Aprovechando la explosión en el puerto, (Israel) y EE.UU. buscan desestabilizar al país
En la medida que pasan los días queda más claro que la gravísima explosión que destruyó gran parte del puerto de Beirut, sea o no sea consecuencia de un atentado, sí ha servido para poner en marcha una nueva fase de un plan israelí-estadounidense de desestabilizar definitivamente a El Líbano.
Como es sabido, a pocas horas de producirse el siniestro que ha costado más de 150 muertos y seis mil heridos, se conocieron dos versiones sobre sus causas. Por un lado, la informada por el gobierno, que señala que los graves hechos responden a una enorme negligencia que se venía arrastrando desde hace años (el acumulado de nitrato de amonio en un galpón y la presencia en el lugar de un depósito de fuegos de artificio), y por el otro, cada vez adquiere más entidad la idea que apunta a un atentado israelí producido con un arma especial.
Lo cierto es que a la luz de lo que hoy se está observando en las calles, sobre todo en la capital, donde miles de personas protestan con «justa razón», ya que no se puede negar la existencia de males endémicos y años de corrupción estatal que entre otras cosas han acentuado la devastadora crisis económica que sufre el país, también es verdad que detrás de “la ira popular” se mueven otros intereses que vienen desde el exterior. Solo basta recordar a las mal llamadas “primaveras árabes”, que sirvieron para comenzar la destrucción de varios países de la región.
Todos ellos decían hacerlo por reivindicaciones sociales, y fueron la chispa para la invasión de mercenarios terroristas apoyados por la OTAN a ambos países.
En uno de ellos, Siria, no pudieron gracias a la lucha de su pueblo y Ejército, pero lo siguen intentando. Por el contrario, en Libia destruyeron el país y asesinaron a su líder histórico.
Ahora en Beirut, pueden verse a manifestantes, ligados a la Alianza derechista 14 de marzo, de Saad Hariri, conocidos por su odio a Siria, o a otras agrupaciones de reconocido apego a Occidente y a (Israel), que aprovecharon las movilizaciones para gritar por “el desarme total” de las fuerzas de la Resistencia, representadas por Hizbulah, o que portaban muñecos con el rostro del presidente Michel Aoun y del líder de la Resistencia, Sayyed Hassan Nasrallah.
Estos mismos sujetos fueron los que acicatearon a la multitud con discursos de “no pararemos hasta que caiga el gobierno” o que se lanzaron a penetrar con violencia en varios ministerios destruyendo archivos y expedientes relacionados con la corrupción desde 1992 hasta el presente.
Así, varios grupos organizados que ocultaban su rostro con pasamontañas o caretas, asaltaron el Ministerio de Relaciones Exteriores, Economía, Comercio y Medio Ambiente en el centro de Beirut y arrojaron archivos desde los balcones de los edificios. También irrumpieron en el Ministerio de Energía y Agua en la capital libanesa. El más grave fue el ataque al Ministerio de Relaciones Exteriores. Allí golpearon a personal de custodia y también generaron destrozos múltiples.
Como bien dijo un veterano periodista libanés: «ni en los peores años de la guerra civil que sufrimos, jamás nadie se planteó atacar a algún ministerio”. De hecho en uno de los incidentes, frente a un conocido hotel, un grupo de matones, que poco antes habían proferido gritos contra la Resistencia y vivado a los Estados Unidos y asesinaron a un joven miembro de las fuerzas de seguridad.
Si alguien con cierta experiencia en temas de política internacional, todavía tiene dudas de qué se trata este “doble estallido” en El Líbano (el del puerto y el de la agitación callejera), lo ocurrido por estas horas servirá para demostrarle las verdaderas razones de la intentona motorizada por Netanyahu y Trump: buscan no solo que caiga el gobierno libanés sino que su mayor objetivo es crear el caldo de cultivo para destruir a la Resistencia.
No hay que olvidar que fueron precisamente los milicianos y el pueblo que LA apoya los que hicieron fracasar en dos oportunidades la intención israelí de quedarse con El Líbano y le infligieron una dura derrota.
Todos estos últimos meses, (Israel) ha venido amenazando a las fuerzas de la resistencia y muy recientemente lograron asesinar en Siria a uno de sus miembros. Ahora, aprovechando el genocida ataque al puerto de Beirut busca acelerar el paso e infiltrando sus agentes locales en las movilizaciones, trata de provocar otra guerra civil.
Hasta el momento, las masas que arropan a las fuerzas de la resistencia, que vale aclarar no son solo los chiítas sino numerosos sectores de la sociedad libanesa, incluida buena parte de la izquierda antiimperialista, se han mantenido al margen de las últimas manifestaciones.
Por supuesto que tienen posición tomada, como el propio Hassán Nasralah lo ha expresado, contra los hechos de corrupción y el desastroso manejo de los temas económicos por parte de algunos miembros del poder, pero no se prestan para desestabilizar al país y menos a darle de comer a los oportunistas, saboteadores o agentes externos enemigos.
Cuánto durará esta paciencia está por verse, ya que es evidente que el imperialismo y el sionismo están decididos a jugar fuerte en la compulsa para golpear a El Líbano, de rebote acrecentar sus presiones terroristas contra Siria y por último seguir apuntando a otro de sus grandes enemigos en la región, la República Islámica de Irán.
Los hechos que ocurran de aquí en más en Beirut y sus alrededores no serán sólo un problema de los hombres y mujeres de ese país, sino que por sus consecuencias deberán ser tenidos en cuenta por los antiimperialistas y anticapitalistas de todo el mundo.