Estados Unidos, de encuestas a realidades en la lucha por la presidencia
Politólogos, académicos y en general todos los sectores de la sociedad en Estados Unidos se pregunta hoy si las encuestas están a la altura de la tarea de producir información precisa y si pueden ser exactas en la identificación del candidato preferido de los estadounidenses, e incluso, identificar al vencedor en noviembre.
En tiempos de dolor, muerte en masa, miedo y privaciones y el espectáculo del presidente Donald Trump perdiendo su “encanto” y dejando ver el vacío de un gobernante que lidera una crisis, las encuestas son observadas con cautela.
A menos de 90 días de las elecciones de noviembre, Trump marchaba cuatro puntos por debajo del exvicepresidente Joseph Biden en una nueva investigación nacional de Hill-HarrisX. Esto necesariamente no indica que el aspirante a reelegirse perderá, aunque son muchos los que estiman que ya no entusiasma a los votantes, un factor muy tomado en cuenta por los pocos que aun predicen su victoria en el Colegio Electoral.
La pesquisa mostró que el 44 por ciento de los votantes registrados en la encuesta del 8 al 11 de agosto dijeron que votarían por Biden si las elecciones se celebraran ahora. Por el contrario, el 40 por ciento afirmaron que elegirían a Trump en las urnas.
Ese muestreo se ejecutó justo antes de que el presunto candidato demócrata Biden eligiera a la senadora Kamala Harris (D-California) como su compañera de boleta, algo que puede aumentar o confirmar las ventajas que la mayoría de los tanteos le confieren, incluso algunos por márgenes superiores al seis por ciento, un guarismo que diferentes analistas estiman seria el necesario para marcar una diferencia ganadora en un concurso.
El estudio de Hill-HarrisX se realizó en línea entre 2.828 votantes registrados entre el 8 y el 11 de agosto con un margen de error de más o menos 1,84 puntos porcentuales, muy por debajo de los que los estudiosos consideran un margen ganador.
Según el Centro de Investigaciones Pew, entre las cosas claves que hay que saber sobre las elecciones en Estados Unidos está la correcta observación de lo que dicen las pesquisas.
Courtney Kennedy, directora de investigación de encuestas en ese centro, en un amplio análisis del tema señaló que después de las elecciones presidenciales de 2016, algunos observadores se preguntaron si las pesquisas en el país están a la altura de la tarea de producir información precisa.
Los errores cometidos en 2016 pusieron al descubierto algunas limitaciones reales de esos estudios, incluso cuando los exámenes de las investigaciones nacionales, tanto en 2016 como en 2018, revelaron que estas siguen funcionando bien cuando se hacen con cuidado.
Al ampliar sobre algunos puntos clave que el público debe saber sobre las consultas de cara a las elecciones presidenciales de este año, Kennedy planteó que los diferentes enfoques de cada organización al ejecutar un muestreo tienen consecuencias para la calidad de los datos, así como para la exactitud de las elecciones.
Una encuesta puede etiquetarse como "representativa a nivel nacional" y no reflejar en su esencia el sentimiento de los que son preguntados, por ejemplo.
El margen de error real es a menudo el doble del reportado. La noción de que un típico margen de error es de más o menos 3 puntos porcentuales lleva a la gente a pensar que las encuestas son más precisas de lo que realmente son, señaló la investigadora.
Varios estudios recientes muestran que el error medio en una estimación de una encuesta puede estar más cerca de los seis puntos porcentuales, y no de los tres puntos que implica un margen de error típico como señalan sondeos de los últimos tiempos.
Si bien estos termómetros son útiles para mostrar si el público tiende a favorecer o a oponerse a las políticas clave, este error oculto subraya el hecho de que las encuestas no son lo suficientemente precisas como para identificar al ganador en una elección reñida, algo que toma fuerza ahora cuando se anticipa un duro compromiso entre demócratas y republicanos.
Subraya Kennedy en su análisis que existen evidencias de que cuando se le dice al público que es muy probable que un candidato gane, algunas personas pueden ser menos propensas a votar, algo que tal vez afectó a Clinton en 2016.
Después de las elecciones de 2016, muchos se preguntaron si los pronósticos generalizados que garantizaban una victoria de Clinton -dos modelistas incluso cifraron sus posibilidades en un 99 por ciento- llevaron a algunos posibles votantes a concluir que la carrera había terminado efectivamente y que su voto no marcaría una diferencia.
