Estados Unidos: ¿Cuál será la nueva política exterior?
Según William J. Burns, presidente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, a pesar de los efectos de la pandemia en el mundo y en la economía, antes de que el coronavirus llegara, el orden internacional liberal construido y dirigido por Washington se estaba volviendo menos liberal, menos ordenado y menos americano. La pandemia agravó esa tendencia y las condiciones preexistentes.
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William J. Burns, presidente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.
Estados Unidos necesita de una nueva política exterior, según comentó William J. Burns hace unos días en un amplio artículo reproducido por el sitio https://www.msn.com donde plantea que es tentador sacar conclusiones generales sobre cómo será la geopolítica después de la pandemia.
Burns, de 62 años, presidente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional y que anteriormente se desempeñó como Secretario de Estado Adjunto de EE.UU. (2011-2014) con una amplia carrera diplomática, señala que algunos argumentan que “estamos siendo testigos del último suspiro de la primacía americana, el equivalente al "momento Suez" de Gran Bretaña de 1956”.
Otros argumentan, subrayó, que Estados Unidos, el principal impulsor del orden internacional posterior a la Guerra Fría, está temporalmente incapacitado, con un presidente borracho al volante. Mañana, puntualizó, un operador más sobrio puede restaurar rápidamente el liderazgo de su país, lo que hace suponer que por la incompetencia del actual no amerita mantenerlo en el comando en Washington luego del próximo noviembre.
Plantea el analista que hay muchas cosas que no se saben sobre la Covd-19 y sus efectos en el escenario internacional, pero acentúa lo que “sí sabemos, sin embargo, es que nos hemos adentrado en uno de esos raros períodos de transición, con el dominio americano en el espejo retrovisor (detrás), y un orden más anárquico que se avecina vagamente.
Indica Burns que a pesar de los efectos de la pandemia en el mundo y en la economía, antes de que el coronavirus llegara, el orden internacional liberal construido y dirigido por Washington se estaba volviendo menos liberal, menos ordenado y menos americano. La pandemia agravó esa tendencia y las condiciones preexistentes.
El directivo de la Fundación Carnegie, un tanque pensante en política exterior estadounidense, abordó en sus comentarios las posiciones en esos escenarios tanto de Rusia como China, y los desafíos que esos países representan para la preponderancia estadounidense, la situación de Europa, puesta a prueba con el Brexit. Además, asegura, la OTAN está a la deriva, algo agravado por las presiones de la Casa Blanca para que pague más y haga más con menos voz.
En otra parte de sus comentarios Burns sostiene que la pandemia también intensificó el desorden y la disfunción de Oriente Medio. Los partidarios de la línea dura tanto en Teherán como en Washington posan combativamente al pie de una peligrosa escalera mecánica.
Opinó que las guerras por poder en el Yemen y Libia se suceden. Siria sigue siendo una ruina sangrienta (aumentada por el Pentágono y el robo del petróleo sirio como justificación), y la inminente anexión de (Israel) a la Ribera Occidental amenaza con enterrar una solución de dos Estados. Sin embargo, en todos esos escenarios se observa la mano de Washington empeñada en crear más tensiones y lograr existo con su fracasada política de “máxima presión”.
El analista plantea en su visión de cómo incidirá en la decadente política exterior estadounidense la ola de la pandemia que se extiende sobre los países en desarrollo y asegura que las sociedades más frágiles del mundo sólo serán más vulnerables. Así, América Latina se enfrenta ahora al mayor declive económico de la historia de la región. África, con sus ciudades en crecimiento y sus enormes inseguridades en materia de alimentos, agua y salud, se enfrenta a mayores riesgos que quizás cualquier otra parte del mundo.
Asimismo, asevera, la información falsa se propaga con la misma celeridad que la verdad; las enfermedades infecciosas se mueven más rápido que las curas. Las mismas tecnologías que abren tantas posibilidades humanas están siendo utilizadas ahora por los líderes autoritarios para encerrar a los ciudadanos, vigilarlos y reprimirlos.
Burns sostiene, además, que con el triunfalismo de la globalización ya detrás de nosotros, las sociedades luchan contra la creciente desigualdad y los impulsos mercantilistas
Las instituciones internacionales empiezan a romperse, paralizadas por demasiada burocracia, poca inversión e intensa rivalidad entre las grandes potencias. Por encima de todo, se cierne la amenaza prohibitiva del cambio climático, a medida que nuestro planeta se asfixia gradualmente con las emisiones de carbono.
Este momento pide a gritos un liderazgo que ayude a forjar un sentido de orden, un organizador que ayude a navegar este complicado lío de desafíos, estabilizar la competencia geopolítica y asegurar al menos algunas modestas protecciones de los bienes públicos mundiales, manifiesta, pero todo parece indicar que eso no está en la agenda Washington con un presidente borracho al volante, como aseguran algunos.
Más adelante, sostiene Burns, estamos viviendo la peor intersección entre el hombre y el momento en la historia americana. "America First" realmente significa "Trump first", América sola, y los americanos por su cuenta.
Ante esto, subraya, “no es difícil persuadir a muchos americanos -luchando por los costos humanos y económicos de la pandemia, dolidos por las heridas abiertas de nuestras divisiones raciales, y dudosos sobre el poder y la promesa de la idea americana- para que levanten nuestros puentes levadizos nacionales y los reduzcan”.
