estados fronterizos con sistemas políticos “rojos”, y demeritar ante el mundo sus acciones frente a la pandemia.
En la Venezuela chavista la enfermedad también se combate con acierto. A pesar de las mentiras, la guerra económica, y las amenazas militares y terroristas, el país ha logrado sortear este nuevo desafío. Ante tamaña afrenta, desde EE.UU. y con apoyo fratricida se intentó una incursión armada que recibió el rechazo de un pueblo decidido a no rendirse.
La imagen de los mercenarios nativos y estadounidenses reducidos por las fuerzas bolivarianas cayó como un balde de agua fría en los ilusos que desean y alientan la derrota de esa Revolución.
Un cuarto “diablo” es Cuba. Los medios de prensa subordinados a Washington se afilaban los dientes para hacer su agosto mediático. Esperaban que las imágenes de cadáveres en la calles, de hospitales colapsados y personas desesperadas inundarían las portadas de los noticieros y el mito de la medicina cubana se esfumaría de una vez.
Fue pasando el tiempo y no llegaban las noticias esperadas. El número de casos y las lamentables muertes no tenían peso estadístico para ser noticia, más si en otros lares las cifras se contaban por miles.
Para angustia mayor, los médicos cubanos salieron otra vez a enfrentar la pandemia por el mundo. No se podía silenciar un gesto así. No pudieron en el pasado reciente cuando desde Washington salió la orden de desprestigiar a las misiones médicas cubanas, y decenas de medios de prensa internacionales, del centro y la periferia, presentaron a ángeles como demonios esclavizados, espías en el mejor de los casos. Pero solo en Brasil, Ecuador y Bolivia se acató la orientación del Departamento de Estado.
Una vez más la solidaridad y la verdad se impusieron. Y la desilusión en los medios de prensa afines a Washington mutó a resignación. Salvar una vida, cuando el mundo está acechado por la muerte, puede más que todas las mentiras que fabrica el odio.
Y así andan los médicos cubanos por más de 50 países, salvando vidas. Lo mismo en el Caribe, que en el Oriente Medio; lo mismo en África que en Europa. Y la estela de agradecimiento es ya infinita.
Pero en EE.UU. la soberbia imperial no admite la derrota. Y la dosis de veneno contra Cuba aumenta. Más bloqueo y agresiones es la fórmula. Las tres decenas de balas que impactaron en la Embajada de Cuba en Washington son el símbolo de la desesperación y la ira frente a la contundente victoria de la Isla contra esta penosa enfermedad.
La actuación de los “diablos rojos” frente al desafío de la COVID-19 evidencia que el mercado no puede estar por encima de la vida. Y ese dardo al corazón simbólico del capitalismo, ese sistema que ha dejado morir a cientos de miles de personas, explica la renovada ofensiva contra estos países decididos a recorrer caminos diferentes.