Pese a que superó a su rival en el voto popular, Clinton no ganó en el Colegio Electoral. En ese sentido un equipo de investigadores encontró pruebas experimentales de que cuando la gente tiene mucha confianza en que un candidato ganará, es menos probable que vote. Eso es algo que pudiera afectar a Biden aunque la experiencia de 2016 tal vez lleve a más gente a las urnas para expulsar a Trump de la Casa Blanca.
Dejando de lado el hecho de que el voto popular nacional para presidente no determina directamente quién gana las elecciones, hay varias razones por las que el margen de voto final es más difícil de medir con precisión, empezando por el hecho de que es notoriamente difícil averiguar qué encuestados irán realmente a votar y cuáles no, estima la analista de Pew.
Este año, habrá más incertidumbre en las estimaciones de la contienda electoral debido a las posibles barreras al voto relacionadas con la pandemia. Muchas más personas votarán por correo - o intentarán hacerlo - que en el pasado, y si se dispone de menos lugares de votación de lo habitual, las colas pueden ser muy largas. Todo esto es para recordarnos que el verdadero valor de las encuestas electorales es ayudarnos a entender por qué la gente vota - o no vota - como lo hace, indicó Kennedy.
Pese a todo lo que se diga de los sondeos o estudios de votaciones y campañas, ahora hay que tener en cuenta algo ya casi olvidado. Los parciales de 2018 trajeron más evidencia de que las encuestas todavía funcionan bien cuando se hacen con cuidado. La ventaja del Partido Demócrata a nivel nacional por el control de los puestos en la Cámara de Representantes terminó siendo de nueve puntos en la votación final, frente a un promedio de siete puntos en las encuestas finales, lo que se tradujo en recuperar ese foro.
En sus valoraciones Kennedy sostiene que las elecciones presidenciales de 2000 y 2016 demostraron una verdad difícil: las encuestas nacionales pueden ser exactas en la identificación del candidato preferido de los estadounidenses y sin embargo no identifican al ganador.
Esto sucede cuando el ganador del voto popular nacional (por ejemplo, Al Gore, Hillary Clinton) difiere del ganador del Colegio Electoral (por ejemplo, George W. Bush, Donald Trump).
No obstante, hay que tener en cuenta que, junto a su caída en los sondeos, ya sea sobre la aceptación de su gestión o sobre la marcha del país durante tres años y medio, Trump agotó gran parte de su capital, mientras que estimulaba algo de él, con sus constantes peleas, realidades inventadas, formas atípicas y dramas emergentes de su propia creación.
Siempre vanagloriándose, Trump recientemente decepcionó a algunos de sus seguidores lo suficiente como para considerar la posibilidad de que pudiera perder en noviembre, no por los engaños electorales fabricados sobre los que le gusta advertir, sino simplemente porque el país puede no quererlo después de todo esto.
"Algunas personas no me aman", admitió. "Tal vez", se lamentó. En Estados Unidos, opinan estudiosos, nunca saldrás ileso de un gran desastre natural, pero puedes mitigar el daño con una respuesta que señale el camino para salir de esto. Sin embargo, eso es lo que Trump es literalmente incapaz de hacer y es visto en estos momentos como un presidente incapaz de enfrentar la crisis de la Covid-19. Trump es amante de resultados espectaculares y pese a su evidente fracaso, por ejemplo, aún espera obtener o “comprar” una vacuna contra el nuevo coronavirus SAR-2 que le salve la presidencia.
El resultado de los muestreos evidencia que los presuntos encantos de Trump ya no despiertan tanto entusiasmo y ese es uno de los factores que los pocos que predijeron su triunfo en 2016 toman en cuentan.
Lo real, mostrado por las pesquisas, es que una gran parte de los estadounidenses, no es que vayan a las urnas a votar por Biden como muestra de entusiasmo, no. Gran parte lo harán porque Trump los decepciono, y ya no motiva como a un principio cuando muchos lo tildaron de payaso al aspirar a la Casa Blanca.
Por otra parte, a los votantes de Trump no les desagrada Biden tanto como a los de Biden les desagrada Trump, Biden en realidad tiene una ventaja en el entusiasmo neto (calculado como la diferencia entre la calificación de "muy favorable" y "muy desfavorable" de un candidato).
Ojalá las encuestas no se equivoquen esta vez y el vencedor del voto popular sea elegido en la votación el Colegio Electoral.