El Che deportista
Una de las primeras revistas de rugby de Argentina se llamaba Tackle. Con frecuencia semanal, el cronista "Chang-cho" contaba en ella certeras historias relacionadas con el deporte de la pelota ovalada.

¿Quién se escondía detrás de tan extraño pseudónimo? Quizás la mayoría de los lectores desconozca la respuesta, pero el peculiar personaje era el joven Ernesto Guevara, fundador de la publicación junto a un grupo de amigos.
A pesar de ser asmático desde los dos años, o precisamente por ser asmático, el Che fue un apasionado de los deportes desde la infancia.
Practicó natación, fútbol, golf, boxeo, ping pong, montañismo y ajedrez, aunque una de sus grandes pasiones fue el rugby.
Según cuenta su padre en el libro titulado Mi hijo el Che, publicado en 1987, Ernesto comenzó a jugar con 14 años en el club Estudiantes, único equipo de la ciudad de Córdoba.
En esa etapa conoció a su gran amigo Alberto Granado, quien años más tarde le acompañaría en un viaje por Sudamérica.

"Del rugby conservó el apego al espíritu de equipo, la disciplina y el respeto al adversario", escribió su progenitor Ernesto Rafael Guevara Lynch.
En el texto Che Deportista, de William Gálvez, se destaca que en aquel periodo comenzó a resaltar como "wing" o ala, posición que genera una gran agilidad de esos últimos jugadores.
Para el autor, al parecer era bastante contundente en el placaje, acción basada en detener el ataque del contrario que lleva el balón, abrazándolo por la cintura o las piernas hasta derribarlo.
Luego del retorno de la familia a Buenos Aires, el Che comenzó a estudiar medicina aunque continuaba las prácticas en el San Isidro Club, donde uno de los fundadores era su padre.
Por el crónico padecimiento, cuentan que uno de sus amigos siempre tenía un inhalador para los ataques de asma. Al comprobar que la situación empeoraba partido tras partido, su progenitor le prohibió continuar las prácticas.
Su respuesta fue tajante: "Viejo, me gusta el rugby y aunque reviente voy a seguir jugando".
Como resultado de su capacidad para superar los obstáculos, además del propio espíritu rebelde que lo convirtió en un eterno joven, el Che llegó al Ypora Rugby Club, para luego cambiarse al Atalaya Polo Club.
"Fue debido a nuestra amistad del rugby, a esa fraternidad de armas, por lo que Ernesto y yo nos embarcamos juntos en una expedición hasta Venezuela", confesó en cierta ocasión Alberto Granado.
"El valor, la combatividad, la tenacidad, la voluntad, todas estas cualidades que poseen los hombres verdaderos estaban en él. El rugby le permitió desarrollarlas dándole más seguridad en sí mismo", agregó.
Más allá de la aparente violencia que refleja, el rugby es considerado un deporte de villanos jugado por caballeros, pues se caracteriza por el respeto a las reglas y al adversario.
Como todo buen caballero, Ernesto Guevara de la Serna se convirtió en un genuino aficionado de ese deporte y en él encontró un triunfo ante sus propias limitaciones.
Luego de 1950, se adentró en sus viajes por toda Latinoamérica y se alejó un poco del rugby. No obstante, el deporte siguió acompañándolo en sus días de guerrillero.

Uno de sus preferidos siempre fue el ajedrez. "En este momento de confrontaciones mundiales que se deban a sistemas ideológicos muy distintos, el ajedrez puede y es capaz de aglutinar a gentes de países con sistemas diferentes", aseguró.
A pesar de su distancia del rugby, el Che nunca olvidó su pasión por esa práctica. Es por eso que en 1951 comenzó a editar la revista "Tackle" y escribía en ella con aquel peculiar pseudónimo, que hacía referencia a otro apodo de su juventud: "Chancho".
Antes de ser el Che, el Guerrillero Heroico y el valiente revolucionario de Latinoamérica, también fue en su juventud el cronista Chang-cho, el Fuster, el Pelado, y encontró en el deporte de la pelota ovalada, una importante lección de vida: la eterna victoria para quien trabaja en equipo.