Para el presidente de la Fundación Carnegie existen peligros para un repliegue rápido del Washington del mundo, y al respecto, ejemplifica, que el intento del presidente Barack Obama de cambiar los términos del compromiso americano en el Medio Oriente ofrece una importante advertencia. Su reflexivo juego largo, afirmó, se encontró con las pasiones desincronizadas del juego corto de la región, creando importantes dislocaciones y dudas sobre el poderío americano.
Aunque Estados Unidos ya no disfrute de un dominio sin igual, las diferencias de poder todavía se inclinan significativamente a nuestro favor, puntualiza Burns, y señala que a pesar de nuestras heridas autoinfligidas, todavía tenemos el ejército más fuerte del mundo, la economía más influyente, el sistema de alianzas más expansivas y el poder blando más potente.
Al abordar la necesidad de una “reinvención” de la política exterior estadounidense, tal vez pensando en el caos causado por el actual gobierno en Washington, el exsecretario de Estado Adjunto norteamericano puntualiza que “la administración Trump ha hecho más daño a los valores, la imagen y la influencia americana que cualquier otra en mi vida.”
Para una reinvención de la política exterior hay que mejorar la situación interna del país como primera prioridad. Asimismo, una segunda prioridad importante para una política exterior reinventada implica grandes desafíos globales: el cambio climático, la inseguridad sanitaria mundial, la proliferación de armas de destrucción masiva y la revolución tecnológica.
Burns opina que todos estos problemas afectan directamente a la salud, seguridad y prosperidad de los americanos. Ninguno de ellos puede ser resuelto por Estados Unidos por sí solo. Todos requerirán la cooperación internacional, a pesar de la intensificación de la rivalidad estratégica, algo que al parecer no se maneja ahora en la Casa Blanca.
Armada con un claro sentido de las prioridades, la próxima administración (no la de Trump) tendrá que reinventar las alianzas y asociaciones de Estados Unidos y tomar algunas decisiones difíciles y tardías sobre los instrumentos y las condiciones de participación de Washington en todo el mundo, subraya.
Asegura Burns en su aproximación a un cambio en la política exterior norteamericana que: Si "América Primero" es relegada de nuevo a un montón de chatarra, todavía tendremos demonios que exorcizar: nuestra arrogancia, nuestra imperiosidad, nuestra indisciplina, nuestra intolerancia, nuestra falta de atención a nuestra salud doméstica, y nuestro fetiche por las herramientas militares y el desprecio por la diplomacia.
Recientemente, el sitio theamericanconservative.com abordó el asunto y lanzó la interrogante de ¿Está Biden tratando de "superar" a Trump en política exterior?, en un artículo suscrito por James Carden, colaborador de asuntos exteriores en The Nation y miembro de la junta del Centro Simone Weil de Filosofía Política.
Según plantea el analista Biden puede ser empujado por el sector más liberal de los demócratas en seis áreas de política que se dice son importantes para los progresistas: cambio climático, reforma de la justicia penal, economía, educación, atención de la salud e inmigración. Sin embargo, un tema que estaba y sigue estando ausente de la lista de grupos de trabajo es la política exterior.
Los conocidos asesores de política exterior de Biden son un quién es quién del establecimiento de la política exterior. Los recientes comentarios de algunos miembros de alto perfil del grupo de expertos de Biden muestran un entusiasmo no disminuido, y decididamente no progresista, por las guerras de cambio de régimen, las sanciones y las armas nucleares.
El principal asesor de política exterior de Biden, el ex subsecretario de Estado Antony Blinken, expresó recientemente su pesar por el hecho de que la administración Obama no haya hecho lo suficiente para derrocar el régimen de Al-Assad en Siria.
En una reciente discusión auspiciada por el Comité Judío Americano (AJC), Blinken prometió que una administración Biden mantendría todas las sanciones de EE.UU. sobre Irán, incluyendo las que fueron puestas en marcha por Trump, en violación de los términos del acuerdo nuclear iraní. Música para los oídos de Tel-Aviv y el lobby sionista conservador estadounidense.
Por otra parte, y peor aún, señala Peter Beinart de The Atlantic: "En lugar de desafiar el altísimo presupuesto del Pentágono, la incursión de Biden en política exterior de más alto perfil desde que se aseguró la nominación demócrata ha sido tratar de superar a Trump en China”.
Como vicepresidente, Biden mostró a veces instintos que se alineaban con los progresistas y los antiintervencionistas: se opuso al "aumento" de 2009 en Afganistán; aconsejó en contra de la desastrosa intervención en Libia; y reconoció el papel de las tiranías de los Estados del Golfo en el apoyo a Daesh.
De hecho, docenas de grupos progresistas y antibélicos están presionando activamente a Biden para que adopte una política exterior más realista y moderada. El grupo Demand Progress publicó recientemente una carta abierta firmada por 50 organizaciones nacionales en la que se pedían al demócrata que rechazara el militarismo arraigado del establishment y siguiera "una política exterior estadounidense más justa y progresista".
Expertos en el tema consideran que la Casa Blanca pudiera estar guiada por un timonel sobrio, tal vez Biden, que haga de la diplomacia una herramienta que se aleje de políticas de máxima presión que aplica hoy la Casa Blanca contra Irán, Venezuela, Cuba y otras naciones que hacen valer sus derechos de decidir el rumbo a seguir, que defienden su soberanía y ven al resto del mundo como iguales.
Hasta dónde la política exterior de Washington será más justa y progresista es algo que está por verse, pero mientras tanto surcarán los mares del mundo las cañoneras estadounidenses como parte de las políticas de fuerza y de “máxima presión”.